El 'big bang' de la psicodelia
Un filme reconstruye el viaje en autobús de Ken Kesey y Neal Cassady que fue el origen de la liberación de los años sesenta
El objetivo era llegar desde California a la exposición universal de Nueva York de 1964. En la cumbre de su fama Ken Kesey, autor de Alguien voló sobre el nido del cuco, emprendió un viaje en un autobús escolar con una docena de amigos, un arsenal de drogas alucinógenas y un equipo de cámaras que dejarían constancia de la aventura. Aquella delirante ruta fue la brecha que marcó el fin de la convencional década de los cincuenta. Aquí estaban los proto-hippies que arrasarían entre los jóvenes de esa década. El cronista Tom Wolfe se encargó de contarlo en Ponche de ácido lisérgico y de convertir ese autobús en carne de leyenda.
Aunque la idea era montar una película, Kesey y su alucinada panda no lograron editar el material rodado, cerca de 40 horas en 16 milímetros. El sonido no estaba sincronizado. Lo proyectaron tal cual en varias de sus fiestas ante un público pasado de LSD. El metraje acabó en un granero de Oregón, en casa del novelista. Los directores Alex Gibney y Alison Ellwood lo han rescatado ahora en Magic trip, documental de hora y media de duración estrenado este verano en Estados Unidos. "Lo busqué como el Santo Grial", dice Gibney, que reconoce que lo más complicado ha sido encontrar un hilo narrativo coherente. Los problemas con el audio los solucionaron gracias a una serie de entrevistas con los protagonistas que también encontraron en el granero.
Rodaron 40 horas de metraje que estuvo perdido en un granero de Oregón
El documental incorpora pequeños incisos. La historia arranca con una presentación de Kesey, un tipo aparentemente normal que se casó con su novia del instituto y competía en lucha libre en la universidad. Tras su éxito como novelista y en medio del shock del asesinato del presidente Kennedy, surgió la idea de cruzar el país en autobús. "Durante un tiempo fue una vía de escape. Luego se convirtió en un callejón sin salida", dice Gibney.
Entre los compañeros de viaje de Kesey se encontraban desde una joven profesora de Stanford hasta el héroe beatnik Neal Cassady, el alter ego del personaje Dean Moriarty protagonista de la novela En la carretera, de Kerouac. Él se ocupó de conducir y los demás se turnaban para sentarse a su lado y escuchar sus largas peroratas alimentadas de speed. El autobús lo pintaron de colores unas diez veces y lo bautizaron como Further (Más lejos). Las distintas etapas del viaje incluyen desde la accidentada salida -apenas doscientos metros después de arrancar se quedaron sin gasolina- hasta su paso por el sur segregado estadounidense, donde sin darse cuenta acabaron bañándose en un área reservada a la población negra, o su paso por Arizona, donde quedaron encallados en el barro y siguieron el viaje vía LSD, tripeando durante horas.
La policía les paró más de una docena de veces y ellos siempre bajaban con sus cámaras. Les rodaban mientras explicaban que trataban de hacer un documental. Nunca les detuvieron. Nadie en ese momento buscaba drogas, y este grupo al fin y al cabo iban vestidos con los colores de la bandera americana. En Nueva York desfilaron durante horas por las calles antes de arrancar una fiesta con el poeta Ginsberg, que les llevó a la mañana siguiente a la casa de Timothy Leary. Éste nunca quiso recibirlos. Lo suyo era un experimento controlado, no el desfase jovial y alocado de The merry pranksters (Los alegres bromistas), que así se bautizaron los viajeros del autobús.
Magic trip también reconstruye la historia de Kesey con el LSD. Lo probó por primera vez como parte de un experimento para tratar las migrañas en la Universidad de Stanford. "Es muy irónico", dice Gibney. "Los exámenes que condujo la CIA para probar drogas que podrían usar en los interrogatorios produjeron la explosión de la contracultura de los sesenta".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.