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Entrevista:MÚSICA | Entrevista

La belleza de lo que surge al azar

El tecno y el ambient crecieron cuando Michael Rother militaba en Kraftwerk, Neu! y Harmonia, pero el músico sigue reconstruyendo aquellos sonidos con Hallogallo 2010, Neu! "He cambiado mis métodos expresivos", dice

Curioso como los afluentes del rock van a desembocar en el caudal principal, de qué modo la periferia acaba afectando los actos centrales de esta música que un día fue espejo de su tiempo. Uno escucha el primer álbum del dúo alemán Neu!, aparecido en 1971, y descubre en sus flujos internos y líricas epifanías pistas de un futuro forjándose inminente. En los levitantes diez minutos de Hallogallo, en ese sonido motorizado que nos propulsa hacia el inmediato porvenir, germinaban las simientes del tecno y el ambient. No extraña que Neu! haya sido referencia para David Bowie y Radiohead, Sonic Youth y Wilco.

"Sigue siendo el tema más popular de Neu!", explica uno de sus creadores vía telefónica desde Forst, en el centro de Alemania. "Hay muchas otras, pero Hallogallo conserva esa magia, me sigue pasmando cada vez que la escucho por su misterio. Lo cierto es que su estructura es muy débil, si quitas uno o dos de los elementos, producto del azar de aquel momento, todo se derrumba. Creo que eso es parte del misterio, y me sigue sorprendiendo. Es también la esencia de lo que intento hacer actualmente".

"La música debe ser producto de una mentalidad clara, accesible sin la ayuda de drogas"

Para Michael Rother (Düsseldorf, 1950), que vuelve a reconstruir aquellos sonidos junto al batería Steve Shelley bajo la marca Hallogallo 2010, Neu! es ya historia desde la muerte en 2008 de su antiguo socio y némesis Klaus Dinger, quien despuntaría comercialmente tras el divorcio con su otra banda La Düsseldorf. Ambos se habían conocido en unos primerizos Kraftwerk, huyendo como disidentes para crear Neu!, cuyo crucial legado recuperan los cinco microsurcos incluidos en The Neu! Vinyl Box para regocijo de viejos y nuevos oyentes del llamado krautrock, escena que dio respuesta centroeuropea al imperialismo anglosajón creando una nueva identidad que se apartaba del pop y el beat. Una idiosincrasia que compartían con otros proyectos, fuesen Tangerine Dream o Popol Vuh, y afectaría a las siguientes hornadas de músicos británicos. Los gigantescos Can serían epítome de aquel esplendor en plena guerra fría.

Volviendo al homónimo álbum debut, en la intimidante Negativland están ya los cromosomas que articularían el mecánico, pasional vocabulario de Joy Division. Y en su tercer elepé Neu! 75, destaca la rabiosa Hero, manual de instrucciones para un vocalista que pondría el mundo patas arriba, Johnny Rotten. En la parquedad de sus portadas, siempre el mismo título autorreferencial descuidadamente estampado, se adivinó la estética antiego del punk. Pero, ¿por qué en Alemania y no en otro país continental? Irritados por las conservadoras estructuras de poder asentadas durante la posguerra, a finales de los sesenta los jóvenes alemanes veían cómo su vacío identitario se veía infectado por el virus del cambio.

"Ese fue el clima en el que crecí y mi conciencia de la situación política y cultural se hizo muy clara", explica Rother. "La guerra de Vietnam nos llevó a discutir la influencia dominante de la cultura angloamericana. Fue un proceso complicado, muchos jóvenes artistas alemanes compartían esa sensación. Yo sentía el deseo de dar con una solución a ese problema. Quería crear mi propia personalidad artística, y para lograrlo era necesario olvidar todo lo aprendido. Antes de unirme a Kraftwerk, yo era un guitarrista que copiaba a Beatles o a Hendrix, pero pronto perdí el interés. Aquello era el pasado, y no estaba claro qué dirección iba a tomar el futuro, pero sí que debíamos empezar con elementos musicales muy básicos, un ritmo, una nota, una idea, y dejar atrás la música pop. Esa era la situación y cada músico llegó a un resultado distinto. La idea era desarrollar una escena libre de ídolos, algo que hacías por ti mismo y representaba tu identidad".

A menudo, se centraliza Mayo del 68 en Francia, cuando fue igualmente profunda su huella en Alemania, dando lugar al radicalismo de bandas armadas como la Baader-Meinhof. Pero Rother era un ser pacífico, creía en el cambio a través de la no violencia; su ansiedad por dar con un nuevo yo era tan acuciante como la de quienes arrojaban piedras o explosivos, pero jamás hubiera impuesto sus ideas por la fuerza. "Me negué a hacer el servicio militar en 1969, al acabar mis estudios", explica. "El Ejército era algo imposible para mí. Hubo una vista y tuve que convencer al tribunal de mi objeción de conciencia. Fue duro, trataban de engañarte con preguntas tendenciosas para llevarte a la contradicción, como: ¿qué harías si tu hermana fuese violada por un soldado ruso?, ¿le dispararías...?". Convencido a regañadientes el tribunal, Rother optó por el servicio social e, interesado por la psicología, trabajó año y medio en un manicomio. Era la época en que empezaba a cuestionarse el tratamiento psiquiátrico y lo recuerda como una de las etapas más gratificantes de su vida.

Tras su breve paso por Kraftwerk, donde la unión de ambos planteaba un pulso a los designios de Florian Schneider y Ralf Hütter, Rother y Dinger sienten que sus ideas se complementan, uno la melodía nada amanerada y el vuelo sin motor, el otro un ritmo incesante, metronómico, elocuente. Ponen en marcha un proyecto cuyo nombre (¡nuevo!) resultaba tan diáfano como su música, luminosa y oscurantista a un tiempo, siempre imprevisible, hipnótica, inquisitiva. Apuestan por la espontaneidad en el estudio de grabación, jamás hablan de música ni hacen planes, cada uno salvaguardando su visión, sus ideas sobre lo que debe ocurrir. "Algo como Hallogallo no se puede planear, o al menos yo no puedo, quizá Johan Sebastian Bach hubiese podido", ironiza Rother. "No podría imaginar todas esas melodías yendo adelante y atrás, las guitarras entretejidas, fue el resultado de un trabajo muy espontáneo. Siempre me consideré el más experimentador, Klaus tenía ambición de estrella rock. Si escuchas La Düsseldorf y lo comparas con mi otro grupo Harmonia, creo que es obvio quién era el que experimentaba".

Sólo diez meses después de su debut, inician un segundo trabajo que bautizarán Neu! 2. Defendiendo su independencia creativa, costean la grabación para entregar un disco acabado a la discográfica, pero se quedan sin presupuesto tras meter en cinta veinte laboriosos minutos y deben finalizarlo en una larga sesión nocturna. "Klaus en ese momento tomó las riendas y rellenó la segunda cara con sus locuras, algunas de los cuales sigo sin poder escuchar, me dan náuseas", confiesa Rother. "Dinger era valiente. Lo que al principio era un rasgo positivo, más tarde, cuando perdió contacto con la realidad, fue problemático, no se podía razonar con él. Pero ambos estuvimos de acuerdo en incluir Neuschnee y Super, dos temas de un single que la discográfica no había promocionado. Los pasamos a distintas velocidades y los incluimos; la reacción de crítica y público fue desastrosa, pensaron que les tomábamos el pelo".

Aquellas críticas no afectarían su tendencia a explorar sonidos inéditos, nuevos métodos creativos. "Yo he cambiado mis métodos expresivos, debes cambiar a lo largo de los años", reconoce Rother. "Te mantienes tú mismo, pero al tiempo cambias. Empecé sólo con guitarra y bajo, luego esos sintetizadores baratos. En los ochenta, el ordenador musical Fairlight hizo que me interesara más por la electrónica, me fascinaron las posibilidades de esas máquinas, pero en los últimos años he regresado a la guitarra. Ahora disfruto combinando guitarra y electrónica. En música, especialmente trabajando con ordenadores, los accidentes son a menudo más interesantes que el plan original. Has de estar alerta y olvidar tu intención primera, estar abierto a algo nuevo, mejor. Esto me sorprende a menudo. No sé cuantas veces habré ignorado sin saberlo algo mejor que mi idea original. Pero sé que a veces he percibido la belleza de lo que surge al azar".

La volátil relación entre Dinger y Rother se rompe tras Neu! 75 y, aunque hubo otros encuentros y desencuentros -y el polémico álbum Neu! 86, publicado por Dinger sin permiso de Rother-, el dúo deja de existir. "No tuvimos problemas musicales, sino personales, y eso dificultaba que nos comunicásemos", aclara Rother. "Klaus estaba en esa época muy frustrado con su vida. Su novia le había dejado y andaba desesperado, lleno de frustración y rabia, un sentimiento que conectó con algunos jóvenes británicos, que vivían algo parecido por razones sociales y económicas. Adoptaron ese sentimiento puro y asombroso que Klaus expresaba en Hero, uno de mis temas favoritos de Neu!, una primera toma que suena como un primer prensaje de aceite de oliva. Me gustó la impronta del tema, aunque no compartiese su miseria, pues en esa época yo era feliz, tenía novia, disfrutaba con Harmonia".

Compartía Harmonia con Dieter Moebius y Hans-Joachim Roedelius, los brujos kosmiche del dúo Cluster. Llegaron a colaborar con Brian Eno: durante una visita en 1976 pasó doce días grabando con ellos, bocetos e ideas que no saldrían a la luz hasta años después. Sin embargo, pese al nombre -que, confiesa Rother, adoptaron con un guiño irónico- también aquella música etérea surgía del conflicto: "Formábamos buen equipo, pero éramos tres personalidades con cualidades muy distintas. Desde el primer día competimos por ver quién tenía la mejor idea, no éramos jipis cegados por la yerba disfrutando de cada nota que producíamos. No niego que alguno tomara drogas, pero mi idea es que la música debe ser producto de una mentalidad clara, accesible sin la ayuda de drogas. Debe ser fuerte, maravillosa, no apartarse de su objetivo".

Así podríamos definir la que se escuchó en el último Primavera Sound, con Rother evocando el pasado frente a un público joven, manifestando que, cuando se crea desde sólidos principios y una pureza de espíritu capaz de disolverse en el sonido, la música no acusa fecha de caducidad.

Michael Rother, en el Lincoln Center de Nueva York, el pasado 6 de agosto.
Michael Rother, en el Lincoln Center de Nueva York, el pasado 6 de agosto.CORDON PRESS

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