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Los últimos tocan madera

Oficios como el de zoqueiro, juguetero e imaginero se quedan sin artesanos

"Soy el último pringado que se dedica a esto. Aún lo estoy asimilando". Alberto Geada dice "pringado" con un tono a medio camino entre la resignación y el orgullo, porque sabe que es uno de los últimos zoqueiros de Galicia. Su caso es uno de los más extremos, pero son muchos los oficios artesanos en los que apenas queda un puñado de profesionales en activo.

Algunos, como Alberto, siguen en el oficio para evitar que se pierda, mientras que otros lo reinventan para no perder su hueco en el mercado. José Ramón Yanci, que empezó hace más de 30 años fabricando caballos y móviles de madera, dejó los juguetes tradicionales hace 13 años para especializarse en juegos de mesa y aprovechar que por entonces no había nadie en España dedicado a esta rama de la profesión. Esa falta de competencia es la mejor baza para artesanos como Leopoldo Rodríguez Rocha, uno de los pocos afortunados que puede presumir de tener más trabajo del que necesita, precisamente por dedicarse a un oficio casi olvidado. Lleva 40 años trabajando en la restauración de imágenes religiosas en Galicia, donde asegura que "cada 10 kilómetros hay una iglesia con 20 o 30 imágenes".

Alberto demostró que sus zocas no están fuera de lugar en las pasarelas
Defienden que el buen artesano es autodidacta y no buscan aprendices

Viendo su taller es fácil creerlo. Es probable que haya más santos, vírgenes y cristos en los 20 metros cuadrados en los que trabaja que dentro de la catedral de Santiago, ciudad clave para la profesión, pese a que sólo sobrevivan dos de los 12 obradores que había hace 60 años. Aun así no le preocupa que el oficio se pierda porque está convencido de que "irá saliendo competencia. Es un trabajo completo y con salida". De los tres artesanos es el único que no necesita hacer un esfuerzo extra para atraer clientes. Su única publicidad es el número de teléfono del taller, que sigue sonando gracias al boca a boca y 40 años de experiencia.

Por su parte, José Ramón hace como la mayoría y combina la venta en tienda a través de un representante con las ferias artesanales. Al principio cambió los juguetes por los tableros con intención divulgativa, para recuperar e introducir en Galicia juegos antiguos o extranjeros de los que aquí no se sabía, como el tablut escandinavo, el go japonés o el wari africano, en el que mantiene como piezas las mismas semillas senegalesas utilizadas en el juego original. Siente debilidad por los juegos de estrategia en los que puede combinar sus dos pasiones, la madera y las matemáticas, de tal modo que puedan aplicarse para que los niños aprendan de forma lúdica en los que él denomina "talleres de matemática recreativa". Para José Ramón se trata, sobre todo, de recuperar un tipo de entretenimiento "que cada vez se ve menos, como que adultos y niños jueguen juntos" porque ha sido desplazado por muñecos made in China y juegos electrónicos.

Alberto Geada también se sirve de talleres infantiles para dar a conocer el oficio de zoqueiro. De los pocos que quedan, con 27 años es el más joven y el más activo. Provee a una cadena de distribución que va desde Torrelavega a A Toxa, con tiendas en las que vende zocas tanto de uso como de recuerdo para los turistas. En su taller también recibe encargos, principalmente de grupos de baile -entre ellos el de Quique Peón-, pero a día de hoy su trabajo más original sigue siendo el par que hizo para el diseñador gallego Manuel Bolaño. Recuerda la experiencia por la satisfacción de "utilizar este calzado para que la gente se dé cuenta de que unas zocas del monte también pueden estar en una pasarela de moda en París".

Ahora tiene otros dos proyectos con los que espera reivindicar el valor de la zoca como parte del patrimonio gallego. El primero, conseguir ayuda económica del Xacobeo para sostener el Centro de Interpretación del Calzado Primitivo en el Camino Norte, en el bajo de la catedral de Mondoñedo, donde expondrá su colección de 30 modelos de calzado procedentes de distintas épocas y países. El segundo no tendrá fecha hasta que consiga financiación para viajar al Salón del Calzado de Las Vegas y exponer una pieza que será "extraordinaria, exquisita y única".

Leopoldo y José Ramón también reciben algunos encargos a lo grande. En el caso del juguetero es literal y ahora está trabajando en una versión de la yenga (juego en el que hay que retirar de uno en uno los bloques que forman una torre sin que esta se caiga) de un metro de altura para jugar al aire libre. A Leopoldo le cuesta más elegir entre sus obras. Los ojos del tallista siempre encuentran "defectos que los demás no ven", pero si se le pide que mencione una enseguida piensa en dos, las figuras gemelas -salvo en el acabado- de Santiago Apóstol, que se exhiben en un museo de peregrinaciones alemán y en el Centro Gallego de Barcelona.

Aparte de la madera, su elemento, es difícil encontrar coincidencias entre los tres oficios, entre los tres artesanos. Uno de los pocos puntos en común es su falta de interés en tomar aprendices, incluso los que se preocupan por el futuro de la profesión. A su manera, es otro tipo de reivindicación, pues coinciden en que para dedicarse a la artesanía hay que ser en gran parte autodidacta y tener vocación suficiente para no abandonar el oficio, bien porque, como Alberto, "no conoce otro", o para presumir, con Leopoldo, de ser la excepción a ese "99% que no es feliz yendo al trabajo".

Alberto Geada hace una demostración en su taller del Barrio dos Muíños, en Mondoñedo.
Alberto Geada hace una demostración en su taller del Barrio dos Muíños, en Mondoñedo.XOSÉ MARRA

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