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Reportaje:Primer plano

La recuperación tiene nombre de economía en desarrollo

Brasil, China e India han sido capaces de eludir una gran recesión

Dice un refrán español que "en el reino de los ciegos, el tuerto es el rey". Algo similar puede estar sucediendo con la economía global. Los que parecían brotes verdes en la primavera de las principales economías mundiales han dejado paso, según ha llegado el verano, a una realidad menos optimista y al convencimiento, casi generalizado, de que la recuperación económica se retrasa.

Pero no para todos. El Gobierno indio acaba de hacer públicos sus presupuestos para el próximo ejercicio fiscal, donde asegura que es factible alcanzar un crecimiento del 7,75% si la ansiada recuperación global se produce o un 6,25% en caso de que ésta no llegue hasta 2010. No se trata de un brindis al sol. En el primer trimestre del año, la economía india creció un 6,7%, pese a la caída de las exportaciones. Y es que, entre los planes de estímulo y las seis rebajas de tipos llevadas a cabo en el último año, las autoridades han movilizado recursos por un equivalente al 7% del PIB.

La OCDE y el Banco Mundial han revisado al alza sus previsiones de PIB
Esperar que los BRIC lideren el crecimiento golbal es prematuro
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La nueva élite de los emergentes

Jim O'Neill, el economista jefe de Goldman Sachs, prevé que China e India crezcan con fuerza este año, desafiando la recesión y debido a un cambio estructural de la economía mundial y del consumo privado. "Contrariamente a las expectativas que tienen la mayoría de los analistas, las posibilidades de que China registre un crecimiento de más del 8% pese a la crisis mundial son bastante elevadas. En los próximos cinco años hay serias posibilidades de que la demanda doméstica tanto de India como de China ronde unos incrementos del 10%", dice O'Neill en uno de sus informes. Una cuestión no menor, pues casi el resto de las economías del sureste asiático depende de la cadena de montaje china.

De momento, las principales instituciones internacionales (la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico —OCDE— y el Banco Mundial) han revisado al alza sus previsiones de crecimiento para los países emergentes. En concreto, la OCDE calcula que China crecerá este año un 7,7% y un 9,3% en 2010, frente al 6,3% y al 8,5% previsto en marzo, respectivamente. Para Brasil, el panorama es menos alentador, con una caída del PIB del 0,8% este año y un crecimiento del 4% el que viene, pero muy lejos de los registros alcanzados en anteriores crisis. Para India, la OCDE pronostica un crecimiento del 5,9% antes de acelerarse hasta el 7,2% en 2010.

Entre los países que componen el grupo de los BRIC (iniciales de Brasil, Rusia, India y China), sólo la economía rusa se ve sumida en una recesión severa. Ya en el primer trimestre, la economía rusa cayó un 9,5% y la OCDE ha elevado la contracción de la economía este año al 6,8% frente al -5,6% previsto con anterioridad. El consumo privado se ha sumado a los números rojos de la inversión y la producción industrial, lo que significa que, pese a la subida del precio del petróleo y, por tanto, de sus ingresos, Rusia aún debe diseñar su camino fuera de la crisis.

Este crecimiento mayor de lo previsto en las economías emergentes ha vuelto a abrir el debate sobre una de las tesis que las primeras etapas de la crisis financiera se llevó por delante: el fin de la dependencia de las economías emergentes del crecimiento de los países desarrollados, un fenómeno conocido como decoupling.

A finales de 2007, un numeroso grupo de expertos esgrimía que los cambios estructurales que se habían producido en los últimos años en la economía internacional habían reducido la dependencia que los países menos desarrollados tenían hasta entonces de las economías industrializadas. Algunos incluso apostaban porque estas economías se convirtieran en motores del crecimiento mundial. Argumentos defendidos cuando no se conocía ni la profundidad ni la severidad de la crisis que se había desatado ese verano en Estados Unidos. Pero cuando la crisis derivó en el colapso del sistema financiero internacional y la actividad económica se vio inmediatamente contagiada, la imposibilidad de mantener la tesis de la independencia fue evidente.

Hasta que la tozudez de los datos de crecimiento del primer trimestre han empezado a insinuar que la tesis del desacoplamiento quizá se desechó demasiado pronto. Dicho lo cual, es evidente que las economías emergentes no son un grupo uniforme e idéntico y que hay profundas diferencias entre las maltrechas economías de la Europa del Este y otras vinculadas estrechamente a Estados Unidos, como México, y el desempeño mostrado por los BRIC. La revista The Economist ha llamado a esta nueva fase decoupling 2.0, un fenómeno real pero limitado a unas cuantas economías de entre el amplio grupo de las emergentes.

Siendo muy diferenciado el comportamiento de los BRIC, estos países aún están lejos de liderar el crecimiento mundial. Los economistas M. Ayhan Kose y Eswar Prasad, del Fondo Monetario Internacional (FMI), explican en uno de sus trabajos que dado el aumento del comercio y la inversión, los mercados emergentes parecen ahora más capaces de mantenerse a sí mismos en medio de una recesión global. También se han hecho más influyentes en lo que respecta a las materias primas, y su participación de la producción, el comercio y los flujos financieros globales es, sin duda, creciente. "Pero de ahí a esperar de ellos que se conviertan en motores del crecimiento mundial, especialmente en lo que se refiere a absorber las exportaciones de los países desarrollados, es prematuro".

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