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Reportaje:Estilos

Papel para la subversión

La revista 'El Estado Mental' disecciona el signo de los tiempos convulsos desde un rebelde elogio a la lentitud

Daniel Verdú

¿Y si los pitonisos que juegan a pronosticar la defunción del papel frente al universo succionador de Internet se hubieran equivocado? No tiene pinta, pero de momento, solo a veces, parece que corren buenos malos tiempos. El nuevo fenómeno editorial en España se llama El Estado Mental y es una revista física (sí, no tiene versión web) de 298 páginas en la que han colaborado 67 excelentes firmas con la única retribución de poder hacer las cosas como creían que debían hacerse. Eso, y quizá también el cierto placer que otorga la provocación.

Porque El Estado Mental, como señala el escritor y colaborador de la revista Marcos Giralt Torrente tiene algo de acto subversivo. Y era tan sencillo como hacer las cosas de forma parecida a como su director, Borja Casani (hombre muy dado a lo de mirarle las costuras al signo de los tiempos) las hacía a finales de siglo pasado con proyectos como La Luna de Madrid, Sur Exprés o El Europeo. "Pensé que no merecía la pena seguir haciéndolo porque ahora se trasladaba a la Red cualquier tipo de pensamiento u opinión. Pero a raíz de la transformación de 2007, crisis económica y cambio de paradigma general, pensé que cabía una reflexión. La idea del papel es sintética, es conseguir una síntesis que se convierta en algo físico y que quede ahí durante un tiempo", explica.

El proyecto es un elogio a la reflexión, a la conversación
Colaboran artistas, fotógrafos, escritores, pensadores y dibujantes de cómic

La subversión consiste también en dedicar casi dos años a construir un solo número, a venderlo en quiscos poblados de edredones y bufandas de equipos de fútbol, a no aceptar publicidad, a establecer una relación física con los colaboradores y a no imponer condiciones de tema, espacio o tiempo. El proyecto es un elogio a la lentitud y a la reflexión, a la conversación apacible. De ahí lo de Tenemos que hablar, el nombre del primer número. "En los últimos tiempos hemos ido corriendo hacia algún sitio que no sabíamos cuál era, y hemos llegado a la lentitud. La escena cultural debe adaptarse a esa velocidad. No tiene sentido jugarse las cosas a la promoción salvaje, al primer fin de semana de venta... Hemos utilizado los medios de 1991 y no pasa nada raro".

La mayoría de colaboradores ronda la treintena; son fotógrafos, escritores, periodistas, artistas, pensadores o dibujantes de cómic. Están Amador Fernández-Savater, Dan Perjovcshi, David Shirgley, Adam Jorquera, Julián Rodríguez, Fidel Moreno (El Hombre Delgado), Iker Seisdedos (redactor de EL PAÍS), Antoni Muntadas, Ajo, Juan Cavestany o Manuel Saiz. Como ellos defienden, es un experimento colectivo. Y si no funciona, dice Casani, pues a otra cosa. "El desafío es plantear una compilación de visiones del mundo actual. Es el resumen de una época descuadernada. La crisis y la sensación de estafa que ha generado requiere que volvamos a pensar la realidad en la que estamos, porque las respuestas anteriores no nos sirven", señala Fidel Moreno.

La revista (en realidad, casi un libro) no lanza una única respuesta. A través de fotonovelas, ensayos y relatos se proyectan visiones separadas del asunto que acaban compartiendo una misma melodía. Casani esboza algunas de las conclusiones que se desprenden del trabajo de un año, las conversaciones y los textos publicados. "Cuando superas los 45, los cambios son más lentos. Eres más o menos igual durante más tiempo. La sociedad occidental ha entrado en esa edad adulta, ve las disfunciones y acepta que las cosas no tendrán solución. Aquí no se producirían las revoluciones árabes. Porque aquí no sabríamos a quién echarle la culpa, porque es colectiva. ¿Dirección? Se transformará en una sociedad más justa, más seria, más consciente de sus límites y sus responsabilidades. En lucha contra unos sectores que necesitan agresividad comercial y vender rápido, pero que están en crisis. Están muertos". Al final, una nueva defunción narrada en papel.

<i>I'm dead, </i>ilustración para la revista de David Shirgley.
I'm dead, ilustración para la revista de David Shirgley.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes
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