Feijóo deja hacer en el partido
El presidente evita comparecer como líder del PP y se desmarca de las polémicas de sus alcaldes - En las listas de las municipales dio carta blanca a sus barones
Nada más recuperar el poder, a la primera, con mayoría absoluta y en solo tres años, el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, hizo de la designación del Gobierno una demostración de fuerza. Sin concesiones a los barones provinciales, invistió a 10 conselleiros a su gusto y solo obedeció indicaciones del que fue su mentor político y actual tesorero del PP nacional, José Manuel Romay Beccaría. Incluso se permitió llamar a Nueva York a Roberto Varela, un desconocido en el partido, para entregarle la cartera de Cultura y Turismo. El presidente ratificaba así el comienzo de una nueva era, coherente con su filosofía de campaña, que se podía resumir en dos ideas: Feijóo es un líder sin pasado en Galicia que si gobierna "acabará con el caciquismo y el clientelismo en un día". Lo último lo llegó a prometer de forma textual en la recta final de sus mítines, antes de regresar a la Xunta.
Tras el fracaso de su pulso a Baltar, el líder evita cualquier conflicto interno
Hace como si las declaraciones del portavoz popular no fueran con él
Dos años y medio después, Feijóo sigue controlándolo todo en el Gobierno, supervisa las líneas generales de cada consellería y hasta revisa personalmente los comunicados de su gabinete de comunicación. Esa omnipresencia en la Xunta le ha llevado a desatender el día a día del partido que deja en manos de su secretario genral, Alfonso Rueda, y a dejar hacer a sus barones. En las listas de las municipales apenas metió baza, tal y como recordó a los presidentes provinciales de Ourense, Xosé Manuel Baltar, y Pontevedra, Rafael Louzán, durante la renunión de su ejecutiva el primero de agosto, para advertirles que la última palabra sobre la candidatura de las generales le compete ahora a Génova 13.
No siempre fue así. Hubo un tiempo en el principio de la legislatura en la que el presidente intentó mudar las oxidadas estructuras del partido que heredó de Fraga. Feijóo solía quejarse ante sus colaboradores más cercanos de las prácticas de Baltar en Ourense -y los consiguientes disgustos en forma de titulares-, lo que sumado a las presiones del sector más urbano del partido en aquella provincia, lo empujó a plantar cara al sempiterno clan ourensano. Auspició una candidatura rival en la que situó al número 3 del PP gallego, el portavoz Antonio Rodríguez Miranda, pero perdió en el congreso de enero de 2010 en el que Xosé Manuel Baltar, sucedió a su padre como presidente provincial, mientras el equipo de Feijóo lamentaba en privado las prácticas de la saga familiar.
Algunos compañeros del partido siguen lamentando que no hubiera levantado el teléfono para llamar a cada alcalde y tumbar a Baltar hijo. Apuntan que el presidente lo hubiera logrado sin problemas. Pero no lo hizo y desde entonces, el líder del PP opta por relajar su intervención en los conflictos internos. Cuando llegó el momento de cuadrar las listas de las municipales, dejó manos libres a los barones.
Ni siquiera interfirió cuando la nueva dirección del PP en Ourense decidió ajustar cuentas con el entonces portavoz municipal en el Ayuntamiento de Ourense, Enrique, Poly, Novoa, -a quien los Baltar consideraron un traidor por alinearse con su rival, el regidor de Verín, Juan Manuel Jiménez Morán, en el congreso de Ourense- para colocar al diputado Rosendo Fernández en el cartel de campaña en la capital de provincia, pese a saber por los sondeos que tenía menos posibilidades. La inacción de Feijóo defraudó al sector urbanita de los populares ourensanos, igual que disgustó entre las bases de Pontevedra que el presidente no hubiera intercedido ante Telmo Martín para que la concejal Guadalupe Murillo, hija de un histórico en el partido, el médico Diego Murillo, tuviese hueco en sus listas.
Ese dejar hacer al PP de Feijóo para evitar nuevos choques internos le llevó a tragar con la inclusión de tránsfugas e imputados en las candidaturas, por más que el líder repitiese en los foros internos e incluso en algún acto público que no era partidario de hacerlo. Si fue una pose, o el ansia de evitar nuevos conflictos de puertas para adentro, es algo en lo que discrepan los dirigentes consultados.
La estrategia de dotar de perfil bajo a todo lo que sucede en la sede regional del PP pasa por encomendar las ruedas de prensa a un portavoz, Rodríguez Miranda, con nula ascendencia sobre el partido. Pero sobre todo, por evitar respaldar sus declaraciones cuando éste saca los pies del tiesto. Lo ha hecho varias veces, las más evidentes cuando el presidente fue interpelado sobre las graves acusaciones de financiacón ilegal del PSOE sobre la supuesta trama corrupta que tanto Rueda como Miranda imputaron a Unións Agrarias. Y ha empleado la misma táctica cada vez que un alcalde suyo se ve envuelto en asuntos turbios. Si acaso, discrepa sobre ciertas actitudes en la sala de prensa, pero evita intervenir para corregir esas actitudes. Lo ha repetido en numerosas ocasiones, la última a propósito de la idea de la alcaldesa de Melón de nombrar a su marido -al que sucedió después de que este fuese inhabilitado por un juez- director general de ese pequeño ayuntamiento orensano. Feijóo dijo que él no lo haría en ningún caso, pero se negó a tomar cartas en el asunto. Tampoco lo hizo con los alcaldes de Fisterra y Mazaricos, imputados en graves delitos relacionados con la corrupción.
En los últimos meses la única vez que levantó el teléfono para ordenar un cese fue cuando se conoció la detención del concejal y entonces candidato en Santiago, Ángel Espadas -hoy jefe de gabinete en la alcaldía de Gerardo Conde Roa- por estar dormido y borracho al volante de un coche encendido ante un semáforo. Ese día la noticia saltó a los medios nacionales que tanto preocupan a Feijóo.
Cábalas sobre el adelanto y una crisis de Gobierno
El runrún sobre una inminente remodelación de Gobierno con la que se ha especulado en los mentideros del PP desde antes de las elecciones municipales ha llegado al Consello de la Xunta. Uno de sus integrantes apunta que no sería extraño que Feijóo, empeñado en liderar el programa de la austeridad, optase por reducir aun más el tamaño de su Gobierno, ahora que algunos de sus compañeros de partido ha conformado ún gabinete con menos carteras. De ser cierto, estaría solo en la cabeza de Feijóo, que no es muy dado a compartir sus planes con terceros, y, como mucho, de su secretario general y conselleiro de Presidencia, Alfonso Rueda.
El entorno del presidente niega que vaya a adoptar ninguna medida en ese sentido. Y eso que son legión los dirigentes consultados que admiten en voz baja la necesidad de hacer algún relevo, sobre todo en el departamento de Industria, donde Javier Guerra no acaba de responder a las expectativas y menos después de la detención del director que eligió para el Igape, Joaquín Varela de Limia, que ha tenido que ser relevado del puesto. Algunas de las fuentes consultadas admiten esa necesidad pero recuerdan que Feijóo ya tuvo muchos problemas para cerrar su gabinete, hasta el punto de que en algunas consellerías tuvo que conformarse con la que la que era su cuarta opción para el puesto.
El núcleo duro del presidente se muestra aun más firme cuando se le plantea la tesis -sorprendentemente cada vez más extendida- de que su líder abandonará Galicia para incorporarse a un hipotético Gobierno de Rajoy.
Según todos los asesores consultados, esa posibilidad no entra en los planes del presidente, quien repite en público y privado que "ser primer ministro de Galicia" es más que gestionar una cartera en Madrid.
Tras el anuncio del adelanto electoral de Zapatero, alcaldes de Pontevedra han pedido a Feijóo que anticipe también en Galicia los comicios para hacerlos coincidir con las andaluzas que se celebrarán en marzo. Uno de los conselleiros consultados comparte esta idea "para evitar que la sociedad pueda pasar factura a Feijóo por los recortes que inevitablemente ha de llevar a cabo Rajoy" si finalmente llega a la Moncloa. El presidente no se ha pronunciado, si bien lo que está absolutamente descartado es que las elecciones gallegas se celebren el 20-N con las nacionales.
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