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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

El primer hueso de Armstrong

El tejano se cae y se rompe una clavícula, su primera fractura, en la Vuelta a Castilla y León

Carlos Arribas

"Yo iba detrás de él y me pude haber caído, pero fui rápido con el freno y no llegué a tocar tierra". Fred Rodríguez, un estadounidense hijo de un trompetista de jazz colombiano, disfrutó del privilegio de contemplar un hecho insólito, una caída de Lance Armstrong con resultado de fractura. "Se cayó solo", explica Rodríguez, un sprinter que ha llevado en Estados Unidos una carrera paralela a la del ganador de siete Tours; "frenaron unos cuantos delante y él clavó los frenos. Clavó en exceso el izquierdo, se desequilibró, se fue torciendo, torciendo, y al suelo".

Frenó el pelotón, que ocupaba todo el ancho de la estrecha carretera azotada por el viento del páramo, porque acababa de absorber al antepenúltimo fugado en la primera etapa de la Vuelta a Castilla y León -aún quedaban dos delante, el incansable Paco Mancebo y José Antonio López-, Raúl Santamarta, que se quedó pasmado, en el centro, y Armstrong acabó en la cuneta, salvada la zanja, sentado con cara de no entender nada y un gesto de incomprensión más que de dolor en el rostro mientras se tocaba la clavícula derecha.

El ciclista del Astana ve "muy complicado" correr el Giro, que empieza el 9 de mayo
La caída no debería poner en peligro su participación en el Tour

A su alrededor, el caos y el chirriar de bicicletas, los afanes de mecánicos desquiciados y el grito de corredores caídos: a sus espaldas, no menos de 15 ciclistas acabaron en el suelo, en una cinta de asfalto estrecho, antiguo y desigual del paraje de los Alfoces, término municipal de Antigüedad, en el Cerrato palentino, a 20 kilómetros de donde acababa la primera etapa. "Cuando me quise dar cuenta, me vi en el suelo", dice Íñigo Cuesta, el decano del pelotón, un vasco que cumplirá 40 años dentro de un par de meses. Pero sólo Armstrong se rompió algo.

En pocos minutos, todavía con la cara de quien está en un sitio en el que cree que no debería estar y ha acabado allí sin saber cómo, Armstrong, de 37 años, seis meses justos desde que anunció que regresaba al ciclismo después de tres años de retirada, fue introducido en una ambulancia y trasladado al hospital Clínico de Valladolid, donde terminó una etapa que debería haber acabado en Baltanás, donde torea El Regio, como el resto del pelotón.

El médico de la carrera, José Vicente Esteban, ya había intuido una fractura de clavícula que después confirmaron las radiografías. Una fractura limpia y sin desplazamiento del tercio medio de la clavícula derecha. "Sin complicaciones. Recuperación rápida", avanzó Johan Bruyneel, el director del tejano en el Astana. "Las del tercio medio son las de mejor pronóstico", confirmó Jesús Hoyos, médico del Caisse d'Epargne, quien a lo largo de su carrera ha visto a sus corredores con clavículas rotas de todo tipo de forma y color.

Desde que se extendió el uso de pedales automáticos, la clavícula es el hueso favorito de las fracturas. "Se pueden curar con operación o sin ella, pero si quiere correr el Giro [uno de los objetivos de Armstrong en su regreso era su debut en la carrera rosa, que empieza el 9 de mayo en Venecia], para acelerar su recuperación debería operarse. Tardaría 10 ó 12 días en volver a la carretera. Si no se operase, sería más complicado".

En el hospital vallisoletano, Armstrong estuvo el tiempo justo y necesario para una primera cura. Volvió a su hotel en Palencia a media tarde y con unos cuantos calmantes en el bolsillo. En su cabeza, mientras tanto, la duda: ¿Operarse o no? "Veo el Giro muy complicado", dijo Armstrong al salir del hospital, el brazo en cabestrillo; "me siento mal, muy mal. Ahora deberé descansar unos días". Hoy mismo tenía previsto volver a Estados Unidos. Armstrong precisó que se le cayeron delante dos corredores antes de verse él en el suelo. A Castilla y León le habían traído, aparte del deseo de verse con Alberto Contador, las largas subidas del miércoles y el jueves y la necesidad de perder músculo en el tronco.

"¿El primer hueso de su carrera?", decía incrédulo Fred Rodríguez, de 35 años; "yo creo que me habré roto la clavícula siete veces". Armstrong ha sido único porque ha ganado siete Tours, 147 días de competición y tensión, sin romperse ni una uña, pero antes, en 1997, pasó un par de veces por el quirófano para someterse a operaciones más complicadas que la de una fractura de clavícula: en una le abrieron la cabeza para eliminarle las metástasis del cáncer de testículos que sufrió; en la otra, el pecho.

"Ha sido una pena perder a Lance porque se le veía con ganas de hacer una buena preparación en esta carrera", dijo Alberto Contador, el dorsal número 1 del Astana [Armstrong llevaba el 2] en una competición que había despertado una expectación extraordinaria por ser la primera vez en que coincidían en una carrera Armstrong y su heredero. "Era una buena oportunidad para trabajar juntos en carrera. Ahora sólo puedo darle ánimos y desearle que se recupere cuanto antes para que corra el Giro", añadió el de Pinto.

La caída no debería, de todas maneras, poner en peligro la participación de Armstrong en el Tour.

Lance Armstrong, en la ambulancia tras su caída.
Lance Armstrong, en la ambulancia tras su caída.REUTERS

Breve encuentro con Contador

El título de la película debería haber sido Vidas cruzadas, el ir y venir de dos campeones que acaban en el mismo equipo, pero se quedó finalmente, vía clavícula rota, en Breve encuentro, con la ventaja de que ninguno de los dos, ni Lance Armstrong ni Alberto Contador, deberá echar la culpa al hollín que se mete en el ojo para justificar las lágrimas, la ruptura con la que acabó la primera carrera de su vida en común y que duró justamente 160 kilómetros, ni una etapa completa.

El día empezó con Armstrong, divertido y juvenil, jugando a pillar con la chiquillería terracampina, sin escuela una mañana por el evento, a la sombra del espectacular chapitel, mudéjar, multicolores azulejos de cantarero, de Santa Eulalia en Paredes de Nava; continuó con la negativa a una foto posada dándole la mano a Contador -los juegos, con los niños; entre ellos las relaciones son serias- y terminó sentado en un barbecho a la sombra de los cerros calizos del Cerrato con una clavícula rota. Lo que obligó al centenar de periodistas presentes -nunca se había visto nada igual en una carrera española- a cambiar de registro rápidamente.

Armstrong, el que había sobrevivido a peligrosas emboscadas en sus campañas en Francia, el autor de la milagrosa fuga campo a través cuando Beloki dejó la cadera en el asfalto en 2003, había ido a caerse en una carrera de preparación. A los de la CNN, que no saben que a Antonio Bienvenida le mató una vaquilla, la noticia les pilló con el pie cambiado. Acabaron entrevistando a la carrera a un polaco con el dorsal 98 que les dijo que no había visto nada, que todo había sido muy rápido. Ellos, en efecto, venían a otra cosa, a cubrir el gran espectáculo de un encuentro tan breve.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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