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Editorial:Editorial
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Prosigue el ajuste bancario

Corren malos tiempos para la banca española. No es fácil encontrar en la historia reciente episodios en los que los resultados de las entidades de crédito, con bastante independencia de su naturaleza, sean tan preocupantes. Los mercados de acciones llevan varias semanas dando cuenta de la inquietud que provocan las dificultades para generar beneficios. La transición desde "el sector más solvente y eficiente del mundo" al sector generador de cautelas entre los inversores de todo el mundo está siendo demasiado corta y crispada. El deterioro grave de la actividad en una de las economías más bancarizadas de la OCDE está pasando una tardía factura a sus principales operadores. Los activos de cajas de ahorros y bancos y, en menor medida, los de las cooperativas de crédito, están sufriendo las consecuencias de la excesiva concentración de la inversión crediticia en un sector inmobiliario agonizante desde el inicio de la crisis en EE UU, en el verano de 2007. Hipotecas de las familias, préstamos a empresas promotoras y activos inmobiliarios de todo tipo (suelo incluido) conforman el núcleo con el que la mayoría de las entidades pueden hacer frente a unos vencimientos de emisiones captadas en los mercados internacionales igualmente abultados.

Esos pasivos financieros no pierden valor, a diferencia de lo que ocurre con la mayoría de los activos. El alza en el paro, la caída de la renta disponible, el desplome del precio de los activos inmobiliarios o el aumento de las suspensiones de pagos de los prestatarios erosionan la capacidad de generación de excedentes de la banca y, consiguientemente, su solvencia. Y esto, en una economía muy dependiente de la financiación bancaria, tiene consecuencias muy adversas. La contracción del crédito, negando refinanciaciones o apoyo a nuevas empresas, es la más explícita.

Es verdad que alguno de los grandes operadores bancarios mantiene todavía la protección que ofrece la diversificación geográfica del negocio: el mantenimiento de una parte significativa del mismo en algunos países donde la actividad económica está más firme. Pero la asociación al riesgo español es un hecho bastante independiente de esa diversificación. Y la calidad de ese riesgo está amenazada. La confianza en España, incluso en la calidad de su deuda pública, no está en sus mejores momentos. La banca ha sido hasta ahora un importante comprador de esos bonos del Tesoro a los que los inversores pueden exigirle una mayor rentabilidad, acorde con el mayor riesgo percibido y la menor confianza que inspira el Gobierno dentro y fuera del país. Tampoco está en su mejor momento la confianza en las habilidades de las autoridades regionales y del supervisor bancario español para reconducir con la celeridad suficiente una reestructuración del sector de cajas de ahorros que parece que se les ha ido de las manos.

El deterioro afecta por igual a las finanzas públicas y a las privadas. No es descartable que las próximas cuentas de resultados de las entidades crediticias aparezcan descensos en los beneficios (o quizá algunas pérdidas) más intensos que los registrados en 2009. Evitar males peores exigirá una capacidad de decisión que hoy parece tan debilitada como la actividad de la economía española.

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