"Patxi López ha recibido la visión de Euskadi de los viejos socialistas"
Este Gobierno tendrá éxito, si además de restaurar la convivencia y la normalidad democrática amenazada por ETA, es capaz al mismo tiempo de tratar al nacionalismo moderado y a su legado histórico de gobierno con amplitud de miras y generosidad". Carlos Solchaga (Tafalla, 1944), a pesar de sus quehaceres profesionales y de haber abandonado la política activa desde aquel mes de mayo de 1994, sigue con sumo interés los pasos del nuevo Gobierno vasco.
La llegada al poder de sus antiguos compañeros de partido en Euskadi ha encendido las luces de los recuerdos del ex ministro, que mantiene aún viva esa lucidez de veterano animal político. En la coqueta y ovalada sala de reuniones de la empresa Solchaga Recio & Asociados que da a la Puerta de Alcalá, el empresario navarro recuerda cómo conoció al legendario Lalo [López Albizu], padre del actual lehendakari, con el que compartió muchas actividades políticas en aquellos años de la Transición. "Patxi López es joven, pero desde niño ha vivido los problemas de una familia obrera y la realidad de Euskadi, heredando la visión de los viejos socialistas sobre esta tierra".
"La dedicación a la política es, como sabe quien se ha dedicado a ella, absolutamente absorbente"
"Reconozco que me costó aceptar la separación de los socialistas navarros del PSE"
"Se ha hecho una interpretación prudente del Estatuto, pese a algunas posiciones extremistas"
"Ajuriaguerra era un gran líder, un hombre ponderado pese a la cárcel y el exilio"
"Que García Damborenea terminara asesorando a Aznar era un desenlace esperado"
"En 1980 era pesimista sobre la capacidad de supervivencia del Concierto Económico"
"Ramón Rubial me comprendió y defendió en los momentos difíciles del choque con UGT"
"Garaikoetxea tendió a endiosarse y eso le llevó al enfrentamiento con el partido"
Carlos Solchaga, nació en aquella Navarra carlista-requeté de la posguerra en la que, por razones oficiales, poca relación había con las entonces llamadas provincias Vascongadas. De manera que incluso cuando decidió que iba a estudiar Ciencias Económicas, en vez de ir a Bilbao, que era una de las tres facultades que existían en España optó por Madrid con la excusa de que su hermano mayor, Ángel, estaba estudiando ingeniero agrónomo en la capital. Aunque apenas conoció Álava y Vizcaya, sin embargo, sí acudía todos los veranos a San Sebastián, en donde vivía un hermano de su padre, para disfrutar junto con sus primos de quince a treinta días. Al haberse trasladado a Madrid a estudiar en plena juventud, sus relaciones con el País Vasco se fueron diluyendo hasta que a su regreso de EE UU, Pedro de Toledo, a través de Ángel Rojo, entonces director del Banco de España, le propuso ser jefe del Servicio de Estudios del Banco Vizcaya. Eso ocurrió en un momento muy particular. Era la primavera de 1976, hacía unos meses que había muerto Franco y Solchaga se mostraba muy activo en el Partido Socialista en Madrid. "Tenía algunas dudas sobre si me iba a dedicar o no a la política. Creo que la generación nuestra, la de aquella época, se sintió llamada a participar en política por la responsabilidad de tratar de asegurar la transición a la democracia".
-¿Ya era militante del PSOE?
-Sí. Lo era desde 1974, y en aquella época, hablando a veces con mi mujer, me preguntaba si no estaba poniendo en peligro una carrera profesional, porque la dedicación a la politica, como los sabe todo el que lo haya hecho alguna vez, es absolutamente absorbente.
De manera que, tratando de reconsiderar su posición, aceptó ese puesto profesional en Euskadi. Pero confiesa que no habían pasado ni seis meses cuando le llamó Txiki Benegas para que colaborase más con el partido. Así que, a pesar de sus buenos propósitos de dedicarse más a la profesión y menos a la política, en menos de un año ingresó en la Comisión Ejecutiva del partido, lo que le llevó a la ruptura inevitable con el banco. Para entonces, el veneno de la política y el interés por Euskadi había calado muy hondo en él. Aunque después del fracaso como número dos por Álava en las generales de 1979 (el primero fue José Antonio Aguiriano) se vio en la tesitura de volver a Madrid o aceptar la nueva propuesta de formar parte del gobierno preautonómico vasco presidido por Ramón Rubial. Tras las elecciones autonómicas de abril de 1980, que ganó el PNV, sustituyó a Aguiriano en el Congreso de los Diputados, ocupando el puesto de portavoz del grupo socialista vasco hasta el otoño de 1982, cuando el PSOE llegó al poder. "Estos son los años centrales de mi relación con Euskadi de 1976 a 1982".
-En ese momento los socialistas navarros forman parte del partido de Euskadi. Como navarro, cómo vivió la separación?
-Hay que recordar que en las elecciones de 1977, en el llamado Frente Autonómico, en Navarra fuimos juntos con el PNV. De hecho, y viendo los resultados, nos considerábamos como el primer partido en el País Vasco con Navarra.
Solchaga recuerda también que en el debate sobre si Navarra debía formar o no parte de Euskadi, el dilema se resolvió de manera razonable. "Cuando se decidió la creación del Partido Socialista de Navarra, como algo independiente, reconozco que fui de los que tardó en aceptarlo. No tanto porque estuviera a favor de una Euskadi ampliada, sino porque no me gustaba nada que las que yo conocía como fuerzas reaccionarias tuvieran la probabilidad de continuar en el poder. Pensaba que en una Euskadi ampliada a Navarra sus posibilidades políticas eran menores. Al final nos decidimos aunque eso pudiera significar mayores dificultades para el partido socialista en Navarra y quizá también en Euskadi".
Ese fue otro gran debate, junto al de la negociación del Estatuto de Gernika. Hoy, el antiguo ministro reconoce que entonces quienes conocían mejor tanto los aspectos jurídicos constitucionales del Estatuto como los forales eran los del PNV. Sin embargo, subraya que ellos dominaban más los aspectos económicos tributarios y todas sus consecuencias.Así, es cierto que en aquella discusión Solchaga ya se señaló como "poco amigo" del Concierto Económico. Pensaba, y sigue pensando hoy, que existían procedimientos de participación en los ingresos públicos más modernos y mejores que los del Concierto. "Pero es verdad que tenías que construir sobre lo que eran los imaginarios colectivos, el recuerdo histórico, o los sentimientos de la gente. Y, para bien o para mal, era imposible imaginar una Euskadi que tuviera sentimiento de autogobierno si no se restauraban los conciertos de Guipúzcoa y Vizcaya. Por tanto, el Concierto Económico se convertía, al final, en una condición obligatoria".
Treinta años después se sigue debatiendo sobre el tema, aunque el ex dirigente socialista considera que fue "un Estatuto muy bien trabajado, bien discutido, con voluntad de las dos partes para llegar a un acuerdo que quedara abierto. Y lo que se ha demostrado con el paso del tiempo es que, pese a algunas posiciones extremistas, la interpretación que han hecho del Estatuto los Gobiernos de Euskadi y las fuerzas mayoritarias ha sido prudente. Ahora, cuando la juzgas con esa perspectiva de tres décadas, el resultado final es claramente positivo".
Esa perspectiva le lleva a recordar a algunos de los responsables vascos con los que compartió esos años su quehacer político en Euskadi, empezando por Txiki Benegas. "Creo que fue la figura más atractiva del País Vasco. Era entonces un chico joven, pero que no respondía a los habituales rasgos de los socialistas antiguos. Por el contrario, era un socialista nuevo, que fue el primero en decir que el mal llamado impuesto revolucionario de ETA era reaccionario y que iba en contra de la población y los intereses generales. Además, era capaz de entender, sin forzarse en ello, el sentimiento nacionalista, aunque él no lo fuera".
"El PNV", añade Solchaga, "tenía un hombre al que todos respetábamos, que era Juan Ajuriaguerra. Era un gran líder, al estilo vasco, como jelkide de todos. Un tipo de estos que se sabe que la gente le tiene un gran respeto, casi de clan. Un hombre ponderado, a pesar de sus años de cárcel y de exilio. Su muerte, indudablemente, cambió el rumbo del nacionalismo democrático".
En cuanto a la gente más joven del PNV de esa época, el ex ministro se acuerda de Xabier Arzalluz, de quien piensa que, pese a su evolución posterior, era entonces un hombre competente y un buen líder. No así Carlos Garaikoetxea, que en su opinión era menos estimable. "Arzalluz tenía un gran concepto de sí mismo y de su representación en la sociedad. Pero, no siendo en absoluto tonto, tampoco era una persona de grandes ideas. Hombre de convicciones muy profundas, consideró que el PSE era su aliado natural, hasta que a principios de los noventa se produce esa deriva que se acusa, sobre todo, a partir de los problemas que padece el Gobierno del PSOE con los temas de corrupción y con el GAL. Creo que esas dos cosas y otras que igual no alcanzo a entender, porque no estaba en Euskadi, son las que hacen que, de repente, se produzca este deslizamiento de Arzalluz. Luego vendría su pacto con el PP y Aznar. Pero toda la historia empezó con esa oposición frontal al PSOE. Por su parte, Garaikoetxea en cierto momento tendió a endiosarse y eso le llevo al enfrentamiento con el partido".
Solchaga nunca ha creído que Garaikoetxea fuera el representante de la línea mayoritaria del partido, que por definición debe ser "bizkaitarra", ni el mejor de los posibles lehendakaris. Sin embargo, sí puntualiza que con José Antonio Ardanza mantuvo una relación fluida al recordar su época como ministro de Hacienda, cuando por razones de su cargo tenía que verse con el lehendakari. "Era un hombre agradable con el que era fácil relacionarse, encontrar terrenos de entendimiento".
-De la época del consenso, del pacto, y del Gobierno de coalición con los socialistas, el PNV se fue después hacía posturas más radicales.
-Si Arzalluz me empezó a sorprender hace más de una década, a Ibarretxe le considero como una criatura de un periodo determinado, y por lo tanto yo le daría menos relevancia a su posición soberanista, aunque esta nos llevó a la crispación.
Político reconocido y controvertido, Carlos Solchaga siempre provocó odios y amores, incluso en su propio partido, donde sus enfrentamientos con algunos dirigentes son todavía son recordados. Antes de mencionar a dos de sus bestias negras, Nicolás Redondo y Ricardo García Damborenea, el ex ministro insiste en hablar de Ramón Rubial, "una de las figuras más emblemáticas del socialismo vasco, que había sobrevivido a la guerra y a las cárceles franquistas y lo había conseguido manteniendo una bonhomía, una disposición positiva, una fe en los seres humanos, una creencia en la capacidad de la gente para gobernarse y de este país para salir adelante, que verdaderamente causaba no solamente admiración, sino emoción política". Esa admiración por el histórico líder socialista, con el que mantuvo relación casi hasta los últimos días de su vida, es subrayada cuando relata cómo Rubial le "defendió" y "comprendió" en los momentos difíciles de sus enfrentamientos con la UGT que lideraba Nicolás Redondo, o frente a alguna de sus posiciones minoritarias dentro del partido.
Bien distintas serían sus relaciones con sus dos "enemigos" políticos vascos. Al convertirse en uno de los hombres de confianza de Felipe González y responsable de muchas polémicas decisiones económicas, Solchaga se convirtió en la diana de todos los dardos del entonces secretario general de UGT, Nicolás Redondo, quien por esa vía descargaba muchas de las críticas contra el presidente del Gobierno. Un largo enfrentamiento que alcanzó a veces tintes dramáticos dentro del PSOE por la relación de hermandad con el sindicato. "En una sociedad moderna como la nuestra, ni el partido podía ser correa de transmisión de UGT, ni el sindicato podía ser correa de transmisión del Gobierno del PSOE. Pero aquello, que se vivió con dramatismo y se personalizó en algunos de nosotros, sirvió para resolver ese problema. Esta es la parte que quisiera ver como buena, y no la huelga general o la anécdota de Nicolás entrando en La Naval de Bilbao de la mano de Xavier Arzalluz".
De Ricardo García Damborenea no puede decir nada bueno, y se muestra implacable con su ex compañero de partido, al que tilda de oportunista por haber alcanzando un liderazgo en Vizcaya sobre la base de su propia vanidad. También afirma que Damborenea estaba en el partido socialista como pudiera haber estado en cualquiera de la derecha donde, "por temperamento, educación, e inclinaciones le correspondía seguramente haber estado". "Nunca fue leal con la dirección del partido representada por Txiki Benegas al que traicionó continuamente. Luego se tomó "unas libertades en el Gobierno civil de Vizcaya y en la lucha contra ETA que causaron tremendas tragedias y confusiones en el País Vasco". "El origen y la invención del GAL son cosa suya. Y por tanto, cuando un día apareció con una nueva formación llamada Izquierda Socialista (IS) y luego con el PP, asesorando a José María Aznar, me pareció, simplemente, que era el desenlace esperado".
-El Estatuto ha cumplido sus treinta años, pero ETA medio siglo.
-Así como entonces yo era un tanto pesimista sobre la capacidad de supervivencia del Concierto Económico, e incluso sobre la adaptación del Estatuto vasco, era mucho sin embargo más optimista sobre la posibilidad de que el tema de ETA fuera desapareciendo. Era de los que creían que, en condiciones democráticas, ETA tenía que reducir muy considerablemente su estrategia de agresión. Tardé en aceptarlo, pero comprobé que me había equivocado. Luego pensé que al entrar en la UE y tener a Francia ya como aliado próximo, la historia de ETA tenía que ir terminando. Debo decir que, aun ahora, sigo sorprendido de que ETA, que no tiene la más mínima posibilidad, después de cinco décadas, de conseguir ni uno solo de sus objetivos, esté todavía sobreviviendo. Pero sigo convencido de que esto se va acabar. Las perspectivas han empeorado de tal modo para ETA que solo la locura colectiva y el fanatismo les lleva a seguir.
Carlos Solchaga
Nacido hace 65 años en Tafalla (Navarra) es licenciado en Económicas por la Universidad Complutense de Madrid. En 1980 fue elegido diputado del PSOE y reelegido en 1982, 1986 y 1993, cuando fue presidente del grupo parlamentario. Anteriormente fue miembro del Consejo General Vasco (1979-80), así como ministro de Industria y Energía (1982-85) y de Economía y Hacienda (1985-93) en los primeros gobiernos de Felipe González. Desde que abandonó la actividad política en mayo de 1994, ha sido consultor para diversas instituciones en distintos países. Actualmente es socio-director de Solchaga Recio& Asociados (consultor), presidente de la Fundación Euroamérica y vicepresidente del Patronato del Museo Reina Sofia.
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