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Laboratorio de ideas
Columna
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Bancos a prueba de esfuerzos

Emilio Ontiveros

Esta fue, en su origen, una crisis crediticia. Es decir, de confianza. Los bancos, recuérdese, dejaron de fiarse unos de otros ante las dudas, primero, acerca de la localización de los activos infecciosos derivados de un proceso de titulización hipotecaria en Estados Unidos, en el que concurrieron casi todos los errores posibles de todos los operadores. Luego, esa desconfianza encontró vías de alimentación en las especificidades de algunos sistemas bancarios nacionales cuyas economías compartían con el epicentro de la crisis algunos de los elementos desencadenantes de esta.

Es importante tener muy presente que el debilitamiento de la confianza en los sistemas bancarios, en su solvencia y liquidez, no solo se fundamentó en información cierta, sino también en gran medida en conjeturas, presunciones, acerca del impacto sobre sus recursos propios de la erosión en la calidad de los activos. La disposición de información suficientemente relevante, la transparencia, reforzó su papel de propiedad esencial en el funcionamiento de los mercados, en la superación de los fallos iniciales. Especialmente en los mercados mayoristas, los interbancarios, donde las entidades de crédito captan gran parte de su pasivo con el fin de atender sus funciones de intermediación.

Será mayor la reducción de la incertidumbre cuanto más amplio y menos excluyente sea el detalle de las pruebas

No hace falta insistir en que esas limitaciones en el procesamiento de información tienen efectos tanto más adversos cuanto más bancarizadas son las economías: cuanto más escorados se encuentran sus sistemas financieros hacia esa conformación de los basados en las relaciones bancarias frente a los que pivotan sobre los mercados. En los primeros, la contracción crediticia está siendo mayor y más serias sus implicaciones: la mortalidad empresarial -la inversión y el empleo- está estrechamente asociada al racionamiento del crédito. Y, en ultima instancia, la modernización de las economías. De ahí que sea en aquellas donde los bancos tienen un mayor peso específico en las que los ejercicios de transparencia sobre la salud de estos sean más necesarios. En algunas de ellas, como se comentaba en el artículo de esta misma sección del 31 de mayo pasado, los sistemas bancarios, lejos de contribuir a la solución de la crisis, están constituyendo parte del problema. La normalización de su funcionamiento es una precondición para la recuperación del crecimiento económico.

En España, desde luego. El deterioro de la confianza en nuestro sistema bancario se ha hecho más explícito a medida que avanzaba la crisis. Los problemas de acceso a los mercados mayoristas, la manifestación de la desconfianza de sus colegas, están teniendo un mayor impacto que en otros sistemas bancarios. De ahí la necesidad de asentar la evaluación de riesgo no en presunciones poco fundadas, sino en información relevante y de calidad. Sobre esta base, el anuncio de la difusión individualizada de los stress tests es una buena noticia. Desde estas mismas páginas se sugirió la conveniencia en los momentos iniciales de la crisis de aumentar la transparencia, suministrando información más allá de la habitual sobre la situación patrimonial del conjunto del sistema crediticio. Se debería hacer aunque los resultados de algunos operadores no fueran suficientemente aceptables. Lo peor en estos casos es tardar en despejar las incógnitas.

Esas pruebas de esfuerzo son herramientas utilizadas en la gestión de riesgos que permiten evaluar el impacto potencial sobre una entidad de un evento específico y/o de un movimiento en un conjunto de variables financieras. No son previsiones de resultados, sino respuestas a determinadas hipótesis o escenarios. Sus antecedentes, métodos de aplicación, así como su coexistencia con diversos métodos de gestión de riesgos, aparecen en diversos documentos del BIS (el del Committee on the Global Financial System, de enero de 2005, es bastante completo). Desde hace años, por tanto, son prácticas bastante habituales en la gestión de riesgos de las entidades bancarias y de sus supervisores, quienes las llevan a cabo de forma periódica tanto de forma individual como agregada. En el contexto de las actuaciones frente a esta crisis fueron las autoridades estadounidenses las que primero las utilizaron, en el primer semestre de 2009. Sobre esa base se establecieron las correspondientes ampliaciones de capital de los bancos y la normalización de la confianza en aquel sistema financiero.

En la propia UE, en la primavera de 2009, el Comité Europeo de Supervisores Bancarios (CEBS), siguiendo el mandato del Ecofin, realizó stress tests con los balances, correspondientes a 2008, de los 26 mayores bancos europeos, los de proyección transfronteriza. Los resultados de ese ejercicio fueron presentados al Ecofin de octubre de 2009, pero, lamentablemente, no se publicaron los resultados individuales.

En junio de este año se han repetido esas pruebas para los grandes bancos europeos (entre ellos, el Santander y el BBVA) y se ha decidido ampliarlas a otros de tamaño medio y pequeño, siempre con ese mismo fin de establecer la suficiencia de capital. Los análisis se han hecho para 91 entidades, representativas del 65% del sector bancario de la Unión Europea, con la condición de que estuvieran al menos el 50% del mercado nacional de cada Estado miembro. Entre ellos están casi todos los bancos y cajas de ahorros españoles, incluidos los grupos integrados en SIP (en los que comparten riesgos, solvencia y rentabilidad), tras la asignación de recursos del FROB. Los resultados se harán públicos el 23 de este mes de julio.

Según destaca en su última nota el CEBS, ahora se ha evaluado no solo la resistencia y capacidad de los bancos para absorber shocks macroeconómicos que puedan generar episodios adicionales de riesgo de mercado y de crédito, sino también los riesgos soberanos, así como el grado de dependencia de los bancos de las medidas públicas de apoyo. Se entiende que a partir de los resultados que esas pruebas ofrezcan se concretarán las decisiones de recapitalización de las entidades bancarias que lo necesiten. Por eso es razonable que la ministra Salgado haya solicitado formalmente una prórroga en la vigencia del FROB: por si acaso.

Los escenarios macroeconómicos simulados contemplan una serie de variables básicas (evolución del PIB, desempleo, etcétera) que se diferencian para cada economía. Junto a ello se incorporan condiciones adversas en los mercados financieros, en particular en los de bonos públicos, a los que algunos sistemas bancarios están particularmente expuestos. El peor de los escenarios contemplados en términos agregados supone una contracción de tres puntos porcentuales en el PIB de la Unión Europea respecto a las previsiones de la Comisión Europea a lo largo de un horizonte de dos años.

Supuesto el rigor en su elaboración, la oportunidad de la amplia difusión de esas pruebas de esfuerzo deja lugar a pocas dudas, dada la brusca e intensa erosión en el valor de muchos activos que esta larga y severa crisis está ejerciendo. La particularización de esta nueva fase de la crisis en la eurozona, en sus mercados de deuda pública, renueva la virtualidad de esos ejercicios. En mayor medida para España. Los efectos reductores de la incertidumbre serán tanto más explícitos cuanto menos excluyente y más amplio sea el detalle de las pruebas. En todo caso, para que las ganancias de credibilidad sean suficientemente explícitas es necesario que la divulgación de todos los resultados individuales sea, además de amplia, simultánea.

A estas alturas no se trata de cubrir el expediente, sino de difundir información suficiente para que los mercados mayoristas vuelvan a funcionar. La decepción sería costosísima.

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