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Entrevista:ESTHER TUSQUETS | Escritora

"La izquierda prohíbe tanto como la derecha"

Cuando uno empieza a leer Pequeños delitos abominables (Ediciones B), de Esther Tusquets, tiene la impresión de que la escritora le va a regañar porque es maleducado, impuntual o vanidoso. Pero no. Nada más lejos de la realidad. Este libro tiene varias ventajas: la primera, gozar de la prosa excelente de la autora; segundo, disfrutar de las anécdotas de las que parte, que son muy suculentas, y tercero, el placer de reconocernos en muchas de las situaciones que describe y critica Tusquets: la mala educación, la falta de sensibilidad, la indiferencia ante el dolor ajeno, la vanidad o el arribismo.

Pregunta. Vivimos más tiempo y envejecemos mejor, dice, pero ¿hay espacio para los viejos?

Acaba de publicar el libro de reflexiones 'Pequeños delitos abominables'
"He podido hacer lo que he querido. Lo que me quede es de regalo"

Respuesta. Veo un mundo de gente mayor. No entiendo bien por qué la gente quiere vivir 20 años más. Tengo 74 años y he podido hacer todo lo que he querido. Todo el tiempo que me quede será de regalo. Sé de qué hablo. Creí que iba a morir

P. Pero ¿qué dice?

R. Primero me rompí el fémur. Me caí, me dolía mucho, fui a urgencias y me dijeron que no tenía nada roto. Pero me seguía doliendo. Todo el mundo me decía que estaba deprimida. Volví al hospital para que me recetaran analgésicos más eficaces y entonces me dijeron no solo que estaba roto, sino que había un desplazamiento y el hueso estaba astilllado. Me operaron. Aún voy un poco coja.

P. ¿Qué más pasó?

R. Al poco de regresar a casa, me volví a sentir mal. No podía respirar bien, me faltaba aire. Todo el mundo volvió a decir que estaba deprimida. La depresión resultó ser una gravísima neumonía. Afortunadamente dieron rápido con el antibiótico adecuado.

P. Quizá por eso en su catálogo de delitos abominables ocupan un lugar destacado médicos y enfermeras.

R. No quiero generalizar, pero sí. He sufrido el despotismo de las enfermeras.

P. La manía de prohibir es otro de sus delitos.

R. Cuando éramos jóvenes luchábamos por la libertad en mayúscula, la política, y también por las libertades individuales. ¿Qué tenemos ahora? La izquierda prohíbe tanto como la derecha. Y la gente está encantada, son como un cuerpo de policía. Como esa cruzada contra el tabaco.

P. Habla usted en su libro de "la gozosa ferocidad antitabaco".

R. Es que los anti lo hacen con recochineo. En lugar de decir: "¡Qué pena!, ¿sabe usted que aquí no se puede fumar?", lo dicen con retintín. ¿Creen que van vivir 1.000 años más por no fumar?

P. ¿Fuma usted?

R. No. He luchado por fumar, pero no me gusta. A veces fumo por solidaridad.

P. Cuando habla de agresiones telefónicas, cita a Pere Gimferrer.

R. Pedro, yo le conocí como Pedro Gimferrer. A mí no, pero es capaz de llamar tres veces al día a Ana María Moix. Siempre la llama cuando jugamos a las cartas, y por mucho que ella le diga que está en una partida, él a lo suyo. Solo considera importante aquello que lo es para él, o su obsesión del momento. Si tuviera que resumir este libro, diría que trato de explicar que, más que pensar en uno mismo, hay que ponerse en el lugar del otro.

P. En Pequeños delitos abominables salen menos nombres que en Confesiones de una vieja dama indigna.

R. Casi ni uno. La que se armó entonces. Broncas por todas partes, los que salían porque salían y los que no también protestaron.

P. Hablando de memorias, va a escribir unas mano a mano con su hermano, Óscar Tusquets.

R. Llevamos sólo 40 folios. Yo no repetiré nada de lo que ya he contado. Se centran en la infancia con pasos adelante. Acaban cuando Óscar termina Arquitectura y yo empiezo con Lumen. Me interesan porque significa adentrarse en el conocimiento, como un redescubrimiento de mis padres y de mi hermano.

P. Dice en el libro que votará a los socialistas el día 28.

R. Al final acabaré votándoles, ¿qué hay si no? A CiU nunca. A ICV, si fueran con los socialistas. Todos los otros son terroríficos. Perderemos, pero seguiremos adelante como podamos.

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