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Reportaje:Elecciones municipales y autonómicas

El 15-M, el voto útil y el día después

El Movimiento convoca de nuevo a miles de personas y trabaja por concretarse

El Movimiento 15-M alcanzaba ayer una semana de vida. Cientos de personas arroparon las concentraciones de las capitales y municipios. A las 20.00, hora de las asambleas, ya se contaban por miles. La protesta ha engordado este fin de semana. Ha generado gran cantidad de actividades lúdicas, educativas y culturales y ahora encara de nuevo la ruta política después de elecciones. ¿Qué pasará? ¿Cómo concretarán sus propuestas y las lanzarán a la vida política? De momento, ayer muchos fueron a votar. Otros no. Las concentraciones continúan esta semana.

Paula, una joven de Burjassot, acudía con su saxo alto a la plaza del Ayuntamiento. La acompañaban tres amigos y aseguraba que iría a votar por la tarde. "Tengo que elegir a quien me representa", asumía "aunque no me represente bien". Cerca, Jimmy el malabarista practicaba con unas mazas a media mañana. No se llama así, pero prefería guardarse el nombre y así evitar que nadie le reconozca. "Paso de votar completamente", sentenciaba, "creo que es la misma mierda con distinto color. Prefiero las asambleas de aquí, sin partidos ni jerarquías". Jimmy, de 19 años, explica el caso de un pueblo del Pirineo donde no hay alcalde ni concejales, donde comparten e intercambian. "Como en mi casa", comparaba, "que los que vivimos somos todos payasos y estamos bien tranquilos".

Las concentraciones se mantienen esta semana en Valencia y Alicante

En mitad de la plaza, vestidos de amarillo y blanco, una cuadrilla de monitores de yoga se fotografiaba con un teléfono. Unos tenían intención de votar, otros pasaban y algunos no podían porque el pueblo les cogía lejos. A Marta, madrileña, le daba igual quedarse sin votar. "No me siento representada por nadie", explicaba, "además, carece de interés para mí". "¿Impuestos? Bueno, pagamos porque no hay más remedio", contestaba. Jyotin, valenciana de adopción, escuchaba a Marta y mostraba su desacuerdo: "Pero votando a uno de los pequeñitos quitas poder a los grandes", argumentaba.

Junto a las oficinas de la acampada, Airam, de 25 años, ya corría de buena mañana. Profesor de Informática, Airam había acudido a las urnas en Carcaixent antes de ir a Valencia. "Hay que votar, es mi opinión", decía con gesto amable, "nos ha costado mucho esta democracia y hay que votar". A pocos metros, Aaron, un veterano figurante de cine, explicaba a una reportera de televisión que había votado porque sentía que "a este mundo, así, tal cual funciona, le quedan pocos días". Luego se puso a reír, asunto que dominaba por su experiencia como risoterapeuta. "¿Que por qué voto?" repetía socarrón. La pregunta, quizá, le resultaba absurda.

La tarde cayó con dulzura, lentamente. Logística repartía bocadillos, macarrones y cuñas de sandía; los niños jugaban con aviones de corcho y punta de plastilina. La plaza aguardaba tranquila la asamblea de la tarde entre políticos de pega y fotógrafos espontáneos. De ser la primera vez, era complicado adivinar qué había ocurrido allí estos días, ¿Peligra el espíritu del Movimiento 15-M? ¿Los actos lúdicos de los dos últimos días pueden distraer a los indignados? Edgar, sociólogo de piel fina y melena lisa, opinaba que no. "Sin revolución cultural no hay revolución política", incidía, "Mucha gente piensa que mayo del 68 no sirvió de nada y eso no es así", continuaba, "pues supuso una verdadera revolución cultural, un cambio de perspectiva, de ver las cosas. ¿Cuántas veces has visto que se celebre un concierto como el de anoche en la plaza del Ayuntamiento?... No pasó nada, ¿lo viste? nada". "Aquí", insistía, "si no hacemos cosas, si no nos movemos la gente se iría a casa, se aburriría y no creo que por eso, por un concierto o unas cuantas actividades, la gente se olvide de por qué estamos aquí".

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En Alicante, la situación resultaba parecida. "Está votando incluso gente que no pensaba votar hoy", apuntaba ayer a las 14.00 David en la acampada. Se refería a él mismo, que con 24 años votaba por primera vez en unas elecciones. David explicaba que estos días "escuchando a personas que saben más que yo" se ha sensibilizado sobre la importancia de mojarse. Su comentario recibía el asentimiento de otros tres jóvenes que compartían con él una de las zonas de sombra habilitadas en la plaza de la Montañeta. Sentados en tres destartalados sillones, los cuatro insistían en la importancia de votar.

Solo Wail, de 19 años, no iba a hacerlo: vive en La Nucia pero está acampado y ha decidido no desplazarse. Además, asegura que el pueblo está contento con el alcalde del PP y por tanto cree que su voto no marcaría diferencias. A su lado, Rubén, de 23 años, sí iba a votar por la tarde. "No hay ningún partido que me convenza pero voy a votar a un minoritario". Sobre todo, está en contra del bipartidismo.

Ayer, en la plaza también se reflexionaba en los corros sobre la continuidad del movimiento y sobre los retos a los que se enfrenta. Los acampados tienen clara la voluntad de seguir, la duda era cómo canalizar las reivindicaciones de un movimiento tan heterogéneo. "Si hoy nos fuéramos querría decir que estamos contentos con la persona a la que se ha elegido y no es así, ni esto es por motivos electorales, aunque fue el arranque. Esto no acaba aquí", explicaba Rubén. Esta última frase la repetía en la otra punta de la plaza y tumbado sobre una manta Juan Rodríguez, nombre ficticio. El joven de 30 años, que lleva desde el lunes movilizado, había ido ya a votar y defendía que "lo que se promovía era el voto, pero inteligente".

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