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HISTORIAS DE UN TÍO ALTO | NBA
Columna
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Cuidado con la apatía de Denver

Al principio del segundo cuarto de la vuelta de la final de la Conferencia Oeste, con los Nuggets de Denver jugando como una pandilla de aficionados, estuve a punto de dar por perdidas sus posibilidades de supervivencia. Parecían superados en número y apáticos.

Se me olvidaba que el segundo de estos dos adjetivos es una buena manera de describir a los Nuggets y que puede que sea lo que les salva. También se me olvidaba que hay una forma sencilla para que los espectadores puedan reconocer esa apatía: los Nuggets tienen que ser los primeros de los play offs en tatuajes por jugador.

Yo no soy un fan de los tatuajes. Supongo que me dan un poco igual si son un tributo a un hijo fallecido o un homenaje a la madre de uno. Pero la mayoría de ellos son innecesarios. De hecho, son más que innecesarios: los tatuajes han alcanzado una nueva fase. Están pasados de moda. A lo mejor molaban algo en los años noventa, pero ahora me entra un escalofrío cada vez que veo a una chica con un tatuaje donde termina la espalda (como dicen en la película De boda en boda: "Ya podía ser una diana"). Lo mismo se puede aplicar al alambre de espino tatuado en el bíceps, un delfín pequeñito en el tobillo o un verso bíblico en el deltoides.

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Sin embargo, hay otro nivel. Un nivel de desfiguración de la piel que está ocupado por Kenyon Martin, Chris Anderson y J. R. Smith. La gente que está tan volcada con la tinta, por lo general, pasa de las normas de la sociedad. Lo cual me parece perfecto (no voy a pelearme con Kenyon Martin por sus tatuajes).

Naturalmente, si fuera el entrenador del equipo juvenil en el que jugaba Kenyon Martin podría haberme preocupado una actitud tan dejada. Pero creo que, a estas alturas, Martin ha demostrado ser un jugador de baloncesto apto. No creo que a nadie le importe lo que haga en su tiempo libre (a excepción de Mark Cuban, el presidente de Dallas Mavericks, que le criticó durante el enfrentamiento entre los dos equipos en las semifinales del Oeste).

La misma actitud que hace que una persona quiera cubrirse la piel con algo que no sea filtro solar podría permitir a esa persona ser bastante eficaz bajo presión. No porque hacerse tantos tatuajes sea necesariamente muy doloroso (aunque yo estoy seguro de que lo dejaría después de uno), sino más bien porque decir que sí a una piel cubierta de dibujos implica que al que los lleva probablemente le dé igual lo que piensen los demás. Y si a Kenyon Martin le importa tan poco lo que el resto del mundo piense acerca de que esté dispuesto a tatuarse unos labios rojos en el cuello es probable que no le preocupen demasiado las repercusiones de fallar un tiro libre al final de un partido. Puede que él y sus compañeros de los Nuggets sean inmunes a la presión. Al ser éste su primer anticipo de relevancia colectiva postemporada, esa condición podría ser más importante de lo que cabría pensar.

La apatía de los Nuggets podría llevar al equipo a la ruina. Puede ser que no les importe lo suficiente. Pero esa misma apatía podría, de hecho, llevarlos más lejos de lo que esperamos. Porque, a veces, que no te importe lo suficiente es precisamente la actitud idónea en la NBA.

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