Aurelio García Cantalapiedra, patrón de poetas
Escritor y editor, también dirigió la Fundación Santillana en Santillana del Mar
Recordaba ayer nuestro Juan Cruz la emoción, hasta romper en llanto, con que el poeta José Hierro recibió, ya enfermo, la última visita de Aurelio García Cantalapiedra. Habían vivido momentos imposibles de olvidar. He aquí uno: el día en que Hierro ingresó en la cárcel en 1939, con apenas 17 años, acusado de pertenecer a una "organización de ayuda a los presos políticos" -uno de los cuales era su propio padre-, quien le acompañó hasta la misma puerta de la brutal prisión fue García Cantalapiedra, Piti Cantalapiedra. Hierro pasó entre rejas cinco años. A la salida, le esperaba también Cantalapiedra. Ha muerto anteayer en Torrelavega (Cantabria), a los 90 años. Recibió en vida grandes homenajes, pero ninguno como el que Pepe Hierro le rindió en Titulcia, a orillas del río Jarama. "A Pity que hizo la guerra subido en tres ladrillos", escribió el viejo amigo en un sencillo monumento.
"Se nos ha ido un intelectual único, un agitador cultural imprescindible", afirmó ayer el consejero de Cultura cántabro, López Marcano. Distinguido con los títulos de Torrelaveguense Ilustre, o como Personalidad del Año de la Cultura de Cantabria a propuesta del Grupo de Opinión Quercus, el Ayuntamiento de Torrelavega, del que Cantalapiedra era cronista oficial, ha decretado dos días de luto, con las banderas ondeando a media asta.
Piti Cantalapiedra dirigió durante quince años la Fundación Santillana en Santillana del Mar. Llegó a esa responsabilidad, escogido por Jesús de Polanco, después de una apabullante trayectoria de agitación cultural. Ya en 1951 publicó con Hierro y Víctor F. Corugedo la colección Tito Hombre, en la que aparecieron 19 títulos, entre otros de Gerardo Diego, Leopoldo de Luis y el propio Hierro. Desde 1954 a 1959, junto con Beltrán de Heredia, editó la Colección Cantalapiedra, con 16 títulos, de José Luis Hidalgo, Carlos Barral, Blas de Otero, Vicente Gaos, Julio Maruri y Claudio Rodríguez, entre otros. Iba a denominarse Ediciones Libres, con un anagrama con dos pájaros volando, pero lo cambiaron por la sucia censura franquista, alérgica a las metáforas. Lo recordaba ayer el también poeta y editor cántabro, Luis Alberto Salcines.
Otra iniciativa insigne de Cantalapiedra fue Peña Labra, entre 1971 y 1988. "Fue la revista más hermosa del mundo hispánico", recordó ayer Carlos Galán, presidente del Ateneo de Santander.
Cantalapiedra también fue escritor de fuste, con títulos como Estampas de un tiempo pasado, Desde el borde de la memoria o Los años santanderinos de León Felipe.
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