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Tentaciones
Reportaje:GENTE

Trabajar para el enemigo

Si tocasen esa salvajada que es Of walking abortion (De abortos andantes), o incluso A design for life, que es una inteligente meditación sobre los tópicos de la clase trabajadora, el asunto sería visto de otra manera, casi como una subversión. Pero me temo que van a tocar su último single", comentaba el viernes pasado el periodista y escritor británico Dorian Lynskey, quien publicará en marzo el libro 33 revolutions per minute, en el que analiza 33 canciones protesta de las últimas siete décadas.

Y llegó el domingo, el momento en que Manic Street Preachers, los tipos que en su primer single decían haberse partido de risa el día en que John Lennon murió, que declararon el festival de Reading un Chernóbil cultural, vendieron a miles de fans camisetas con frases de Marx o Kierkegaard y se gastaron más de un millón de libras en organizar un concierto en La Habana y un apretón de manos con Fidel Castro, iban a actuar en la versión británica de Mira quién baila. Hicieron playback —solo la voz en directo— sobre su último single, un inane tema de pop orquestal titulado Some kind of nothingness.

"Parece una afrenta descomunal a su legado político, pero en su caso creo que incluso tiene sentido. Es solo un programa de televisión. Siempre han querido ser populares. Hubiera preferido que tocaran otra canción, pero bueno...", recordaba el lunes Lynskey a propósito del grupo que años atrás hizo playback en Crónicas marcianas, donde fueron presentados como "la mejor banda del mundo" por Coto Matamoros, otro personaje acostumbrado a mantener con el establishment una relación basada tanto en la sumisión como en la subversión. "The Clash se negaron a actuar en Top of the pops, pero luego se partieron el culo para triunfar en Estados Unidos. A la vez, Under pressure, de Queen y David Bowie, es una canción con un mensaje político muy potente. Dudo que muchos de los que la han bailado durante décadas lo sepan. Lo mismo sucede hoy con la música de M.I.A., por ejemplo", recuerda Lynskey. La diferencia podríamos hallarla no en la enorme cantidad de gente que jamás ha prestado atención al mensaje de las letras, sino en el hecho de que la minoría que sí lo hace antes creía y ahora sospecha".

"Cuando fiché a M.I.A. no me importaron sus ideales políticos", comentaba este pasado verano Jimmy Iovine, capo de Interscope. Esta semana, la Tamil ha paseado sus ideales confrontacionales, sus beats prestados y sus estilismos imposibles por los escenarios de Madrid y Barcelona, donde ha sido presentada como alguien que juega en la misma liga que Madonna o Lady Gaga. Si en una entrevista come patatas fritas con perfume de trufa en el Beverly Wilshire mientras declara sin pudor su desdén por Bono y que "mientras los artistas pop piden una oportunidad a la paz, yo se la pido a la guerra", lo que se recuerda del acontecimiento es el menú y el entorno —supuestas pruebas de que la tipa es un fraude—, no las palabras y el mensaje que estas puedan contener. "Los artistas sufren un escrutinio brutal. Internet está lleno de gente pendiente de hallar contradicciones en todo discurso. Debemos recordar que los músicos tienen un conocimiento epidérmico de los problemas globales. Antes eso no les impedía escribir canciones de tinte político. Ahora parece coartarles", apunta el periodista. "El problema se encuentra también en que, desde los noventa, el cinismo y la suspicacia se han adueñado de las audiencias", recuerda Mark Greif, editor de la revista de ensayo sociológico y cultural N+1. "Esto provoca que todo artista sea sospechoso y toda frase con un mínimo de fuerza sea tachada de eslogan".

"Véndete, mantén el interés / El amor ideal es tu nueva adquisición / Un mercado de los sentidos / Renuncia al pecado y al vicio / Sueña con una vida burguesa". A finales de los setenta, Gang of Four editaba esta sátira del capitalismo. A finales de 2010, el riff del tema era utilizado para anunciar el último producto de Microsoft. ¿Vendidos por un puñado de dólares manchados de bits? ¿Sutil ejercicio de rebeldía otoñal? ¿Promoción casi viral de su próximo disco? "Podría ser todo eso. No debería escandalizarnos", recuerda Lynskey. El verdadero problema tal vez se encuentre en que si alguien escribiera hoy un tema así, lo tacharíamos de idiota o, peor aún, de hipócrita.

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