Lorenzo impone su ley
El piloto mallorquín de Yamaha repite victoria en Holanda por delante de Pedrosa y Stoner
Lorenzo impone su ley. La ley de la selva, la del más fuerte. Donde la naturaleza se encarga de marcar jerarquías. Donde queda poco espacio para las sorpresas. Como en el campeonato de MotoGP, donde todo empieza a ser previsible. La mejor moto de la parrilla, la Yamaha, y el piloto en mejor estado físico y mental, Jorge Lorenzo, lo ganan todo. Ayer ocurrió otra vez. Y ya van cuatro victorias en seis grandes premios. Además de dos segundos puestos cuando las cosas no funcionan bien.
Cuatro victorias, además, en las que ha ofrecido carreras para todos los gustos: más o menos sufridas; remontando posiciones tras una mala salida; con adelantamientos en que bien ganaba el interior en la frenada, bien probaba a superar por fuera a sus rivales, intrépido, relamiéndose porque le gusta la acción; marcando el ritmo desde la soledad de la cabeza de la carrera, abriendo un abismo entre él y el resto; o desde la pole, sin desembarazarse del engorro de sus perseguidores, también rápidos, también brillantes pilotos. Pero no lo suficiente. Como ocurrió ayer.
Aunque rodó pegado a Lorenzo, Pedrosa ni siquiera hizo un amago de adelantarle
Lorenzo, que ya no falla en las salidas, salió lanzado. Y, tal y como se preveía tras un fin de semana en el que fue el piloto más rápido en cada una de las sesiones, desde el primer entrenamiento libre del jueves hasta la sesión matinal previa a la carrera, dos vueltas le bastaron para obtener más de una décima de margen con el segundo, entonces Ben Spies. Sin embargo, la distancia no fue en aumento. Todo lo contrario.
Ocurrió que Dani Pedrosa, que andaba de cabeza desde que llegó a Assen, dio la misma mañana de la carrera con un buen arreglo para su moto -tiene tantos problemas con su Honda que no acertó a explicar con qué tecla habían dado: "hemos cambiado tantas cosas que no sabría qué decir"-. El catalán recuperó el ritmo y la sonrisa. Y, tras una salida excelente en que remontó desde la sexta a la tercera posición, adelantó a Spies para colocarse segundo. Hizo un par de giros algo más rápido que Lorenzo y en seis vueltas ya estaba a una décima de éste. Acompañado en su ataque, por vez primera este curso, por Casey Stoner, que volaba -encadenó seis vueltas a 1m34s, tiempos que sólo alcanzaron ellos tres-. Volaba como solo lo hizo en Qatar, la primera carrera del año, en la que se fue a tierra y donde empezó su mala racha.
Los espectadores se frotaban las manos. ¿Algo de emoción era posible? Lorenzo, en su deseo de convertirse en un robot infalible, empujó un poco más. Logró distanciarse poco más de medio segundo. Suficiente. No hubo siquiera un amago de adelantamiento en Pedrosa, que rodaba apenas unas décimas más lento que el mallorquín, a quien parecía tener a tiro, pero nunca al alcance. Y a falta de seis vueltas para el final las distancias aumentaron hasta superar los tres segundos. Y de nuevo fue suficiente incluso para que Lorenzo salvara un imprevisto: el neumático trasero de la Yamaha, que empezaba a deslizar a final de carrera, le dio un buen susto a dos vueltas de la meta, en la entrada a la chicane (una sucesión de curvas): "Casi salgo volando", reconoció después el piloto. Pero no lo hizo. Y entonces supo que ya nada ni nadie podría con él. A pesar de que ayer sí tuvo rivales de altura. Le acompañaron en el podio Pedrosa, a su derecha, y Stoner, a su izquierda. Aunque el Mundial sigue teniendo un único dueño: le llaman Giorgio.
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