Geraldine Doyle, la inspiración de 'Rosie la remachadora'
Su icono alentó a las mujeres de EE UU a trabajar durante la Guerra Mundial
Si el de Rosie la remachadora fue un icono cultural que alentó a las mujeres a mantener la producción industrial de Estados Unidos durante la II Guerra Mundial y abrió el camino cultural a los avances feministas de los años sesenta y setenta, hubo una mujer que lo encarnó como nadie: Geraldine Hoff Doyle, que en 1942 trabajaba en la fábrica de American Broach & Machine Company en Michigan, cuando un fotógrafo de la agencia UPI la inmortalizó, con su pelo azabache recogido por un pañuelo rojo a motas blancas. Aquello inspiró al artista J. Howard Miller, que la usó como modelo para un famoso póster, encargado por la compañía Westinghouse, en el que alentaba a las mujeres a unirse al mundo laboral al grito de "Podemos hacerlo" (We can do it).
Doyle falleció, el pasado domingo, en un hospicio de Michigan, según confirmó su familia. Tenía 86 años. Había nacido en aquel mismo Estado en 1924 y, después de acabar sus estudios de Secundaria, encontró trabajo como planchadora de metal en la fábrica de American Broach & Machine Company, a los 17 años. A pesar de que su imagen dio la vuelta al mundo en los años setenta y ochenta, como un icono pop, en realidad ella solo trabajó en el sector de la metalurgia durante dos semanas. Violonchelista avezada, dejó el puesto al enterarse de que la mujer a la que sustituía se había aplastado la mano en la plancha. Posteriormente, trabajó como librera en la localidad de Ann Arbor, se casó, tuvo seis hijos y acabó trabajando hasta los 75 años como gerente de la consulta odontológica de su marido, Leo Doyle.
Rosie la remachadora tuvo, paralelamente, su vida propia. Nació en 1942, en una canción compuesta por Redd Evans y John Jacob Loeb, en la que estos decían: "Está haciendo historia, trabajando para la victoria, Rosie la Remachadora". Fue un símbolo de lo que el Gobierno de EE UU buscaba: mujeres que mantuvieran la producción industrial intacta para abastecer al frente de guerra. En 1943, el ilustrador Normal Rockwell publicó una portada en el Saturday Evening Post' en el que mostraba a una rolliza pelirroja, de nombre Rosie, vestida con un mono de mecánico, comiendo un bocadillo en su descanso, con un pie sobre la autobiografía de Adolf Hitler. Pero fue la otra imagen, la inspirada por Doyle, la que el mundo entero asociaría a aquella mítica Rosie. Fue en los años setenta cuando ambas ideas se unieron como un embrión de la emancipación laboral femenina.
Doyle no supo que era la inspiración de aquel poster hasta los años ochenta, en que la imagen pasó de ser un mero anuncio a icono. Algunas veces habló de ello en público y, cuando lo hizo, fue siempre con modestia, como en una entrevista concedida al diario local de Michigan Lansing State Journal en 2002: "Se supone que una no debe tener demasiado orgullo, pero no puedo evitar estar algo orgullosa de ese póster... Solo me hubiera gustado saber que era yo unos cuántos años antes". El tiempo la recompensó con creces. Aquella imagen que inspiró ha dado la vuelta al mundo en carteles, imanes, camisetas y sellos y ha sido incluso archivada en el Museo Nacional de Historia Americana de Washington.
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