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Reportaje:Faltan siete días para el Mundial de baloncesto

"Rudy debe aceptar su suplencia"

McMillan, técnico de los Blazers, analiza su relación con Fernández, multado con 19.500 euros por pedir públicamente su agente que le traspasen

El corpachón de Nate McMillan tapa los focos que iluminan la pista de la Caja Mágica. Esa inmensa espalda, coronada por una cabeza rapada, es la que ve Rudy Fernández desde su sitio en el banquillo de los Blazers de Portland. Esa profunda voz es la que escucha el español el jueves al otro lado del teléfono. Y ese entrenador que jugó 12 temporadas en Seattle, presente en Madrid como asistente de la selección estadounidense, es el que aguarda a que el internacional mallorquín le explique cómo es posible que la NBA le haya sancionado con 25.000 dólares (unos 19.500 euros) después de que Andy Miller, su agente en Estados Unidos, dijera esto: "La relación es irreparable. Portland y yo hemos mantenido muchas conversaciones y la situación se encamina hacia un choque de trenes porque la perspectiva que tiene Rudy de lo que quiere ser y hacer es diametralmente opuesta a lo que ellos piensan. La impresión que tengo es que está perdiendo el interés por jugar en la NBA y que preferiría volver a Europa".

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"Lamento que le haya pasado esto a Rudy porque no es algo que quieras ver", reaccionó ayer el técnico en conversación con este diario. "Como entrenador, me centro en el equipo y los jugadores que tienen contrato. Rudy lo tiene. Me preparo para que, cuando empiece la NBA, vista nuestro uniforme. ¿Lo hará? No lo sé", siguió; "creo que solo Rudy y yo conocemos nuestra situación. Es un jugador talentoso y, como entrenador, intento aprovecharlo. Respeto el talento de Rudy. Respeto lo que puede hacer. Entiendo que Rudy era una estrella en su país y que ahora debe aceptar un papel de reserva detrás de un jugador del All Star [Brandon Roy]... Y entiendo que aceptar eso debe de ser duro para un jugador".

Estado Unidos llegó el pasado martes a Madrid. Sus gigantes aterrizaron con entrenadores a su altura. McMillan, un hombre como una montaña, entre ellos. El asistente vio cómo sus chicos se entrenaban el miércoles en un partidillo de simulacro que contó con árbitros -para que se fueran adaptando a las reglas FIBA-, cronómetro y mesa de anotación. Luego, ayer por la mañana, asistió a la disección de ese encuentro en vídeo. Y entre medias intentó hablar con el jugador por teléfono. Este, sin embargo, no respondió a sus llamadas hasta el jueves. Miller habló de dos trenes a punto de chocarse. McMillan y Rudy son los maquinistas.

"Ha sido una buena conversación", argumentó McMillan. "Quería saber cómo estaba: no jugó contra Brasil [por una lesión en el adductor]. Hablamos de eso y de alguna otra cosa", continuó; "Rudy es un gran jugador. Soy un enamorado de su juego. Me gusta su estilo, que pueda tirar, que sea de esos tíos con capacidad para abrir la pista. Defiende inteligentemente. Tiene lo que llamo pies de tenista: pies rápidos".

McMillan alaba a Rudy. Rudy, sin embargo, juega menos de lo que quiere con McMillan (de media, 8,1 puntos, 2,6 rebotes y dos asistencias en 23m 2s). ¿Por qué? "El año pasado tuvo un arranque lento", explica el entrenador; "vino de jugar con España [el Europeo de Polonia] y tuvo problemas en la espalda. Teníamos un equipo muy profundo, que nos obligaba a rotar cuatro jugadores en su puesto. Así que no tuvo muchos minutos. Todos tuvieron que sacrificarse. Fue duro para todos".

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