Henryk Mikolaj Górecki, compositor polaco
Una grabación de su 'Tercera sinfonía' le convirtió en un superventas
Era considerado un pionero del minimalismo en música clásica por la aparente simplicidad de sus armonías. Los críticos le han comparado con Pierre Boulez o Karlheinz Stockhausen. Sin embargo, Henryk Mikolaj Górecki, fallecido ayer en un hospital de Katowice (en el sur de Polonia) a los 76 años, fue sobre todo un compositor del alma, un intérprete del espíritu. Su "concentración hacia adentro", como se dio en llamar, no supuso, además, ningún obstáculo en su camino hacia el reconocimiento público.
En 1992, una grabación de su Tercera sinfonía -incluida en las bandas sonoras de películas como Fearless (sin miedo) o Basquiat- se convirtió en uno de los mayores éxitos de ventas de la historia discográfica. Pese a eso, la fama no le hizo "feliz". "Me gusta, pero no me ha cambiado", dijo en una entrevista con este periódico. "La gente piensa que he comprado casas y coches lujosos, que vivo rodeado de bellas mujeres o que juego al tenis, pero mi vida sigue siendo la de un compositor que sigue su camino".
Pionero del minimalismo, fue comparado con Boulez y Stockhausen
Su camino había empezado con estudios de música en Katowice y en París, aunque Górecki se dio a conocer en todo el mundo en los años setenta, sobre todo gracias la Sinfonía nº 2, Copérnico, y la Tercera, también conocida como la Dolorosa. Estos trabajos situaron al polaco en la vanguardia de la música clásica y sus éxitos le abrieron las puertas a colaboraciones con la Orquesta Sinfónica de Londres o el American Kronos Quartet.
Virtuoso de varios instrumentos, Górecki se graduó en la Academia de Música de Katowice, en la que años despúes se convirtió en profesor hasta su renuncia por sus desavenencias con el Gobierno prosoviético. Durante su carrera nunca olvidó los valores católicos, reflejados en trabajos como el himno Totus Tuus (1987), dedicado al entonces Papa Juan Pablo II. Casado con la pianista Jadwiga Ruranska, Górecki conoció la miseria y la fama, pero nunca perdió el sentido del humor. "El año pasado", contó en una ocasión, "se me acercó una señora para felicitarme. Me dijo que mi música era maravillosa y me explicó la sensación de placer que sentía cuando, para relajarse, escuchaba mi sinfonía en una bañera repleta de espuma. Yo me limité a preguntarle si estaba sola en la bañera...".
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