Woods y el futuro
Tiger acapara un Masters expectante ante la nueva generación liderada por el sorprendente McIlroy - Quirós, debutante español, junto a tres clásicos: Olazabal, Jiménez y García
La carretera que lleva de Atlanta a Augusta son 200 aburridos kilómetros de rectas y baches sólo alterados por algún coche de sheriff escondido en la cuenta. Un camino tan monótono como ha sido para el golf recorrer ocho meses sin Tiger Woods. La estrella que da de comer a este deporte ha ganado 10 de los 15 últimos torneos que ha jugado. Pero lejos de aburrir, los organizadores, patrocinadores e incluso rivales cruzan los dedos para que vuelva el tirano. Cuanto más gane, más crece el mito, más ingresos hay, más se paga. La victoria de Woods el mes pasado en el Arnold Palmer, tercer torneo que jugaba tras su lesión de rodilla, fue el espacio golfístico más visto por televisión tras el Open de Estados Unidos de 2008, el último campeonato que jugó El Tigre.
El Tigre ha añadido nuevos golpes a su repertorio ante las dificultades de Augusta
En la cena de los campeones, Olazabal leyó una emotiva carta de Seve Ballesteros
Ocho meses sin sumar un punto y el trono de número uno intacto. Nada se ha movido en su ausencia. ¿O sí? Woods tiene 33 años y 14 grandes, y su victoria en el Masters de Augusta del 97 todavía da que hablar en el torneo que arranca hoy (Golf +, 21.00). Pero ya no sólo se habla de Woods. Otro jugador atrae los focos, un imberbe de pelo indomable llamado Rory McIlroy, el norirlandés de 19 años señalado como el futuro del golf. Cuando Tiger rompió con todo en el 97, a los 21 años, McIlroy apenas tenía siete y miraba a su héroe por la tele. Ahora Woods es el espejo para una nueva generación que aparece en el horizonte dispuesta a marcar la nueva década.
McIlroy, ganador en febrero en Dubai, es la cabeza visible de un triunvirato que en Augusta coincide por primera vez y que completan Danny Lee, neozelandés de 18 años, y Roy Ishikawa, japonés de 17. Lee rompió el récord de precocidad de Woods en el US Open aficionado y los patrocinadores se lo rifan a dos semanas de pasar a profesional; Ishikawa, que nació en Corea del Sur, es el segundo debutante más joven en un Masters (la influencia de la gran audiencia asiática también ha hecho lo suyo).
Entre tanto niño, Woods reparte consejos como un viejo. Por encima de todo, tiene una cuenta pendiente con el Masters. Es el grande que más tiempo hace que no gana (2005) y en los dos últimos años flojeó con el putt, su movimiento más robotizado. "Y en eso no puedo fallar porque Augusta no es lo que solía ser. Cada vez hay menos oportunidades de birdie", explica. Para la revancha ha añadido a su repertorio golpes que antes evitaba por culpa de la maltrecha rodilla, y ha afilado el apetito remontando cinco golpes en el Arnold Palmer.
"Tiene el talento para ganar en Europa, Estados Unidos y todo el mundo. Es sólo cuestión de tiempo que empiece a ganar un montón de torneos", pronostica El Tigre sobre el principiante McIlroy, embobado porque recuerda cada golpe de Woods en el 97. "Le veía por la tele y pensaba: 'Bueno, puede que algún día yo consiga algo así'. Él ha hecho que los jugadores hagan cosas que nunca hubieran hecho", cuenta McIlroy.
Otro joven, Anthony Kim, y el colombiano Camilo Villegas, un golfista forrado de músculos, se unen a los desafiantes. También Harrington, ganador de los dos últimos grandes (Open Británico y PGA Championship) y Geoff Ogilvy hacen méritos para la chaqueta verde del surafricano Immelman. Ningún español aparece en las quinielas. Tres clásicos -Olazábal, Jiménez y Sergio García- y un debutante -Álvaro Quirós- defienden sus opciones. Pese al parón, Olazábal recupera sensaciones en Augusta, un campo en el que se siente en casa, quizás el único donde el vasco puede volver a ser el que fue. Nadie siente Augusta como él. Todo lo contrario que Sergio, a quien el Masters no da buena espina: en 10 participaciones no ha pasado el corte en cuatro. El chico lo tiene atravesado. Jiménez, octavo en 2008, renquea de algún problema físico, de modo que la mejor promesa es Quirós, un pegador brutal (el mejor del circuito europeo) en un campo de bombarderos.
Pero antes de que el torneo eche a andar se produjo el que será sin duda el acto más emotivo. Ocurrió en la tradicional cena de los campeones, en la que Olazabal leyó una carta de agradecimiento a sus compañeros de Severiano Ballesteros, ganador del torneo en 1980 y 1983. Billy Payne, presidente del Augusta National, se saltó la tradición que perdura desde 1953 para contar a la prensa lo ocurrido durante la cena. "Fue muy emotivo y se pudo sentir la reciprocidad de sus amigos y ex campeones. Ha sido un momento increíble, impresionante. Aguardamos su regreso a Augusta", relató Payne.
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