Hablemos de Siria
Soy una gallega de ascendencia siria. Viví entre silencios familiares, tabúes y expresiones contenidas en el Damasco de los años ochenta. Era un país aislado por un telón de autoembargo, de silencio, de omisiones y sospechas. De miedo al de arriba, al de abajo, al primo, al vecino de enfrente. Ni siquiera hacían falta delatores porque el propio miedo le protegía a uno mismo hasta de sus propios pensamientos. Nuestro regreso a España fue cerrar la puerta en gran parte a lo que sucedía en el país porque Siria no existía en los medios de comunicación occidentales.
Llevaba años escribiendo sobre la libertad, los derechos humanos y nuevas formas de comunicación, pero nunca había hablado de Siria. Tenía miedo. Por mí y por la familia que aún tengo allí. Sigo teniendo miedo a las repercusiones de hablar sobre un régimen que considera la libertad de expresión como una amenaza, pero eso ya no es excusa para el silencio cuando uno tiene espacios donde expresarse y la seguridad de un hogar y un pasaporte europeo.
Así que empecé a escribir sobre Siria, con las herramientas que tengo, en los foros donde me dan cabida. Con respeto por los ciudadanos sirios, con amor por mi país de origen, con indignación por el dolor y la pérdida injustificable. Sin pretensiones y sin aventurarme a opinar sobre cuál es el mejor camino hacia una transición democrática. Sin entrar a valorar la mejor forma de gobierno ni las vías políticas para alcanzarlo, porque no soy politóloga.
Hoy me gustaría dirigirme a la comunidad hispano-siria que todavía teme hablar y a la que cree que no hay nada de qué hablar. La reivindicación de libertad no tiene marcha atrás y, si ha habido un momento en nuestra historia reciente en el que "mojarse", el momento es este. No mojarse ya no es una opción. Porque la primavera árabe ha desatado la necesidad colectiva de expresarse, de encontrarse, de reivindicar el derecho a pensar diferente, o igual, como cada uno prefiera. Porque hay cada vez más herramientas y quien quiera expresarse encontrará la forma por más tupidos velos que se cosan. Porque cuando todos los sirios sean libres, les gustará haber sido de los primeros, y no de los últimos, en defender que la libertad es posible y necesaria.
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