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Columna
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Camps, Cotino y familia

La semana pasada se habían reunido todas las condiciones en el hemiciclo de las Cortes Valencianas para que se produjera una impresionante borrasca. Una bomba política, que algún politólogo podría acuñar como una ciclogénesis política explosiva. El fenómeno es similar al que se está produciendo estos días en la atmósfera terrestre y que los climatólogos denominan "tormenta perfecta".

Entre el Palau de la Generalitat, el de Benicarló y el mini pirulí de Canal 9 se había ido generando un microclima de alto voltaje. Estaban puestas todas las condiciones para que se produjera lo que Florenci Rey hubiera descrito como "una tremenda borrasca de evolución muy rápida y una intensificación muy fuerte". A saber: Francisco Camps sufría un nuevo brote de autismo, rechazaba cualquier oferta socialista de pacto y tras pillar una nueva rabieta les retiraba el saludo. Mientras, el Constitucional congelaba el plan de Derribos Barberá en El Cabanyal y la doña en cuestión se ponía, una vez más, de los nervios. Paralelamente el vicepresidente Gerardo Camps se veía obligado a desdecirse de su oferta de pactar la fusión de las cajas con los socialistas. Por el Canal 9 las aguas bajaban turbias y pestilentes, Vicente Sanz, secretario general del RTVV y ex presidente provincial del PP, dimitía acusado de acoso sexual, amenazas y humillaciones a tres periodistas de la casa. Lejos de amainar, la tempestad se recrudecía horas después, al conocerse que Camps se había declarado pobrecito ante las Cortes Valencianas, firmando negro sobre blanco que sólo tiene una cuenta con 905 euros y otra, compartida con su esposa, de, ay, 2.779. El miércoles los del PP expulsaban de las Cortes al portavoz socialista Ángel Luna. Y para acabar de remansar las aguas, Juan Cotino, vicepresidente del Consell (soltero, miembro del Opus y sin hijos) se permitía poner en duda en sede parlamentaria que la diputada de Compromís Mònica Oltra conociese a su padre. Lo dicho, una ciclogénesis política explosiva, que se extendió por todo el territorio peninsular.

Pero más allá de la bronca, lo relevante es que Cotino sigue sin responder a las críticas que le formuló Mònica Oltra y que estimularon sus insultos: Sedesa, la empresa que dirige un sobrino de Cotino, ha recibido plusvalías de su participación en la sociedad Cabanyal 2010, que el Ayuntamiento y la Generalitat pagaron para asumir las acciones de los promotores privados que acabaron por salirse del proyecto ante su más que dudosa viabilidad. Oltra recordó que la empresa de la familia Cotino aparece en informes de la policía vinculada al caso Gürtel de corrupción en el PP, además de echarle en cara la adjudicación de servicios de geriatría a empresas de su familia cuando era consejero de Bienestar Social.

En esta tempestad, lo relevante no es el ruido, sino el silencio de Cotino. A fin de cuentas, su lengua es como el dedo de Aznar, apéndice de un mismo órgano, la vieja prepotencia de la derecha española.

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