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Mi vida en la leprosería, por la baronesa Thyssen

Ninguna sorpresa ha significado para quienes seguimos, desde hace décadas, la trayectoria de la baronesa Thyssen, de soltera Tita Cervera, éste su último, por el momento, experimento vital: encargarse de la puesta en marcha, primero, y las tareas de organización, después, de la leprosería Konturba Nivara Thaksu de Salavisnuvantha, en el estado de Orissa, en la lejana India.

Y decimos que no ha sido sorpresa porque recordamos sus anteriores intentos de llevar el consuelo a los más desfavorecidos. El primero, hace ya unos cuantos años, fue aquella idea maravillosa, tan propia de Tita, de hacer vivir el arte a quienes no han podido acercarse al gozo de contemplar un Cézanne o un Picasso. Así que cuando con tantas penalidades llevó su colección -copias, todo hay que decirlo- a las tribus de los Kamayura, Kalapalo, Yawalapiti, Kapayo y otras, en la cuenca del Amazonas, en Xingú, todos aplaudimos aquella original iniciativa cultural. Bien es verdad que la gira tuvo un éxito moderado, dado que las risas de aquellas tribus primigenias cuando veían un cuadro de Van Gogh impedían transmitirles una correcta interpretación de la historia del arte. Tampoco llegó a cuajar, una lástima, aquella escuela de restauradores que montó en la aldea de Agnibilékrou, en Costa de Marfil.

Hoy, finalmente, Tita ha decidido dedicarse, en cuerpo y alma, a esta labor ímproba de vivir para los demás. Tal es su entrega, su abnegación con aquella causa, que a pesar de su natural reservado no duda en explicarnos en estas breves pero intensas memorias, cómo se reserva para sí las llagas más torturantes, las heridas más espantosas de quienes se acogen a su establecimiento, decorado, por cierto, y con un gusto exquisito, por el mismísimo Pascua Ortega.

Por último, y como gran colofón al libro y a la encomiable labor de Tita, ha significado para todos una gran alegría la noticia que nos tenía reservada en el prólogo: su hijo Borja, de cuya vida de sacrificio ya ha dado abundantes muestras, se encargará de seguir el proyecto de la leprosería, en el caso de que Tita desfalleciera. ¡En qué mejores manos podía quedar una obra de tal magnitud!

Edita: Fundación Las Llagas, SA.

SCIAMMARELLA

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