Ajos y banderillas

La singular decoración, en la que conviven los jamones con las ristras de ajos y las banderillas, nos transporta en un aire a tiempos pretéritos a la vez que nos sumerge en el ambiente de la gastronomía popular, que hizo de las tabernas el refugio de los platos regionales.

El Granaíno, local de honda tradición, sigue acogiendo en su barra y en las mesas del comedor adjunto a un público entregado, que aprecia sobremanera el jamón cortado a cuchillo ante sus ojos o las frituras de pescado con marcado aire andaluz, a la vez que se impregna de los sabores que surgen de la cocina y que no son otros que los de la ensaladilla, el pulpo seco y las salazones, las ortiguillas y los boquerones, a la vez que se adorna con productos del cercano mar, como los cangrejos de Santa Pola, trasunto liviano de las nécoras gallegas, estas de mayor entidad y sabor.

Los platos mayores gozan de las mismas propiedades que los antes dichos: los callos con garbanzos se expresan de forma superlativa merced al brillante color rojo por mor del abundante pimentón que los adorna, y surgen melosos al paladar; los huevos rotos con chanquetes se benefician del buen punto de la fritura para que el conjunto resulte interesante merced al contrate de texturas entre la suavidad del huevo y el crujiente del mínimo pescado; y el bacalao frito con tomate y pimientos resulta sabroso y contundente pese a mostrar alguna sequedad en sus láminas producto del exceso de cocción.

Además, y en juego interminable de las autonomías, arroces melosos de mariscos, pescados de todo tipo y las habituales carnes, que se ven complementadas con los cada vez más aceptados platos de cuchara, como el rabo de toro o las manitas al pimentón.