El enigma Raya Martin
Este filipino de 26 años no solo es un cineasta de vanguardia reverenciado por la élite cinéfila. También es fan de Sexo en Nueva York 2.
Con 26 años, Raya Perfecto López Martin acaba de formar parte del jurado del último festival de San Sebastián, que el domingo entregó la Concha de Oro a Neds, de Peter Mullan. Además, es el primer director de cine filipino aceptado en la Cinéfondation Residence del festival de Cannes, algo así como el péndulo de la crítica del cine contemporáneo. Una serie de honores que a menudo hacen oscilar su inusual figura entre la genialidad y la pantomima.
Este fan confeso del cine de terror de Wes Craven, Carpenter o Cronenberg comenzó su precoz proceso de aprendizaje documentando las bodas, bautizos y cumpleaños de su familia. Gracias a ellos desarrolló una inclinación hacia la observación sin contaminar el ambiente en el que se infiltraba. A los 18, presentó La isla del fin del mundo (2005), donde retrató el aislamiento de los pescadores de la isla de Itbayat provocado por los fuertes ciclones que azotan el norte del archipiélago filipino. Lo hizo con apenas una cámara y un guión reducido a simples anotaciones desordenadas. "Filmo, filmo y filmo para después tener un material sobre el que montar", revela. "No concibo la dirección de una manera tradicional. Ni siquiera lo llamaría dirección, es una colaboración".
"Es muy barato comprar una cámara y rodar sin rendir cuentas a nadie"
En Autohistoria (2007), relató la ejecución del revolucionario filipino Andrés Bonifacio y su hermano Procopio en 1897 en una decena de planos secuencia. Un acercamiento al cine mudo que, lejos de acentuar lo teatral, lograba un efecto hiperrealista. "La implantación del sonoro destruyó el cine. Es muy difícil crear belleza cuando tienes que pensar en la relación audiovisual", razona.
EP3. A su edad, sorprende el activismo político que desprende su cine. ¿Prima este sobre la universalidad de los sentimientos que retrata?
Raya Martin. Me gusta mezclarlo todo. Soy un joven viviendo en un mundo globalizado, hablo inglés como un americano y he vivido en otros países. Pero crecí en Manila, y mis raíces están allí. Me resulta inevitable trabajar con símbolos filipinos que conecten con un sentir que, más que universal, es generacional. Recuerdo una frase de Pedro Costa: "El cine debe ser una puerta cerrada, descubrir una habitación dentro de él". Cuanto más te des cuenta de que la vida es diferente para cada uno de nosotros, mucho más rico será el cine que puedas llegar a crear.
EP3. ¿Qué le molesta del cine actual?
R. M. Los productores. Esta sensación que invade el cine por la que tienes que intercambiar una idea por dinero. Es muy barato comprar una cámara y rodar lo que te apetezca sin rendir cuentas a nadie. En general, el cine es aún demasiado tradicional.
EP3. ¿Son rentables sus películas?
R. M. Por supuesto que no gano dinero con estas películas, pero estoy muy feliz con el éxito que tienen y con que me permitan sobrevivir.
EP3. ¿Un director como usted es capaz de disfrutar viendo algún taquillazo?
R. M. Claro. Sexo en Nueva York 2, por ejemplo, me encanta. La vi justo en el vuelo que me trajo a San Sebastián. Me pareció una idea genial, una especie de metacine. Además, adoro la televisión. Yo realicé una película, Rita, en la que una niña crece literalmente viendo sus programas favoritos. Creo que plasma perfectamente la manera de desarrollo que hemos tenido los jóvenes de mi generación. n pedro canicoba
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