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Reportaje:31 PRODUCTOS QUE ESTREMECIERON AL MUNDO

Esperma para alumbrar

Cuentan que en Roday (Noruega) se han encontrado pinturas rupestres con una antigüedad de cuatro mil años que representan a los primeros balleneros de los que se tiene noticia en los momentos en los que intentaban capturar al gigante marino armados de rudimentarias lanzas y cuchillos.

No dudamos que lo conseguían, porque seguro que sus ambiciones eran menores que las del capitán Ahab, que pretendió ir contra la naturaleza de las cosas arponeando con la fuerza de los brazos a Moby Dick, la ballena blanca, que debía pesar sus buenas doscientas toneladas.

Novelas y obsesiones aparte lo cierto es que durante la Alta Edad Media y hasta hace nada, un par de centurias, los marinos de todo el mundo se concitaban en la ruta de los cetáceos para cazarlos y así obtener su carne y lo que era más importante, la grasa que atesoraban en su cuerpo, que alumbraba las calles y habitaciones de buena parte de la humanidad.

De la ballena, todo se aprovechaba: grasas para jabón, glicerinas o velas

Más que grasa para alumbrar la ballena -el cachalote- aportaba su cabeza, exactamente el líquido contenido en su hermosa parte frontal, que es una especie de suave aceite o cera que arde con prontitud y fijeza, y que curiosamente lleva el impropio nombre de espermaceti, siendo así que ninguno de sus componentes tiene facultad alguna para engendrar.

Los marinos, una vez el animal flotaba yerto junto a su barco, se introducían por la cabeza y trasegaban a cubos los tres mil litros del esperma que se alojaban en dicho lugar, prosiguiendo con su tarea hasta no dejar rastro de su existencia. De la ballena, como del cerdo, todo se aprovechaba. Y algunas grasas, para perfumes; otras, para jabones; tantas, para glicerinas, aquellas para jabón, para velas, para margarina y otros aceites; y la carne para comer, que las proteínas ni se tiran ni se regalan.

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Semejante lucrativa actividad frenó de forma notable cuando el petróleo hizo irrupción en el mundo y se constituyó en combustible indispensable, por lo que el espermaceti dejó de tener seguidores más allá de lo que convenía a la industria perfumera, que era su segundo destino capital.

Decimos que la venida del petróleo frustró el negocio, que por otra parte, y por más que suene extraño, era de tipo financiero y no industrial, ya que las enormes cantidades de dinero que eran necesarias para el flete de los barcos y garantía de la inversión, hicieron de los aseguradores y banqueros los mayores defensores de su pesca.

Dinero y luz, porque a decir verdad, más allá de los inuits y otros habitantes de las regiones polares, la disposición de los gastrónomos para dejarse seducir por las ricas carnes del mamífero marino ha sido más bien escasa, siendo quizás ahora -cuando su pesca está prohibida y solo se aprovechan los restos de las capturadas para investigación- el momento en que Japón hace de sus carnes sushi y sashimi y ricas hamburguesas, que sustituyen con ventaja las que todos conocemos de ignotos productos cárnicos.

Reinterpretación de Jonás y la ballena
Reinterpretación de Jonás y la ballenaTANIA CASTRO

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