_
_
_
_
_
Reportaje:

El gran laboratorio del mar

El buque 'Hespérides' supera con éxito el ecuador de su campaña para evaluar el impacto del cambio global - Los sondeos arrojan ya datos científicos únicos

Es casi imposible encontrar en el buque oceanográfico Hespérides una cubierta, una bodega, un rincón, que no esté aprovechado con algún instrumento útil para la ciencia: desde los pañoles llenos de equipos de investigación o refrigeradores para guardar muestras hasta el sobrepuente con los sensores atmosféricos y de radiación solar, pasando por los laboratorios, la sala de ordenadores, las sondas instaladas en el casco del buque o la cubierta desde la que se lanzan al mar diariamente los diferentes instrumentos para tomar muestras del agua, de la vida marina o de su estado de contaminación. Pese a sus dos décadas navegando como buque científico, ni el Hespérides ni su dotación ni los científicos y técnicos se habían enfrentado antes a una campaña tan especial como Malaspina 2010, cuyo objetivo es cruzar prácticamente todos los océanos del planeta (excepto los polares). Acaba de llegar a Honolulú, tras una larga etapa desde Auckland cruzando el Pacífico.

Algunas muestras se guardarán para futuros investigadores
Se harán estudios de genómica de organismos de las profundidades
Se ha descubierto fitoplancton a 4.000 metros de profundidad
En el proyecto participan unos 400 científicos españoles y extranjeros
Más información
Una jornada de trabajo científico a bordo del 'Hespérides'

"Hay problemas globales en nuestro planeta que exigen un enfoque global", señalaba Carlos Duarte, el coordinador de Malaspina 2010, en un acto organizado por el Instituto Cervantes en Sidney durante la escala del buque español en la ciudad australiana, atendiendo así a la vertiente de divulgación de la campaña en los puertos en que recala. Además, el homenaje de la expedición a la circunnavegación que hace dos siglos dirigió Alejandro Malaspina en nombre de la Corona española es una buena tarjeta de visita en esos actos.

"El objetivo de Malaspina 2010 es evaluar el impacto del cambio global en el océano y explorar su biodiversidad, haciendo especial hincapié en el sondeo continuado del océano profundo (a 4.000 metros), que es un gran desconocido", añade Duarte. Además, se sigue un plan de trabajo integral, tomando datos desde el agua hasta la atmósfera y su interacción en la superficie oceánica, atendiendo también a los efectos de la radiación solar, sobre todo la ultravioleta (UV), en los organismos marinos. "El balance de la media campaña es muy satisfactorio y hemos ido cumpliendo todos los objetivos que traíamos", comenta Susana Agustí, responsable de la campaña en el actual tramo del Pacífico durante una visita de EL PAÍS por invitación del CSIC. Además, han surgido ya cosas inesperadas que, aunque aún pendientes de análisis minuciosos, apuntan a un descubrimiento interesante: la presencia de fitoplancton a grandes profundidades, cuando no deberían estar allí estas formas vegetales en la oscuridad completa que impide su fotosíntesis, añade esta oceanógrafa del CSIC.

Campañas oceanográficas, de distinta envergadura y alcance, se realizan constantemente, pero ninguna actualmente tiene la intensidad y cobertura de la Malaspina, un programa financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (con aportaciones de varias instituciones y de la Fundación BBVA) en el que participan unos 400 científicos españoles y extranjeros. La circunnavegación la están cumpliendo los investigadores a bordo del Hespérides (de la Armada Española), pero un segundo barco, el Sarmiento de Gamboa, del CSIC, ha realizado también una parte, cruzando el Atlántico desde Las Palmas hasta Santo Domingo y regreso.

Parte de los instrumentos científicos del Hespérides van tomando datos continuamente, como los sensores de radiación, los cultivos de plancton en cubierta alimentados con agua de mar y sometidos a diferentes condiciones de iluminación o las ecosondas del buque que van explorando la biomasa marina. Otros equipos son de pesca y de toma de muestras y de datos físicos y químicos del agua, a diferentes profundidades. "En total está previsto hacer 156 estaciones de muestreos", explicaba Agustí.

Los escasos incidentes en Malaspina 2010 (un chigre que se estropea y que hay que arreglar sobre la marcha, unas redes de pesca de plancton que se rompen o el mal tiempo algunos días que dificulta la toma de muestras) han permitido hasta ahora realizar un trabajo científico intenso.

Montserrat Vidal, bióloga especialista en ecología marina y oceanografía de la Universidad de Barcelona, es una veterana en las campañas oceanográficas. En el rincón que se le ha asignado en un laboratorio del Hespérides se ocupa de analizar nutrientes del agua. "Cuando suben al barco las botellas que se bajan hasta 4.000 metros, se cogen las muestras para hacer los análisis. La mayoría se hacen en el barco, aunque otros los haré en Barcelona", dice. "Por los nutrientes podemos conocer la capacidad productiva y sus limitaciones potenciales, analizamos el nitrógeno, fósforo, hierro, carbono, etcétera...".

A pocos metros, Francesca Iuculano, becaria del Imedea (Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados), se afana con su trabajo sobre el efecto de la radiación ultravioleta y el incremento de la temperatura sobre las bacterias del plancton, estudiando la abundancia de células, su nivel de metabolismo, etcétera.

El equipo científico a bordo aglutina a unos 30 investigadores no solo de diferentes especialidades, sino también de variada experiencia: desde jóvenes novatos que han celebrado en Malaspina 2010 su bautismo de navegación hasta los más veteranos como Agustí, Duarte, Vidal o Eugenio Fraile, que se ocupa de lanzar las boyas de varios proyectos incluidos en el programa. También es un veterano del mar y de la biología marina el experto en zooplancton e ilustrador Miquel Alcaraz: tan pronto sale en las redes de muestreo algún espécimen interesante lo pone en el microscopio, lo observa y lo reproduce con mimo con sus acuarelas y tintas.

Arsenio Granados (Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra), trabaja con isótopos estables "que son como la huella dactilar de los compuestos químicos presentes en el agua". Con los equipos mide, por ejemplo, el CO2 en el agua, el carbono inorgánico disuelto, los nitratos, los compuestos volátiles como el metano... Duarte muestra el complejo de laboratorios del Hespérides, con una exhaustiva explicación de cada aparato. Destaca, por ejemplo, el avanzado espectrómetro de masas, heredero directo, por ser muy compacto, de los diseñados para los robots de exploración en Marte. "Es la primera vez que se usan en una campaña oceanográfica, fuera de los laboratorios habituales, en la Tierra", señala. También se detiene en los congeladores para conservar muestras a 80 grados bajo cero.

Hay dos tipos de colecciones poco corrientes que se están formando en el Hespérides: una es un duplicado de todo lo que se recoge y que será guardado sin tocar durante 30 años para que los científicos del futuro puedan analizarlos y utilizarlos como base, como retrato del estado del mar en 2010-2011 a partir del cual establecer comparaciones de cambio. Otro muestreo insólito, por lo novedoso y lo intensivo, es el orientado a la genómica de organismos de las profundidades marinas, algo que se ha hecho en pocos sondeos oceánicos hasta ahora y que Malaspina extiende a decenas de muestreos por el Atlántico, el Índico y el Pacífico.

Unos 15 millones de euros de equipos científicos van embarcados en el Hespérides, un 90% de los cuales están a cargo de la Unidad de Tecnología Marina, del CSIC, que, además, aporta los especialistas, técnicos e ingenieros, necesarios para utilizar muchos de ellos o para garantizar su buen funcionamiento y solventar averías de los mismos. "Es una campaña compleja en su programación porque es muy larga y los equipos sufren mucho, por lo que la prevención con los repuestos ha sido muy importante", explica Joel Sans, ingeniero de la UTM, responsable de electrónica. Su colega Joaquim Llinás, ingeniero químico, es el responsable de la UTM a bordo en el tramo entre Auckland y Honolulú y se ocupa de la instrumentación de los laboratorios, que "están a la última".

Los cuatro especialistas de la UTM y los científicos de a bordo se van turnando en los diferentes tramos de navegación, mientras que la dotación del Hespérides, de la Armada, no cambia en toda la campaña. Son 57 en total, al mando del capitán de fragata Juan Antonio Aguilar. "Vamos a navegar 216 días, desde el 15 de diciembre del año pasado, cuando zarpamos de Cádiz, hasta el 14 de julio, cuando llegaremos a Cartagena", explica el comandante del buque. "El balance, hasta ahora, es muy bueno, el Hespérides, como plataforma científica, responde perfectamente a las expectativas".

Los expertos del <i>Hespérides</i> preparan una de las redes de muestreo en la cubierta de popa.
Los expertos del Hespérides preparan una de las redes de muestreo en la cubierta de popa.A. R.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_