"Dejé de fumar, pero no soy una ayatolá"
Primera sorpresa: Isabel Oriol, la presidenta de la Asociación Española contra el Cáncer, ha elegido para comer un sitio donde se puede fumar. Pero, rápidamente, se justifica: "Me gusta comer bien; cocina clásica, española, de tapas. Y en Madrid no he encontrado un sitio con esas características que sea sin humo. Además, este sitio es nuevo, lo lleva gente joven, y admiro su valentía por montar un negocio en estos tiempos".
Lo que está claro es que Oriol es clienta habitual. Ha elegido una mesa en una esquina, cerca de un gran ventanal, y rebusca en la carta hasta que encuentra la tempura de morcilla. Tiene 53 años que proclama "encantada", y desde hace uno y medio dirige la mayor asociación dedicada "a la atención integral" de una enfermedad en España, una organización con 15.000 voluntarios -"nuestro corazón y nuestra fuerza"- que maneja un presupuesto de 40 millones de euros.
La presidenta de la Asociación contra el Cáncer echa en falta comer sin humo
La segunda sorpresa es por qué ha acabado Oriol dirigiendo la asociación. "El 75% de los voluntarios ha tenido cáncer o alguien muy cercano con esa enfermedad; yo soy del 5% que se siente tan bien tratado por la vida que quiere hacer algo por los demás. La vida no ha hecho más que regalarme cosas", dice.
Y eso que dirigir una ONG no era su plan de vida. Bióloga, intentó investigar -precisamente- en cáncer. Luego, se dedicó a la gestión empresarial, pero tras el nacimiento de su quinto hijo (habría que decir hija), lo dejó todo. "Me contraté a mí misma en mi casa". Hace nueve años, quiso volver a la vida activa, y le ofrecieron entrar en la asociación para gestionar fondos de investigación. "He terminado no haciendo investigación, pero sí promoviéndola todo lo que puedo".
El paso a la presidencia fue casi forzado. "Cuando dimitió el anterior presidente, pensé dedicarme a acompañar enfermos terminales en sus casas. Es lo que más me emociona". Pero eso tendrá que esperar. Sus compañeros no le dejaron. "Me va la marcha, y me tocó dar el paso. Dejar de estar en la sombra".
Los raviolis se quedan fríos mientras Oriol desgrana su trabajo en la asociación. "Heredas un enorme valor. Somos una asociación con una historia. Tiene 56 años; es mayor que yo".
Para el postre insiste en que compartamos la tarta de queso, aunque sea "un pecado" para su dieta. Y es cuando saca el tema de la modificación de la ley antitabaco. "Dejé de fumar hace 20 años, cuando una persona muy cercana murió por un cáncer debido al tabaco. Fue la mayor liberación de mi vida. Pero no soy una ayatolá. Es que el tabaco mata. Cada vez que me dicen que alguien conocido tiene un cáncer debido al tabaco, me enciendo. ¡Cada vez que pienso que si no hubiera tabaco habría 50.000 muertes menos..! Los fumadores tienen todo el universo para fumar, pero que no lo hagan en lugares cerrados. No se puede banalizar el riesgo del fumador pasivo. Está más que demostrado. Ya verás como con la ley vamos a estar todos encantados", afirma.
Y, por si hiciera falta, busca un aliado: Antonio, el dueño del local. "Yo preferiría que no se fumara. A lo mejor al principio viene menos gente, pero en dos meses seguro que estaremos como antes, o mejor". "¿Ves?", sentencia Oriol.
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