El profesor Rojo
Seguro que en día tan triste se producen merecidos testimonios sobre la decisiva contribución de Ángel Rojo a la política económica española, al desarrollo institucional del sistema financiero, a la mejora de la imagen de España. Pero yo, además, quisiera dar testimonio del magisterio del profesor Rojo.
Un buen ejemplo se produjo con mi generación, en el curso 1966-67. Fue al año siguiente a la expulsión de la Universidad de cuatro catedráticos por motivos políticos y el año anterior al que la brigada político-social matara al estudiante de Derecho Enrique Ruano. En ese contexto tan poco propicio, Rojo coordinó un novedoso programa de estudios de posgrado que contó con los mejores profesores de la época y que atrajo a un conjunto de recién licenciados. Recuerdo el alto nivel de exigencia y como pudo desarrollarse a pesar de las hostiles condiciones.
Tras ese curso, algunos de los participantes del experimento, que continuó a lo largo de varios años, nos fuimos a universidades anglosajonas. Unos a la de Essex en Inglaterra, otros a la de Minnesota, en este segundo caso, inaugurando un flujo que ha continuado hasta hoy. El Profesor Rojo no solo contribuyó a que tomáramos la decisión, sino que nos facilitó la admisión. Esto constituye un aspecto importante de su magisterio: el impulso que dio para que muchas generaciones saliéramos a estudiar y nos aireáramos, personal e intelectualmente, en centros muy distintos de los españoles.
Puede afirmarse, sin ápice de exageración, que la salida de estudiantes de economía, que acabó siendo masiva y que ha producido un conjunto tan amplio de brillantes economistas académicos, nace y se desarrolla bajo el impulso del Profesor Rojo.
Para esas primeras generaciones al menos, su magisterio trascendió a la economía. Aún recuerdo cómo fuimos inducidos por Rojo a la lectura de clásicos de la literatura. Recuerdo lo mucho que disfrute con las novelas de Scott Fitzgerald sugeridas por Rojo y lo que me esforcé en avanzar por los siete volúmenes de En búsqueda del tiempo perdido de Marcel Proust.
La separación de la Universidad en 1984, por imperativo legal, no supuso el cese de su actividad docente. Impulsó la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA) y el Centro de Estudios Monetarios y Financieros (CEMFI), y mantuvo el contacto con estudiantes e investigadores en economía y en historia económica. Para algunos Rojo fue un personaje crucial en nuestro desarrollo profesional y personal, pero para muchísimos las consecuencias de su magisterio son mayores de lo que alcanzan a percibir.
Carlos Sebastián es catedrático de Economía de la Universidad Complutense.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.