Encantador combinado
El centenario de Gian Carlo Menotti (1911-2007) ha propiciado la representación de dos óperas suyas en la sala Martín i Soler del Palau de les Arts: The Telephone (1947) y Amelia al ballo (1937). La sala resultó suficiente el miércoles. Se contaba como reclamo con la batuta de Plácido Domingo, pero en Valencia siempre es un riesgo salirse del repertorio conocido, por muy divertidas y asequibles que sean las obras. El programa se repitió ayer con otro elenco vocal. Ambos repartos están tutelados por el tenor madrileño: o bien pertenecen al centro de perfeccionamiento que lleva su nombre en el Palau de les Arts, o bien al que funciona en la Ópera de Washington (Domingo-Cafritz Young Artist Program), o, por último, han destacado en un certamen tan vinculado a él como Operalia. Las producciones fueron modestas, pero funcionales y bonitas. La dirección escénica de Jean-Louis Grinda acertó también en el movimiento de actores. Todos los solistas lucieron una firme desenvoltura.
CENTENARIO DE MENOTTI
The Telephone y Amelia al ballo. Solistas: Micaela Oeste, Javier Arrey, Jennifer Lynn Waters, Aldo Heo, Sébastien Guéze, Hagar Sharvit y Daniel Piscopo, entre otros. Orquesta de la Comunidad Valenciana. Coro del Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo. Dirección musical: Plácido Domingo. Dirección de escena: Jean-Louis Grinda. Palau de les Arts. Valencia, 13 de julio de 2011.
En ese encantador combinado Puccini-Broadway que es The Telephone, Micaëla Oeste necesitó calentar la voz para presentarla con seguridad y redondez. Muy bien secundada por Javier Arrey, la pareja gustó especialmente en el dúo final. Diez años anterior y también muy atractiva, Amelia al ballo no tiene todavía la concisión extrema y las preciosas pinceladas orquestales que tanto subyugan en The Telephone. Waters fue una protagonista de voz potente y bien timbrada, aunque quizá no demasiado sutil en cuanto a recursos vocales. Tanto el marido como el amante mostraron unos instrumentos algo apagados en la zona central y con más cuerpo en el agudo. Plácido Domingo jugó la carta del fraseo vivo y chispeante, pero no la del refinamiento sonoro. Pareció olvidar las pequeñas dimensiones de la sala, e hizo tocar a la orquesta con un volumen excesivo, tapando muchas veces a los cantantes (con la excepción de Waters). Pocas veces bajó del mezzo-forte. En cualquier caso, cabe aplaudir el apoyo a la programación de unas obras que, aun siendo populares en su día, hoy necesitan un impulso para recuperarse.
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