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Columna
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Piernas y sábanas

Si no fuera por Martín Códax, Meendinho y toda la panda de poetas medievales, los gallegos no sabríamos cuán arraigada está en nosotros la espera. El "eu atendendo meu amigo" -o similares- que canturreaban por San Simón está grabado a fuego en nuestro código genético. Bien es verdad que todas las culturas y religiones conciben la vida como una espera: solo hay que plantarse debajo de la marquesina y aguardar pacientemente al autobús que nos va a llevar a la vida ultraterrena; ya consista ésta en el premio o el castigo de las tres religiones monoteístas, el nirvana budista o los curiosos paraísos animistas. Hasta el más nihilista y ateo de los humanos sabe que la vida consiste en eso, en aguardar el inevitable final, al que vamos en el susodicho autobús; o en taxi, si es que nos ha ido mejor en este valle de lágrimas.

Muchas de las múltiples patologías de los gallegos se curan por aburrimiento

Los actores suelen decir que les pagan por esperar, bien por la siguiente toma en una película o bien por la entrada a escena en el teatro. Los gallegos -incluidos los actores- somos tan diferentes que pagamos por esperar. A cambio de nuestros impuestos y nuestras cotizaciones se nos otorga el honor de figurar en una lista de espera. Si las odiadas llamadas en espera son desesperantes para cualquiera, las listas de espera en el servicio público de sanidad, tan generosamente transferido a nuestra amada comunidad autónoma, ponen a prueba la capacidad de los gallegos para soportar situaciones desesperadas. Muchas de las múltiples patologías que padecen los gallegos se curan por aburrimiento, una opción desconocida para la comunidad científica internacional y que se podría patentar para cobrar royalties por la idea, que solo es peregrina porque estamos al final del Camino de Santiago.

Las listas de espera son un material de fácil manipulación en momentos electorales o en los recursos propagandísticos activados durante los aburridos interregnos. Es dúctil, no deja rastros, se adapta a cualquier ideología, aumenta y disminuye a voluntad de Gobierno u oposición, desaparece y reaparece como los naipes en manos del Mago Antón y se les aparece a unos pastorcillos para confirmar los Milagros de Nuestra Señora. En esencia, se trata de hacer públicos los plazos de espera con la esperanza de rebañar unos votos o de ocultar la siniestra intención de privatizar la sanidad. El taxi llega a todo filispí y el autobús está en un atasco: cúrese o muérase de asco. El personal sanitario anima a los usuarios a denunciar, quejarse, reclamar, patalear y hacer pública la escandalosa diferencia entre lo real y lo imaginario. (Si tanto está en juego, ¿por qué no usar la bomba de cobalto?) Al respecto, poco ha que anunciaba a bombo y platillo el Gobierno autónomo (el que va en auto pero no es autogobierno) la reducción de la espera en las listas para ver al matasanos a sesenta y pocos días. Mentira pocha. Probablemente muchos de los pacientes lectores de estas líneas han asistido directa -en sus propias carnes- o indirectamente -conocidos, amigos, familiares- al milagro de la dilatación y la contracción del tiempo: 60 días electorales son 18 meses del calendario oficial. Lo chocante es que un prodigio de tal magnitud no inmuta ni al Papa, ni al Gran Mufti, ni al Pope ortodoxo, ni al párroco de la esquina. Sorprendente, porque es un supermilagro que manda al guano a Einstein, a Darwin y a todos esos ateos relativistas y evolucionistas.

Gallegos somos y esperando vivimos. Para sobrevivir, a veces hasta echamos mano del refranero de rancio abolengo celtibérico, supuestamente plagado de verdades como puños. Para demostrar su falsedad basta con una simple reducción al absurdo que consiste en introducir un "entre las piernas" tras el primer término y un "entre las sábanas" tras el segundo (funciona siempre y debemos la información a Jorge Cabezas). Vean: "No hay mal entre las piernas, que por bien no venga entre las sábanas". Prueben con otro: "Ojos que no ven entre las piernas, corazón que no siente entre las sábanas". Y hay uno que viene al pelo a los pacientes de la sanidad pública gallega: "El que espera entre las piernas, desespera entre las sábanas".

julian@discosdefreno.com

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