Dos lenguas en un mismo corazón
Les robo el título a Los Tigres del Norte, que han sabido plasmar en sus canciones los aspectos más complejos de la vida a ambos lados de la frontera norteña de su país, México. Ellos hablan de "dos patrias", pero en estas complejidades las lenguas suelen andar también por el medio, pues, como Pessoa y tantos otros han dicho, nuestra patria es nuestra lengua (o nuestras lenguas).
Con menos música y de modo más académico, la última encuesta del Instituto Galego de Estatística (IGE) viene a decirnos que los gallegos queremos a nuestras dos lenguas. Muchos lo sabíamos ya, pero no viene mal que nos lo recuerden de vez en cuando mediante procedimientos contundentes. Sólo un 16% de los nacidos en Galicia prescinde totalmente del gallego, mientras que sigue siendo la lengua habitual del 61,35%. Dejo fuera al cuarto de millón de residentes que han nacido en otras tierras, pues en la mayoría de los casos sus opciones no son las mismas que las nuestras; por eso estas cifras son algo diferentes de las que han salido en la prensa hace un par de semanas.
Muchos aceptamos que el gallego es la lengua propia de Galicia, pero no que el castellano nos sea ajeno
Quienes últimamente se han venido movilizando para que sus hijos tengan una educación exclusivamente en castellano, tal vez deban revisar su creencia de que les aseguran un futuro mejor al educarlos como si el gallego no existiese. El gallego es útil, y lo es ante todo para aquello para lo que deben serlo las lenguas: para vivir en donde uno vive. Cualquiera que sea la profesión que desempeñen mañana nuestros escolares de hoy, van a estar rodeados de usuarios del gallego, por lo que les será muy provechoso sentirse cómodos al relacionarse con ellos en esta lengua, independientemente de los derechos lingüísticos de cada cual y del grado de centralidad que deseen otorgarles en sus vidas.
Prescindir del gallego no es un buen plan, ni siquiera en las áreas urbanas más relevantes, pues hay en ellas un porcentaje importante de personas que lo hablan, una cantidad suficiente como para que a todos los niños les resulte productivo incorporarlo a su capital lingüístico: lo usan habitualmente casi el 33% de los que residen en el área de Vigo y el 36% en el área de A Coruña. Esos porcentajes han variado poco desde 1992, a pesar de que es en estas áreas metropolitanas donde se ha concentrado la mayor parte de los extranjeros que residen entre nosotros.
Que el gallego sea la "lengua propia" de Galicia no es sólo una declaración simbólica: esa declaración legal tiene una corporeidad que la vincula con lo que se habla en las casas y en la calle. Pero este terreno de lo cotidiano marca también el límite de las consecuencias prácticas de tal declaración. Por eso no podemos ignorar la otra cosa importante que nos confirma la encuesta del IGE: que tiende a crecer el porcentaje de ciudadanos que usamos ambas lenguas, unos más el gallego, otros más el castellano. Yo me encuentro entre estos últimos, junto con unos 500.000 gallegos más. Sumados a los 650.000 que usan más el gallego que el castellano, somos aproximadamente la mitad de los nacidos en Galicia: el 51%.
Que algo más de medio millón usemos habitualmente el castellano sin excluir de nuestras vidas el gallego tiene causas complejas y antiguas que actúan en varios niveles, y en las que ahora no puedo entrar. Pero entre esas causas no tienen cabida ciertos clichés estereotipados que, cuando salen de los cenáculos y son asumidos por las instituciones, nos alejan del gallego en vez de acercarnos a él. Muchos de nosotros aceptamos que el gallego es la lengua propia de Galicia, pero no aceptamos que la otra que tantos aquí hablamos sea una lengua ajena. El afecto que sentimos por la lengua en la que hemos aprendido a hablar no es mayor ni menor porque se trate de una u otra. Para nosotros, el castellano es una parte esencial de nuestra identidad, y por ello nos resultan absurdos, por decir lo menos, mensajes institucionales como aquel de 2005 que nos invitaba a "descubrir nuestra verdadera identidad" proponiéndonos el abandono de nuestra lengua.
En la nota de prensa del IGE se destaca una caída considerable en el grupo de monolingües en gallego, de trece puntos porcentuales. Nadie ha recordado que en los datos de 2003 se observaba lo contrario: una subida de este grupo en comparación con 1992. Yo no creo que haya una relación directa entre las prácticas y las políticas lingüísticas; la relación es más bien indirecta y los efectos, si los hay, no suelen ser inmediatos. También creo que esto de presentarse como "monolingüe" es en muchos casos más una actitud que una conducta. Con todo, que los monolingües en gallego hayan subido de 1992 a 2003 y luego hayan bajado da qué pensar.
Un futuro viable para el gallego exige, desde luego, que quienes no hacemos un uso preferente de él sigamos considerándolo como la lengua propia de Galicia, una lengua que amamos y que nos gusta, porque nos hace diferentes. Pero ello difícilmente va a llevarnos a abandonar la otra nuestra, así que -vuelvo a los Tigres-no nos llamen traicioneros por las dos lenguas que queremos, pues las dos caben en un mismo corazón.
Mauro Fernández es catedrático de Lingüística General
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