El público de A Coruña vibra con Mendelson y la Sinfónica
El monográfico Mendelssohn empezó con su Marcha nupcial, que el público gozó como si fuera su propia boda. Antes, las habituales disputas entre quienes guardan asientos y quienes desean ocuparlos. Riñas que, con otras charlas, fueron creando ese ambiente tan especial de estos conciertos en que, cada año, la Sinfónica de Galicia se da un baño de ciudad entre sus admiradores poco habituales por el Palacio de la Ópera de A Coruña que, con toda razón, también sacan pecho cuando llegan ecos de los éxitos de su orquesta paseando en triunfo el nombre de Galicia por el mundo.
Tras la Marcha nupcial, el Concierto para violín, con Nemanja Radulovic de solista. El joven músico serbio, más que tocarlo, lo sintió, gozó y vivió. Sin duda, la mejor forma de transmitir al público todas las vibraciones de esta obra maestra. Fue una gran demostración de virtuosismo y musicalidad (qué agilidades en el allegro inicial; qué arpegios en su cadenza), llena del romanticismo desbordante de la obra. Apenas unos segundos después, sin el descanso habitual, Víctor Pablo y la Sinfónica hicieron una versión rigurosa y matizada de la Sinfonía nº 3, "Escocesa".
Pasodobles y cola
El sábado, el pasodoble Lugo-Ferrol, de G. Baudot en arreglo de R. Groba, dio paso a Gerona, de Lope, La gracia de Dios, de Roig, Gallito, de Lope, y Suspiros de España, de Álvarez. Éstos, en soberbio arreglo de Carmelo Bernaola, caldearon el ambiente y hubo quien tenía que tararearlos y proclamar su emoción. Giulio Plotino, al violín, dotó de pasión la Lía de Nacho Cano antes del Óyeme de Parera y el estreno de la suite de Hope sobre jingles del refresco cuyo distribuidor patrocinaba el concierto.
El preludio de La Revoltosa, notable de carácter y expresión inició el final zarzuelero del concierto. La mezzo Pilar Vázquez, se puso muy bien plantada en las tablas con su mantón de Manila y dio gracia creciente a tres romanzas de Chapí.
Con Carceleras, de Las hijas del Zebedeo terminó de entusiasmar al público. Los bises de los dos pasodobles toreros y del final de la suite pusieron la guinda a un concierto que cumplió ampliamente con su objetivo: la Sinfónica de Galicia y A Coruña renovaron y reforzaron una vez más su compromiso mutuo en una ceremonia llena de entusiasmo. No se puede pedir más.
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