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Tentaciones
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Reportaje:ARTE

La reinserción de lo quinqui

"Historias de una crisis, la de los ochenta, que recuperamos en otro momento de crisis. Observar aquellos sucesos con una mirada actual puede hacer que modifiquemos nuestra percepción y, al mismo tiempo, aplicar la mirada de entonces a la crisis actual puede ayudarnos a verla de una manera distinta". Así termina el prólogo, titulado Pequeños mitos urbanos, que ha escrito Josep Ramoneda, director del barcelonés CCCB, espacio que acoge la exposición Quinquis de los 80, una muestra consagrada a un fenómeno que marcó a toda una generación, produjo algunas de las película más idiosincrásicas y exitosas de una época, impulsó un estilo musical e incluso introdujo en el léxico patrio un sinfín de vocablos todavía comunes en calles, bares, cárceles y discotecas. La muestra se centra, esencialmente, en el cine de una época y en el estado de alarma social fomentado por la existencia entonces de una prensa sensacionalista que, antes del milagro económico, debía buscar el escándalo en el consumo de heroína bajo un puente y no en el de cocaína en la cubierta de un yate.

"La adopción de la estética quinqui por parte de las grandes marcas casi no ha existido. El modelo es demasiado castizo" (Mery Cuesta, comisaria)

En muchos aspectos, el cine quinqui es nuestra blaxploitation (movimiento de los setenta que tenía a la comunidad negra como protagonista), "o incluso nuestro cine mondo, ese falso documental con el que se emparenta el filme Perros callejeros y que hizo que en su presentación en EE UU muchos pensaran que aquello era un snuff [género que filma asesinatos reales]", como señala Mery Cuesta, comisaria de la exposición y, a sus 33 años, plenamente consciente de la atracción que ha producido el fenómeno en las generaciones posteriores. Nuestra rumba del perico podría ser nuestro northern soul. "No estoy muy seguro de cuan literal podría ser la traducción, pero sin duda sí hay algo en común en la génesis de ambos géneros y sobre todo en el modo de consumirlos", recuerda Txarly Brown, diseñador y adalid rumbero. El último disco de la Fundación Tony Manero, Navajeros, realiza el tránsito conceptual entre ese funk primerizo y la rumba quinqui. Los Chichos han vuelto y Las Grecas jamás se fueron, estaban de parranda. El sonido quinqui ha sobrevivido e incluso a sufrido cierto repunte. Hasta el tipo de delincuencia, sobre todo, la navaja, parecen volver a salir a la calle a golpe de estadística del INEM. Eso sí, un quinqui jamás robaría una tienda de Loewe con el método del alunizaje. "El coche era muy importante, era el icono del nacimiento de una nueva sociedad de consumo que aquí no existía antes", recuerda Cuesta. Música, bandas callejeras (los Latin o los Ñetas podrían ser la versión posley de inmigración de todo esto), crisis económicas y demás elementos asociados al movimiento pueden tener su vigencia e incluso su traducción a la actualidad.

Desde el nacimiento, popularización y esponsorización de cualquier tipo de culto pasado, por muy estéticamente dudoso o éticamente reprobable que nos pueda parecer, puede ser víctima de una nueva satinada aproximación. O no. Según el escritor Kiko Amat, "sigue siendo posible la existencia de cultos no comercializables: el skinhead es la prueba viviente de que hay cosas que no pueden recuperarse (en el sentido en que los situacionistas utilizaban la palabra) por el establishment". Lo cierto es que el quinquismo es algo que ya lleva buena parte de esta pasada década flirteando con la moda y las más radicales tendencias, pero sin llegar jamás a ser totalmente abrazado por ellas. Marcas populares han hecho pequeños intentos de la apropiación del vaquero fardapollas y el chándal de tactel. El corte de pelo salmonete, popular durante la primera parte de esta década, en muchos aspectos similar tanto al del futbolista argentino tipo como al del quinqui modelo fue un hit entre jóvenes que no habían visto una navaja ni yendo de acampada.

El look quinqui sería la versión cañí de los terrace boys que por la misma época aterrorizaban los campos de fútbol y los barrios del extrarradio inglés. Pero, a diferencia de los polos de la marca Sergio Tacchini y demás elementos que les definieron y que dieron origen al binomio moda deportiva-moda de calle, no han saltado a la pasarela. "La adopción de la estética quinqui por parte de las grandes marcas prácticamente no ha existido", comenta Mery Cuesta. "El modelo es demasiado castizo y concreto. El otro día trataron de recrearlo en la televisión y sacaron a uno con pantalones de campana, algo que no tiene nada que ver con lo que sería la estética quinqui". Y es que nuestra democrática y llena de talante realidad actual, en lo que a quinquismo se refiere, todavía prefiere la ironía y el turismo. Hemos pasado de El caso a Cuore.

Qunquis de los 80, en el CCCB de Barcelona hasta el 6 de septiembre. www.cccb.org

Portada de discos de Los Chunguitos.
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Los presos de la prisión madrileña de Carabanchel amotinados el 31 de julio de 1976.
Los presos de la prisión madrileña de Carabanchel amotinados el 31 de julio de 1976.
Fotocartón de <i>Colegas</i> (1982), de Eloy de la Iglesia, donde actuaban Antonio Flores, José Luis Manzano o El Pirri.
Fotocartón de Colegas (1982), de Eloy de la Iglesia, donde actuaban Antonio Flores, José Luis Manzano o El Pirri.
Portada de un disco de Las Grecas.
Portada de un disco de Las Grecas.

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