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Columna
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Cambio de compañía

¿No se aburren ya de tanta campaña electoral? Todo el mundo con el mismo rollo y total para que después del 22-M nosotros sigamos igual de pobres y ellos a lo suyo. Es verdad que resulta difícil pensar en otra cosa, pero vamos a intentarlo. Últimamente las compañías eléctricas, las de móviles, los bancos y todo bicho viviente nos someten a agresivas campañas publicitarias para que nos cambiemos de proveedor. No es como antes, cuando las compañías eran únicas (¡Ah, aquel inolvidable monopolio de Telefónica con el que pudimos practicar el más exquisito masoquismo!). Ahora ya no se limitan a poner anuncios en la tele, sino que te mandan unos jovencitos a los que acaban de impartir un cursillo acelerado de marketing para que te sometan a interrogatorio molestándote en tu casa a todas horas. Y lo malo es que, como sabes que los pobres no encuentran otro trabajo, en vez de cerrarles la puerta en las narices mientras cabecean enfundados en un traje barato al que no están acostumbrados, acabas tragando y les prometes que llamarás a su empresa para apuntarte.

Pero no es fácil. Yo lo intenté con dos compañías de la luz, Frivoeléctrica y Caspadrola. Marqué el número de la primera y me salió una voz enlatada que, tras acogerme calurosamente, decía: si desea aumentar la potencia contratada, marque 1; si desea rebajar la potencia contratada, marque 1; si desea otra cosa, marque 1. Estupefacto, pulsé la tecla y la misma voz de antes me dijo: deletree el número de su tarjeta y procederemos a cobrarle de inmediato. ¡Pues sí que estamos buenos! -pensé-, lo siento por ese chico tan agradable, pero es imposible hacerse de Frivoeléctrica, así que voy a probar con Caspadrola. Esta vez era una voz de niña que me recordó la melodiosa cadencia de la chica que me había visitado en mi casa. Como antes, el sonido enlatado me envolvió insinuantemente y me dijo: si desea consuelo espiritual con la luz de las imágenes, marque 1; si desea luz de las nuevas tecnologías Cirius, marque 2; si desea luz del averno, repita tres veces "renuncio a Zapanás, a sus pompas y vanidades". ¡Vaya patinazo, resulta que Caspadrola, por mucho escote palabra de honor que luciese la niña, es una compañía concertada de colegio de monjas! ¿Y ahora qué hago? Otras opciones: en mi calle hay un quiosquero que dice que tiene el compromiso de proveer de pilas a sus clientes, en la falla te regalan el carbón al rojo vivo que sobró de las últimas fiestas y por tener hasta tenemos una vecina un poco verde que cuida luciérnagas en la bañera, pero suena poco profesional. No sé, la cosa está complicada. Me he quedado tan perplejo que he encendido la tele a ver si en las cuñas electorales, ya que no sirven para otra cosa, por lo menos me explican qué puedo hacer con el recibo de la luz. Todo menos seguir a oscuras cuatro años más.

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