Avaricia
Harían bien los negociadores de Unicaja, que esta semana se reunirán de nuevo con los representantes de la Iglesia en Cajasur, en recordarles que el pecado de la avaricia conlleva el riesgo de que se rompa el saco. Dicho encuentro simboliza quién tiene la llave de la entidad, como es el Cabildo catedralicio que cuenta con un tercio de la caja. Ante la fusión, se han subido a las nubes y piden lo que su propia caja no está en condiciones de dar. Prácticamente, sus exigencias de inmuebles y de una determinada asignación fija cada ejercicio suponen más de 300 millones de euros, una cifra realmente inasumible dado que Cajasur se arriesga a afrontar un agujero patrimonial que podría alcanzar los 1.300 millones euros en apenas cinco años.
O sea, aquéllos que contribuyeron a situar a Cajasur en el punto en el que ahora se encuentra, necesitada de una fusión para garantizar su supervivencia, reclaman para sí una cuantiosa suma sin importarles que, de acceder a sus pretensiones, se estaría lastrando y poniendo en peligro la propia fusión. Éste es el cordobesismo de la parte eclesial, que parece no mirar más allá de sus intereses.
Sin embargo, las circunstancias no les acompañan. Lograda la certeza suficiente sobre la permanencia del compromiso por Córdoba en la obra social y en las inversiones, el proceso se está llevando con un consenso entre todas las fuerzas políticas y, quizá lo más importante, con las indicaciones del Banco de España para que se materialice cuanto antes.
No hay otro camino posible y ellos lo saben a pesar de lo cual, si bien es legítimo su afán por conseguir lo máximo, no se entiende que se llegue a este punto de encallamiento por las ansias de acumular riquezas en este mundo terrenal por parte de aquéllos que deberían ser los primeros en prestar un buen servicio a la sociedad en la que se insertan, facilitando la creación de una gran entidad financiera, en plenitud de condiciones y con la suficiente fortaleza como para convertirse en una de las principales cajas de nuestro país.
Puede, además, que tengan la tentación de coger un atajo y aliarse con una caja foránea, propuesta que ya han advertido las autoridades andaluzas no se permitiría. Por si acaso, ahí está el bueno de Rajoy mostrándose a favor de las fusiones interregionales. Urge que, cuanto antes, Arenas diga si está de acuerdo con este criterio porque puede que corra el peligro de pasar a la historia como aquel que, por segunda vez, sustrajo a una caja del sistema financiero andaluz.
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