El Madrid no tiene remedio para Navas
En un duelo de mucho calado, el extremo lidera al Sevilla en la primera derrota del equipo de Pellegrini
En el primer duelo con rango de la temporada, al Madrid se le vieron algunos costurones. En su plantilla no falta la púrpura, desde luego; sí algunas vacunas necesarias. Frente a un equipo que de nuevo ha cogido pista, pudo incluso evitar la derrota, pero su incapacidad para remediar el juego local por las orillas le puso en evidencia. Cuesta creer que un equipo con la etiqueta de este Madrid reciba un escarnio semejante en zonas del juego tan sensibles como las bandas. El calvario de Marcelo ante Jesús Navas, el héroe de la jornada, ejemplificó a la perfección las penurias de un vestuario tan reputado. Fue un azote descomunal, de principio a fin, con el lateral brasileño al desnudo una y otra vez. Y no sólo por sus limitados recursos defensivos, sino por la incapacidad de su equipo para de forma gremial y solidaria frenar la sangría. Expuesto de tal forma a la intemperie, el Madrid recibió el primer varapalo del curso. Cierto que ante un equipo capaz de meter una cuña en el pronosticado bipartidismo de este campeonato, por lo que cabía presagiar un traspié. Pero no como se produjo, sin medidas para contrarrestar las mejores armas de su adversario.
SEVILLA 2 - REAL MADRID 1
Sevilla: Palop; Konko, Squillaci (Fernando Navarro, m. 24), Dragutinovic, Adriano; Navas, Renato, Zokora, Perotti (Diego Capel, m. 58); Negredo (Kanouté, m. 66) y Luis Fabiano. No utilizados: Javi Varas; Escudé, Lolo y Koné.
Real Madrid: Casillas; S. Ramos, Pepe, Albiol, Marcelo; X. Alonso, Diarra (Van der Vaart, m. 74); Kaká, Raúl, Guti (Granero, m. 81); y Benzema (Higuaín, m. 54). No utilizados: Dudek; Garay, Metzelder y Drenthe.
Goles: 1-0. M. 34. Navas se adelanta a Marcelo y remata de cabeza un centro de Fernando Navarro. 1-1. M. 50. Pepe cabecea dentro del área una falta botada por Guti. 2-1. M. 68. Renato, solo en el área pequeña, a pase de Adriano.
Árbitro: Iturralde González. Amonestó a Sergio Ramos, Luis Fabiano, Zokora, Perotti, Guti, Adriano y Kaká.
Unos 45.500 espectadores en el estadio Sánchez Pizjuán.
El calvario de Marcelo ejemplificó las penurias de un vestuario tan reputado
Casillas protagonizó dos intervenciones para el museo de la Liga...
...Hasta que Renato, tras centro de Adriano, hizo terrenal al portero del Madrid
El Sevilla retrató las carencias madridistas, con Pellegrini de espectador, incapaz, por ahora, de ver alguna solución al fondo del armario. A falta de extremos, de jugadores que auxilien por los costados, el Madrid se entregó a la causa local. Inaudito. Concedió a su adversario la oportunidad de explotar su mejor recurso: las bandas, la mejor veta sevillista desde hace tiempo. Como resultado, la debilidad de Marcelo frente a Navas resultó conmovedora. El andaluz es un extremo de rango, de los que ya no abundan por el fútbol, pero en el plan de Pellegrini no había antídoto, como si el técnico aceptara de antemano la desigualdad del duelo. Ni Guti primero, ni Kaká después, quisieron saber nada del asunto. No son futbolistas con pico y pala. Si Navas fue un tormento por la derecha, Perotti fue igual de punzante por la izquierda. Con un matiz. Como la suerte que mejor domina el argentino es el regate con el empeine exterior, sus incontables progresiones hacia el embudo del campo facilitaban en ocasiones el socorro de Diarra, titular por primera vez este curso. Asaltado por los dos costados, con Pellegrini a la expectativa, el Madrid resistió el asedio por la falta de precisión final de los locales, mermados por la tendencia de Luis Fabiano y Negredo a buscar siempre el remate por la misma vía. Cortos de convivencia quizá, cada vez que percutían sus extremos uno y otro se anudaban en el mismo palo.
Al estropicio que le causaban Navas y Perotti cada vez que progresaban, el Madrid sólo encontraba respuesta en la firmeza de sus centrales, que pasaron con nota un examen tan exigente. Y, por encima de todos, Iker Casillas, sublime protagonista de dos intervenciones para el museo de la Liga. Dos paradas a la altura de un iluminado. Casillas no tiene límites. En la primera, a segundos del descanso, a la enésima punzada de Perotti, el suramericano dejó a Renato a un milímetro del gol. La jugada no tenía otro final posible. El brasileño remató a una brazada de Casillas, pero éste desvió la pelota de forma que sólo él sabrá cómo. O quizá, tampoco. En la segunda, Negredo, cuyo extenso repertorio contradice su carrocería, se marcó un sprint soberbio con Albiol, al que sacó dos ruedas antes de citar a Perotti con el gol más fácil de su carrera. Él solo, en el área pequeña, con el balón quieto a dos palmos de la línea de gol, a la espera de un simple soplo. En la caldera de Nervión no hubo hincha que no cantara el tanto, y a ninguno cabe reprocharle tanta precipitación. Pero con Casillas no hay certidumbres. Al más puro estilo Arconada, aquel guipuzcoano con muelles en los gemelos y aletas en los brazos, el meta madrileño rechazó el balón.
Para entonces, pese a los misterios de Casillas, el Madrid ya sucumbía. Nada extraño, porque a duras penas había resistido el empuje del Sevilla, que no corrigió una coma del guión que todo el mundo le conoce. Con Pellegrini a la vista, Perotti tiró la pared de tacón a Fernando Navarro, que llegó a la meta sin obstáculos, a su aire, y a su centro llegó Navas en el segundo palo mientras Marcelo echaba un vistazo a los Alcázares. El gol estaba programado. La inferioridad del lateral brasileño era escandalosa. Lo fue toda la tarde, de principio a fin. Lo mismo frente a Navas y Konko que frente al primero y Adriano. Jiménez, técnico local, había prescindido de inicio de Escudé, el central que habitualmente se alía con su compatriota Squillaci en el centro de la defensa. Lesionado éste, con su colega en el banquillo, el entrenador andaluz prefirió retocar tres puestos en la retaguardia. Navarro entró en el lateral izquierdo, Konko pasó de la vía derecha al puesto de central y Adriano permutó de banda. Un riesgo. Cosas de entrenadores.
Antes del gol de Navas, sólo un enganche entre Guti y Raúl acercó al Madrid a Palop, pero Benzema, ayer de nuevo con ese aire de asceta que en ocasiones destila, disparó al vacío, la pelota le burló de mala manera. El Madrid sólo dejaba pistas por el embudo, donde a Renato le costaba cerrar el dique junto a Zokora. Hasta que Guti encontró a Pepe segundos después de la segunda hazaña de Casillas. Su lanzamiento de falta llegó enroscado a la cabeza del portugués, que selló su extraordinario partido con un gol. El conjunto de Pellegrini aceptó entonces el cuerpo a cuerpo con su rival. Confiado en la irrupción de alguno de sus pegadores, procuró que el partido se jugara más en las dos áreas. Es un equipo que siempre se ve superior en la del contrario; pero anoche le ocurrió lo mismo en la propia, donde el Sevilla le martirizó. Más contenido, en el segundo acto, el grupo de Jiménez cambió de registro. El juego de contra le seduce como a pocos. A la carrera, con Navas al frente del pelotón, resulta demoledor. Lo comprobó el Madrid, de nuevo con Marcelo de por medio, cuando a un centro de Adriano, Renato hizo terrenal a Casillas. Un gol ganador que subraya el carácter competitivo de este Sevilla, empeñado en que esta Liga sea cosa de tres.
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