El latido del mundo
¡A un euro, a un euro! Lunes, ocho de la mañana. El mercadillo semanal de ropas y potes extiende sus tenderetes en torno a la iglesia de San Valero. Comienza el ciclo del barrio. Gitanos y payos venden sostenes, cojines, cazos. Las mamás ecuato-bolivianas, criatura enfajada, revuelven, regatean, están en su salsa. A pocos metros, el mercado de toda la vida. Tomates de huerta, alcachofas, embutidos. Hoy haré arroz caldoso, comenta una señora con ufanos rulos a un chico con pin del orgullo gay. En los bares del perímetro, ociosos y parados beben su estrella. El fontanero milita en su local y el cerrajero en el suyo. Están localizados. Suena el golpe del seis doble en un mármol de distribuidores de pescado. Alguien pregunta por el menú del día en la barra. En la esquina de Cádiz con Literato Azorín, cuatro negros de Camerún juegan una partida de cartas con elegancia de príncipes. Enfrente, se vende comida preparada. Un ejecutivo medio se desabrocha la corbata y entra. La lotera cierra para comer. Un joven rastafari compra lirios en la floristería del chaflán. Violonchelos y guitarras expanden sus ensayos por las ventanas. El cubano sirve bien los carajillos y en invierno el sol calienta las mesas de fuera. Bicicletas para ir a tomar café a las librerías, bicicletas para comprar libros en los cafés. Pareja de rumana y argelino abren negocio. Niños con todos los colores del arco iris salen de las escuelas. Apenas caben en las aceras, que se quedan nimias ante tanto universo. Más allá de Dénia, primero Marruecos y luego China. En los balcones pancartas domésticas exigen el paraíso: un parque, un colegio, zona peatonal. En los bajos crecen las asociaciones de ayuda como embajadas de ultramar. En la calle Sevilla bullen el arte, el diseño y la vanguardia. Creadores a la última cuelgan lienzos y sueños con el pálpito de la orilla izquierda. Casales falleros, escuelas de yoga, rehabilitación de lofts. Al caer la tarde todo este cosmos sale a la calle. Foulards, palestinas, sharis, hiyabs. Las mesitas se pueblan de viajes, conquistas, libros, cine, proyectos. Los partidos de fútbol, en La Tasca. El azulón del cielo se mezcla con el azulón de la lechera policial. Todo el mundo se saluda. Una picaeta, un humus, un bocata y ya cenados. Filosofía de altura en La Flor, entre John Coltrane y Camarón. Por las calles suenan guajiras cubanas, mantras de Pakistán, blues del desierto y Sinatra. En el linde con la estación, hay puertas con bombillas rojas que marcan la frontera del amor mal visto. Pero el lunes, a las ocho, una voz volverá a gritar ¡A un euro, a un euro! y el latido del mundo reanudará su vaivén a escala reducida. Esto es Russafa.
Emilio Garrido es periodista y autor, entre otras, de la novela Aire de fuga (Efecto Violeta, 2009).
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