Casi redonda
La producción del teatro Wielki para Madama Butterfly (1999) resultó nueva por el clima opresivo que impregnó el minimalismo de los decorados: la muerte está presente siempre, a veces con la ayuda de una figura dramáticamente descoyuntada, otras con el negro absoluto de los fondos, otras con el rojo de la sangre. Se huyó esta vez del ya conocido juego de sombrillitas, abanicos y flores japonesas. Lo oriental se traza aquí buscando estilizadas líneas iconográficas, y recreándose a menudo en imágenes inmóviles en las que también participan los protagonistas. Mientras, tres bailarines/figurantes (que no aparecen en el libreto y cuya inclusión es responsabilidad de Mariusz Trelinski), establecen un puente entre la historia narrada y la escenografía. A veces, con magníficos resultados. Otras, no tanto. Pero, en cualquier caso, lo nuevo no se contemplaba aquí como un capricho para mayor gloria del director escénico, sino que funcionó -casi siempre bien- al servicio de la música, a la vez que se evitaban concepciones plásticas repetidas hasta la náusea.
MADAMA BUTTERFLY
De Puccini. Director musical: Lorin Maazel. Director de escena. Mariusz Trelinski. Solistas: Oksana Dyka, Misha Didyk, Marianna Pizzolato, Gevorg Hakobyan y Emilio Sánchez, entre otros. Coro y Orquesta de la Comunidad Valenciana. Producción del Teatro Wielki de Varsovia. Palau de les Arts. Valencia, 9 de diciembre de 2009.
En el papel protagonista, Oksana Dyka consiguió llegar sin merma de la voz hasta la última escena, algo muy difícil en un rol tan largo. Exhibió asimismo un bonito color y logros considerables en la vertiente dramática del personaje. La faceta lírica, con sus correspondientes sutilezas expresivas, tendrá tiempo, sin duda, para enriquecerla: es joven. Sólo se vio algo apurada en las larguísimas y onduladas líneas melódicas de Un bel dì. En cuanto a la réplica que esta Cio-cio-san recibió de su correspondiente Pinkerton, baste decir que no estuvo a la altura. Porque -entre otras cosas- lo último que puede hacerse con Puccini es gritar.
Marianna Pizzolato (Suzuki), Gevorg Hakobyan (Sharpless) y Emilio Sánchez (Goro) gustaron, tanto por la calidad del instrumento como en el aspecto interpretativo. También los comprimarios. La orquesta (con su Maazel, de nuevo, al frente) se mostró algo insegura al principio, pero recuperó el delicioso terciopelo, la manera de decir y el ajuste a partir de Viene la sera. Hasta el final.
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