Sebastián no logra convencer a Alierta

El ministro de Industria, Miguel Sebastián, ha manifestado recientemente que al Gobierno español le gustaría ver una mayor apertura del mercado italiano a la inversión española. La afirmación la realizó ante el presidente de Telefónica de España, César Alierta, y el consejero delegado de Telecom Italia, Franco Bernabé, en el acto de presentación de un informe sobre las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y la presidencia española de la Unión Europea.

El escenario estaba bien elegido y el tiro bien dirigido. El ministro se sintió, probablemente, en la obligación de decirlo en busca de la correspondencia que espera de Italia ante las facilidades que dio España a las empresas de aquel país, principalmente a Enel para controlar Endesa, y por la falta de reciprocidad que han tenido las empresas españolas (no hay más que ver las dificultades de los bancos Santander y BBVA y de la propia Telefónica). Y venía a cuento de la posible fusión de los dos grupos de telecomunicaciones.

El problema radica, sin embargo, en que de momento a la compañía española no le interesa la integración. Alierta, en aquel acto, prefirió callarse. No era el lugar. Pero no tardó mucho en contestar al ministro. Aprovechó para ello una visita a Bilbao, donde recaló el viernes de la pasada semana, 5 de febrero, para soltar la lengua. Fue a lo largo de un par de encuentros relajados que tuvo en la capital vizcaína, primero con antiguos alumnos de La Comercial de Deusto invitado por José Bergareche y después en una comida en el Club Marítimo con el Círculo de Empresarios vasco, selectivo lobby presidido en la actualidad por José Domingo Ampuero, representante además de las otrora poderosas sagas familiares de Neguri que dominaron los núcleos duros de los antiguos bancos Bilbao y Vizcaya y luego del BBV y venidos a menos tras el abandono obligado por el presidente del BBVA, Francisco González, al conocerse la existencia de los fondos de pensiones en Jersey. Pero eso es otra historia.

Es en estas reuniones en las que el empresario aragonés se siente relajado y suele dejarse ver en su plenitud y lanzar avisos a navegantes. En esta ocasión, además de lanzar una seria advertencia a Google sobre el uso (o abuso) de la red de la compañía y su intención de cobrar por ello, dejó claro ante sus selectos interlocutores que el grupo que preside no tiene entre sus preferencias fusionarse con Telecom Italia (TI) a corto o medio plazo.

Por mucho que se insista en cenáculos económicos y también políticos de España e Italia, entre las dos empresas no se ha hablado de fusión. Según las palabras de Alierta en La Comercial, lo que más le preocupa en estos momentos es buscar sinergias conjuntas. Hasta que la prueba de laboratorio no ofrezca resultados precisos y se vea si aporta ventajas no se puede hablar de fusión, aseguran fuentes conocedoras del asunto.

Telefónica participa con un 10% en TI a través del 46% de Telco, que tiene el 22,5% de la firma de telecomunicaciones. El resto de los accionistas se mantendrán en el grupo hasta 2013, aunque se reservan el derecho de solicitar una salida anticipada en 18 meses. Eso puede ser determinante.

¿A quién le interesa edificar esa fusión? Parece que a cualquiera menos a la empresa. Principalmente tiene orígenes políticos, además de a los inversores

cortistas de Bolsa que ven una oportunidad para hacer algunas operaciones beneficiosas y a los socios de TI (Mediobanca, Intelsa y Generali). El Gobierno, y Sebastián es la expresión de ello, está muy interesado en que las empresas españolas destaquen por el mundo, y si es en la UE mejor, sobre todo en estos tiempos de penuria. En el entorno del Gobierno se ha oído que se quería rematar la presidencia europea con una gran operación empresarial. Desde luego, la fusión de las dos telefónicas con la española mandando sería una guinda muy sabrosa.

Tampoco le hace muchos ascos al Gobierno italiano para decir que han resuelto el futuro de TI con una gran fusión, pese a los problemas que pudieran generar en la oposición, que no le importaría extender el rumor de una fusión precisamente para armar su ataque político.