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EL APERITIVO | DE Marisol Limiñana

Gambas de Dénia, lágrimas de vermú rojo en los ojos

Mi primer recuerdo y conciencia del aperitivo: en el campo de mi tía Matilde, en el Rebolledo, en verano por supuesto. Embutidos, salazones, berberechos, mejillones y la típica frase que nos decían a los niños: "Luego no te vas a comer el arroz" (o el gazpacho de mi tía, hecho a la leña, de categoría). Pero caía todo. Ya más tarde he descubierto el vermú rojo, mi perdición. Últimamente, no sé si debo contar esto, me los prepara mi hijo, en copa de Martini con unos cubitos de hielo, con unos agritos, aceitunas, unas rodajitas de fuet, unas patatitas, algo sencillo. Quino y yo hemos descubierto además un blanquito con trufa y una butifarra de Mallorca que entran bien con todo en la carnicería de Ximo y Marisa en Mutxamel. Y si salgo con la pandilla gastronómica, Manolo se encarga de pedir. Ahí depende de la zona en la que nos encontremos, ya hemos ido a Carme Ruscalleda, a Quique Dacosta (¡las gambas de Dénia! Dos lágrimas me caen por las mejillas) y a Arzak (¡Díos mío los pinchos de San Sebastián! Tengo varias fotos con los ojos en blanco mientras me chupo un dedo), en breve iremos a Gastón Acurio, a ver con qué nos sorprende, pero el pisco no me hace mucha gracia, ya veremos. Si es invierno, pido vino directamente. Salvo en las escapadas de fin de semana a Vélez-Rubio, ahí siempre vermú rojo y unas almejas, huevas fritas, boquerones, hueva de atún con aceite y aceitunas partidas, muy mediterráneo. Aunque sea de interior me recuerda mucho a los aperitivos más alicantinos, mucha cerveza y mucha salazón.

Marisol Limiñana dirige el teatre Arniches

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