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MI MUNDIAL | HÉCTOR ABAD FACIOLINCE. Escritor colombiano | Sudáfrica 2010 | La otra mirada

"Escobar se murió en los brazos de una amiga mía"

Serán los años, pero nunca ningún Mundial de fútbol me ha apasionado y gustado tanto como los primeros dos que vi por televisión: el de México en 1970, y el de Alemania en 1974. El de México lo vi en blanco y negro y quedó campeón el equipo de mis afectos en ese momento (ya no): el Brasil del mágico Pelé. La magia del otro, el del 74, está ligada para mí al hecho de que por primera vez asistí a un Mundial en colores. Con ese Mundial mi país, Colombia, inauguró la televisión en color y quizá por ese motivo mi recuerdo se tiñe del color de mi equipo favorito (que perdió la final, ay, con Alemania Federal; las dos Alemanias participaron con equipos distintos): la Naranja Mecánica. El gran equipo de los Países Bajos jugaba al fútbol como se juega al ajedrez: con pensamiento, con planes, con esquemas, con aperturas y maravillosas jugadas de laboratorio. Eso era asistir al bautizo de un nuevo fútbol enfrentado al viejo. Aunque quizá ese nuevo fútbol que en ese momento se inventó es el que ha terminado por acabar con el buen fútbol. Cada vez más los Mundiales se me parecen más a un campeonato de ajedrez en el que se enfrenten dos computadoras. Casi todos los equipos juegan muy parecido. Ha llegado el momento de cambiar algunas reglas, de inventar algo nuevo. Si no, el fútbol se volverá soso y aburrido, como ha sido hasta el momento este último Mundial. Hay que volver al de los genios individuales, que fue el de México 70; o al de las grandes novedades técnicas, que fue el de Alemania 74. Si no, nada volverá a ser igual. Pero tal vez estoy envejeciendo y nada más.

El recuerdo más triste que tengo asociado con los Mundiales es el del asesinato de Andrés Escobar, un gran defensor del equipo colombiano, culpable de haber hecho un autogol en el Mundial de Estados Unidos. A Andrés le dispararon en Medellín, mi ciudad, y se murió en los brazos de una amiga mía, desangrado en un taxi, por la brutalidad y la furia de unos bárbaros que quizá habían perdido algunos millones con sus apuestas estúpidas. Después de eso hasta el fútbol quedó teñido de violencia en mi país.

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