La caca
Era la hora de la siesta y me encontraba tumbado en el sofá, aturdiéndome con un programa cualquiera de la tele, cuando sufrí un arrebato místico en cuyo transcurso los dioses (porque eran varios) me revelaron que el sentido de la vida del hombre era la producción de caca. La sorpresa, como comprenderán, fue superlativa, de modo que volví a preguntar y recibí idéntica respuesta. Por lo visto, hemos sido creados, al igual que el resto de los animales, para producir aquello que tomamos equivocadamente por un residuo. El residuo somos nosotros. La caca es la estrella, por eso hay tantas clases de heces, cada una con su textura moral y su tamaño físico, desde la de la mosca a la de Federico Trillo. Los dioses no nos quieren por nuestra alma, sino por nuestros excrementos, que dan lustre al mundo vegetal. El mundo vegetal, a la chita callando, resulta que es el rey de la creación, de ahí que los perros levanten la pata cuando pasan junto a un árbol: es su modo de orar, porque los perros saben a qué han venido a este mundo y quién es quién.
Una vez más, pensé en medio del arrebato místico, los sentidos nos han engañado. Decía Freud en un célebre artículo que el narcisismo del hombre ha sufrido a lo largo de su historia tres grandes heridas. La primera fue descubrir que no éramos el centro del Universo; la segunda, que descendíamos del mono; la tercera, que nuestra existencia no la dirige el "yo". Me fastidia haber dado con la cuarta, pues jamás he envidiado el destino cruel de los descubridores. Quizá algún día mi nombre figure junto al de Copérnico, al de Darwin, al de Freud, genios que supieron mirar adonde debían para no dejarse engañar por las apariencias. Bien, ¿y qué? ¿Qué importa figurar en ese cuadro de honor cuando sabes que lo único que los dioses esperan de ti es que vayas al baño con regularidad?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.