Adiós a la reina del mantón
Blanca del Rey, icono del baile clásico, se despide de los escenarios en La Unión ante un público entusiasmado
Blanca del Rey es uno de los iconos clásicos del baile flamenco desde hace décadas, pues debutó siendo muy jovencita en el Corral de la Morería, donde todavía se la puede ver determinados días. El lunes se despedía de los escenarios en la cuarta gala del Festival del Cante de las Minas, en La Unión. Fue una actuación breve que incluyó, naturalmente, su célebre Soleá del mantón, verdadera filigrana barroca que recoge todas las virtudes del baile flamenco clásico, el que podía verse -interpretado mejor o peor- en todos los escenarios hasta no hace tanto tiempo, cuando se impuso el baile puramente gimnástico, acrobático y compulsivo.
Una lástima que se vaya retirando, vencida por el tiempo y las modas actuales, este tipo de danza que, aunque en el caso de Blanca es reinterpretado de forma muy personal y virtuosa, recoge toda la riqueza de lo que se llamó Escuela Sevillana. Evolución estilizada de los viejos cafés cantantes decimonónicos. Utilización de bata de cola, de mantón, pericón y otros elementos, además del braceo elegante, de la sinuosa y sensual sugerencia, de la cintura quebrada. Como dijo la gran Pastora Imperio: "Bailar, lo que se dice bailar, es de cintura para arriba".
Al acabar su actuación -su lección-, el público estaba entusiasmado. Blanca del Rey, lleno el escenario de flores, se despidió emocionada, llorando. Después abrió en el Paseo de la Fama de la localidad murciana la lámpara con su nombre, que se une a la de otros grandes del flamenco. Gracias a la bailaora por tantos años de belleza.
Antes había actuado el guitarrista Tomatito. Una larga actuación, tal vez excesiva, que comenzó muy contenida, con toques por tarantas seguido de tangos y alegrías. Hubo artistas invitados, como su propio hijo o el flautista Jorge Pardo, con los que hizo de forma brillante varios dúos. Al final el ritmo constante se impuso con muchos minutos de alegrías y, de nuevo, tangos.
A partir de ahora comienza el prestigioso concurso y continúa la densa actividad cultural. Una de las más destacadas ha sido la entrega al cantaor cartagenero Curro Piñana del premio al mejor disco del año por su Antología de los cantes mineros, editado por la Maison des Musiques du Monde de París. Una colección prácticamente exhaustiva de todos los estilos mineros, con la colaboración de importantes guitarristas, como Serranito, Cañizares o su hermano Carlos y su padre Antonio. Fidelidad a las fuentes y a las raíces y, al tiempo, recreación personal de estos cantes interpretados con privilegiada voz.
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