'Soy mi peor enemigo'
Lo primero que hace Robbie Williams (Stoke-on-Trent, Reino Unido, 1974) es encenderse un cigarro. Lleva con el vicio desde los 15 años, y si confiamos en la efectividad de sus visitas a clínicas de desintoxicación, es uno de los pocos que le quedan. Williams, en vaqueros y camisa abotonada hasta la nuez, está algo decaído. No saca el muestrario de muecas y bromas del Robbie showman. Es como si una de las nubes del cielo londinense se hubiera posado sobre su cabeza.
Después de una gira en la que sufrió constante miedo escénico, se refugió en su casa de Los Ángeles. Se tomó tres años libres, durante los que se desenganchó de su adicción a los fármacos, se dejó barba, engordó y le dio por investigar abducciones alienígenas. También conoció a su actual pareja, la actriz estadounidense Ayda Field. Williams estaba convencido de que "nunca regresaría". Pero aquí está con nuevo disco (Reality killed the video star), el octavo, un intencionadamente clásico Williams producido por Trevorn Horn. De vuelta a la ardua vida de estrella del pop.
"Di la espalda a Take That, les llamé de todo. Es lo que haces cuando eres joven"
EP3. ¿Cómo llevas tu regreso al trabajo?
Robbie Williams. Me siento raro. No me resulta tan natural como antes. Pensé que era como montar en bicicleta, que una vez que se aprende nunca se olvida. Pero no ha sido así.
EP3. ¿Y por qué volviste?
R. W. Estaba increíblemente aburrido.
EP3. Pero tenías tus intereses: tu equipo de fútbol, L. A. Vale, y los ovnis.
R. W. Dejé el fútbol. El equipo empezó como un grupo de amigos, pero se profesionalizó rápido. Se formaron grupitos que no se aguantaban entre sí. No podía contentarles. Terminé diciendo: "Que os den".
EP3 ¿Y qué pasó con los extraterrestres?
R. W. Me disponía a rodar una serie documental de seis capítulos sobre fenómenos paranormales, pero cuando fui consciente del trabajo que suponía, me dejó de interesar. Para pasar el rato componía canciones. Después de un tiempo tenía 13 o 14 temas. Un día, escuchando la radio con mi novia, tomé la decisión. Este disco es una prueba para ver cómo me van las cosas.
EP3. ¿Has cambiado tú o el mercado?
R. W. Consultando Wikipedia me di cuenta de que tengo más discos que Michael Jackson y el doble que George Michael. En la música hay límites. Llega un momento en el que te aburres o el público se aburre de ti. Llevo en esto dos décadas. La mayor parte de los artistas llega a esta situación a una edad mayor que la mía.
EP3. El título del disco es un guiño al éxito de Horn Video killed the radio star. ¿Te refieres a los programas de cazatalentos?
R. W. Nada que ver. En principio, trataba de mi primera novia. Yo, 16 años; ella, 15. A los 30 lo intentamos de nuevo, creyendo que viviríamos un gran romance. Por desgracia, no fue así. La canción va sobre una estrella que se da de bruces con la realidad, no sobre la televisión. Esos programas son entretenidos, pero poco más. En el Reino Unido sólo han producido
una estrella internacional: Leona Lewis.
EP3. Volviste y te afeitaste la barba
R. W. Como McCartney cuando dejó los Beatles. Él resultaba sexy, pero yo parecía que comía personas. A mi novia le gustaba.
EP3. Los créditos del disco son extensos. ¿Por qué un álbum tan colectivo?
R. W. Lo hice con algunos amigos de la infancia, de Stoke-on-Trent, mi ciudad, que habían probado sin éxito en otros grupos. Les llevé a Los Ángeles para trabajar conmigo. Luego llamaron a un hermano, éste vino con un amigo Lo pasamos muy bien. Sus canciones, como Morning sun y Wont do that, me dejaron sin habla.
EP3 ¿Necesitabas volver a tus orígenes?
R. W. Quería sentirme parte de una banda. Desde que dejé Take That tengo esa necesidad. Podría elegir a cualquier compositor del universo, pero no es mi estilo. He de conocer a las personas, comprenderlas, caerles bien y que estemos en sintonía.
EP3. ¿Te reunirás con Take That?
R. W. Sé que sucederá algo, pero no sé exactamente qué.
EP3 ¿Estás seguro? ¿Te ves encajando en las coreografías grupales?
R. W. Fuera del Reino Unido resulta desconcertante que yo quiera volver a Take That. Aquí se les adora. Me gusta su último disco. Y sus directos son increíbles, lo mejor que he visto en muchos años. Lo están pasando en grande. Si hiciera algo con ellos sería por diversión, por estar en la banda en la que siempre he querido estar. No sé si tomaré parte en coreografías, pero quizá componga con ellos.
EP3. Antes no querías ni verles.
R. W. No podía con Gary Barlow. Cuando formaba parte de Take That, el manager un tipo no muy agradable sólo se interesaba por él. Y Gary sólo se preocupaba de sí mismo, como tendríamos que haber hecho los demás. Hay varias razones por las que dejé el grupo, les di la espalda y les llamé de todo. Es lo que haces cuando eres joven. Gary ha tenido hijos, ha pasado un tiempo apartado de la industria. Volver a conocerle ha sido un absoluto placer. Es un hombre encantador. Liberarme de toda la rabia, el resentimiento y la amargura me ha quitado un gran peso de encima. Ha sido un bálsamo para el alma.
EP3. Su retorno triunfal, ¿te dio envidia?
R. W. Ellos disfrutan actuando juntos, componiendo. Son una pandilla. Echo de menos formar parte de una. Su éxito no me provocó envidia porque, ¿sabes?, no me ha ido tan mal. Siempre les he apoyado desde la distancia. Antes de su reunificación, Jason [Orange] me llamó para consultarme. Le animé a lanzarse.
EP3. En 2007 escribiste un disco que nunca se llegó a publicar. ¿Qué sucedió?
R. W. Era una continuación de Rudebox. Algo, ¿cómo llamarlo?, autoindulgente. Y no me apetecía promocionarlo. Esperé hasta que tuviese ganas, y entonces los chicos de Stoke-on-Trent llegaron con sus canciones. La dirección del álbum cambió radicalmente.
EP3. ¿Te avergüenzas del fracaso comercial y de crítica de Rudebox?
R. W. Para nada. Probablemente sea mi disco favorito. Pese a todo, tuvo éxito. Vendió dos millones de copias. Fue número uno en 14 países. Me dio mi primer número uno en México. Fue injustamente tratado por los medios.
EP3. Y un millón de sus copias fueron a parar a la construcción de carreteras en China.
R. W. Si nadie las iba a comprar, mejor que se reciclen. No diré nombres, pero hay muchos otros artistas bajo esas carreteras.
EP3. ¿Odias alguna de tus canciones?
R. W. La mayoría. La gente cambia, y para mí cada disco ha sido un diario. Cualquiera que lea sus diarios de juventud se avergüenza. Yo, también. Hago música para enorgullecerme de mi trabajo. Pero puede que nunca encuentre el ingrediente perfecto. Soy mi peor enemigo y mi peor crítico.
EP3. Vemos dos robbies: el arrogante y el inseguro. ¿Cuál es el real?
R. W. Tengo muy poca confianza en mí mismo. El showman ha sido construido alrededor de la fragilidad. Cuanto más grandioso y pavo real me vuelvo, más me pregunto por qué el público lo compra. Mi padre era cómico. Crecí viendo cómo mi padre y sus amigos se transformaban en el escenario. Yo soy cabaret, puro teatro.
EP3. Tu debilidad por lo paranormal ¿viene de familia?
R. W. Soy parte de la clase trabajadora inglesa, en la que hay afición por la güija, la brujería y los fantasmas. He leído sobre ocultismo y probé un embrujo que, por cierto, funcionó. También he sido testigo de fenómenos extraños, con posibles explicaciones racionales. Pero cuanto más indago, menos encuentro.
EP3. Éste es el último de los cinco discos en tu contrato con EMI (por unos 87 millones de euros). ¿Qué harás después?
R. W. No tengo ni la menor idea. n
Reality killed the video star está editado en EMI.
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