El gimnasio del rock
La Iguana, el más célebre de los clubs de Galicia, celebra su 20º aniversario
Aquel diciembre de 1990, Mijail Gorbachov presidía la URSS, Fraga era un recién llegado a la Xunta y Felipe González aún no había roto con Alfonso Guerra. En Vigo, dos iconos de lo que se denominó movida, el Manco y Ruralex, vivían sus estertores. Cuatro amigos unidos por su afición al rock, Fran, Fernando, Billy y Julián, apuraban la remodelación de un viejo gimnasio de la calle Churruca con el objetivo de ponerlo a punto para la noche del 13. Una multitud se agolpaba en la puerta cuando, pasada las 23.30 horas, dos más tarde de lo previsto, nacía La Iguana Club. 20 años y miles de noches después, Rita Hayworth es testigo desde su pared de la envidiable salud del autoproclamado templo del rock vigués.
Bardem fue cliente habitual y Green Day tocó antes de sumar premios Grammy
"La idea original era pasar página de aquello de la movida", dicen los dueños
Fran, Fernando, Billy y Julián se preguntan, todavía al frente del negocio dos décadas más tarde, cuál puede ser la clave de la longevidad del más célebre de los clubes de Galicia, que ya empiezan a frecuentar hijos de los clientes originales. Acaso el respeto granjeado con una programación que nunca bajó de los tres conciertos semanales; o su peculiar escenario, sumergido entre pasarelas que rodean a los músicos; o una decoración flamígera, repleta de instrumentos musicales y pin-ups, que conservan con mimo desde la inauguración. "A lo mejor es porque no es un bar para ver y dejarte ver, sino un lugar de encuentro donde pijos, jevis, chavales y veteranos pueden mezclar bien", tercia Fernando.
El boca a oreja y la publicidad espontánea siempre han funcionado en La Iguana. Gracias a esa capacidad especial para preservar el anonimato, es habitual encontrarse en alguna de sus dos barras a famosos de paso por la ciudad. Como a Javier Bardem y Luis Tosar, que se convirtieron en clientes fijos durante el rodaje de Los lunes al sol, el primero de ellos explorando sus dotes como dj. O, por poner un ejemplo más reciente, a los músicos de Motörhead, que este verano apaciguaron en su barra la adrenalina descargada horas antes en Castrelos. Su célebre camiseta con la iguana diseñada por Billy King, la misma que lució Bardem durante la promoción de la película de León de Aranoa, ha ejercido de embajadora, que los socios se han topado en los lugares más remotos del planeta.
La Iguana nació en cierto modo "para pasar la página de aquello de la movida", rememora Fran. Aunque parecía que hubiesen pasado mil años, hacía apenas un par de ellos que esa explosión urbana comenzara a languidecer, y los cuatro socios afrontaban el cambio de década con el rock entre ceja y ceja. Melenas y patillas desbancaron rápidamente a los pelos cardados, y el club tomó el relevo de los bares de los ochenta. A su alrededor comenzaron a proliferar más y más locales de copas, hasta apoderarse de todo un barrio que tomó su nombre de la calle de La Iguana.
"Como algunos de nosotros somos músicos, la idea era abrir un local donde poder hacer ruido y tocar, y nos gastamos un pastón en insonorizar, algo que no hacía nadie en la época", sigue Fran. Fundieron 30 millones de pesetas reunidos a duras penas y se pusieron el mono de faena para acondicionar el local. "Recuerdo que sacamos 20 contenedores con escombros del antiguo gimnasio entre los cuatro, y que acabamos de hacer la insonorización nosotros mismos, porque al final se nos daba mejor que a los obreros", relata.
Tuvieron que esperar unos cuantos meses de obras y permisos para estrenar su escenario con los neoyorquinos The Devil Dogs, y otros dos años más antes de ganar algo de dinero con un concierto. Fue con The Del Fuegos, en tiempos en que ellos mismos programaban como sala. Después llegaron los conciertos a taquilla, y ahora son los promotores los que se encargan de una programación que los socios supervisan con celo, para no perder el espíritu temático que debe definir a un templo del rock.
La selección musical hizo pasar por el escenario a unos jovencísimos Green Day antes de que se pusieran a coleccionar premios Grammy. La noche de aquel lunes, Fran recorrió los bares de la zona para reclutar espectadores que le diesen calor al concierto. Más público congregaron Offspring, que llegarían a vender más de 40 millones de copias de sus discos, pero que por aquel entonces llegaban como teloneros de otro grupo llamado NOFX. Nada más abandonar Mano Negra, Manu Chao sorprendió una noche a la clientela con una actuación sorpresa que aparece entre los mejores recuerdos de los socios, aunque se quedan con los conciertos de aniversario de cadas Navidades. En medio de una programación especial por el 20º aniversario, el día grande reunirá esta noche a una abundante selección de músicos de la ciudad. Celebrarán que, frente a la nostalgia, cualquier tiempo pasado simplemente fue anterior.
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