Misterios del público

Todo el mundo está de acuerdo en que el teatro vive en España un momento de euforia, unos tiempos dulces, en los que un público muy variado llena salas de todo tipo. Ahora bien, aunque parezca mentira nadie sabe con seguridad cuántos espectadores asisten a los teatros. Ni el Ministerio de Cultura ni la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) ni otros organismos, oficiales o privados, pueden detallar las cifras, a pesar de que se barajan estimaciones como los cinco millones de entradas que el año 2008 se vendieron en los teatros de Madrid y de Barcelona, repartidas casi a partes iguales entre las dos ciudades. El propio director general del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), Juan Carlos Marset, acaba de anunciar que negociará con la SGAE un sistema para que los datos actualizados puedan consultarse en Internet y para contar, dentro de un par de años, con un listado estatal. La proliferación de salas en las últimas décadas en todo el país y su dependencia de entidades diversas (Administración central, autonomías, ayuntamientos, sector privado...) dificulta una contabilidad que, de cualquier modo, ya debería estar resuelta.
Sea como sea, los empresarios teatrales han confesado que el número de espectadores ha seguido en aumento durante los tres primeros meses de 2009. Los expertos no se ponen de acuerdo en las razones de esta increíble bonanza en medio de la crisis. Algunos veteranos teatreros, con muchas horas de vuelos en los escenarios, sostienen que la inflación de nuevas tecnologías está empujando a sectores del público a espectáculos en vivo y en directo, sin trampa ni cartón. Mucha gente ha recuperado el gusto por una historia interesante y bien interpretada. Es decir, la esencia del teatro. Otros expertos añaden que la cadena teatral funciona con éxito en España, desde los dramaturgos hasta los actores pasando por productores, técnicos e incluso los medios de comunicación. Siempre condenado a muerte y siempre resucitado, ni el cine ni la televisión ni siquiera los videojuegos han podido con un arte tan sencillo y poderoso, a la vez, que sólo necesita unas tablas.
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