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Reportaje:FUERA DE RUTA

En casa de John y Divine

En Baltimore, Waters rodó 'Pink Flamingos'. Aquí nacieron él y su musa. Visita a la meca de la cultura 'trash' y a algún grasiento restaurante

En el mostrador de la librería Atomic Books, de Baltimore, había hasta el 4 de noviembre un reloj que iba contando los años, meses y días que faltaban para que Bush saliera de la Casa Blanca. A esa librería suele acudir el cineasta John Waters (Baltimore, 1946), del que hay un póster en una pared. No en vano ofrece cómics underground, muñecos o action figures -del mismo Waters a Jesucristo-, discos de música alternativa, rarezas bibliográficas y publicaciones para adultos. Es decir, puro estilo Waters, el rey del género trash o cultura basura desde su película, rodada en Baltimore como casi todas, Pink Flamingos (1972) y el momento en el que su colega de barrio y drag queen Divine se tragaba un excremento de perro (es posible visitar el punto exacto del callejón donde se rodó la escena). La mítica Divine, nacido en Baltimore como Harris Glenn Milstead, tiene su tumba en el Prospect Hill Cemetery, a ocho kilómetros al norte de la ciudad. Un enclave ideal para comenzar una ruta cien por cien John Waters que también pasa por la peluquería Geometrics Hair Salon (523, N. Charles Street), donde se corta el pelo el director de Hairspray, y por el American Visionary Art Museum (www.avam.org), donde se exhibe una estatua de tres metros de Divine en homenaje a la actriz que en Pink Flamingos escupía sus sagrados principios como reina del mal gusto: "Filth is my politics! Filth is my life!" (¡La porquería es mi política!, ¡la porquería es mi vida!)

Joaquín y Katie, una encantadora pareja de la universidad -él es de Sevilla; ella, de Saint Louis-, tomando un brunch con mimosas (champán con zumo de naranja) en el fantástico City Cafe de la calle Cathedral, me hablan de los guetos de Hampden, donde viven los white trash, población blanca paupérrima. Un día vieron a Waters comiendo en un grasiento diner de la calle 25. El director estaba en su salsa, en el ambiente que ha llevado a la gran pantalla, especialmente en Pecker (1999).

Un barrio con manchas

Lo vulgar y cutre, lo caótico y sucio, el vocabulario malsonante, la escatología y el sexo ramplón, los garitos de espectáculos homosexuales, el barrio más mundano y estrambótico aparecen en esa comedia que muestra a un joven álter ego de Waters haciendo fotos por todo Hampden. "El arte está en las manchas", dice la novia del protagonista, encargada de una lavandería, cuando ve que las instantáneas de Pecker alcanzan fama entre los esnobs neoyorquinos. En otro filme de Waters donde aparece Baltimore, el violento Cecil B. Demente (2000), un director rapta a Melanie Griffith en contra del cine comercial. Es la conversión de lo grotesco en sublimación artística: el reino freak, encajado en un barrio, en una forma de entender el mundo caduca y a la vez conservada con estilo.

Como en un videoclip de los Counting Crows, al salir de la preciosa estación de Baltimore, sobre esta ciudad del Estado de Maryland se posaba una fina llovizna, y es entonces cuando la memoria susurra la canción It's raining in Baltimore (Llueve en Baltimore). Algo más de dos horas desde la Penn Station de Manhattan, atravesando la naturaleza de Nueva Jersey y Filadelfia, y ya estamos donde Jack Nicholson llevó a Helen Hunt a comer cangrejos en Mejor... imposible, donde Meg Ryan fabricó su fantasía de conocer en Seattle al viudo que interpretaba Tom Hanks en Algo para recordar y en donde se ambienta y se rueda la prestigiosa serie The wire.

Se diría que Baltimore hace siempre de personaje secundario al lado de las grandes ciudades del este norteamericano -a sólo un rato en ferrocarril está Washington-, pero el visitante descubrirá que Baltimore tiene dotes de protagonista. Comenzará a presentirlo si anda desde la estación por Charles Street hasta el acogedor The Brewer's Art para tomarse una cerveza -recomiendo la Resurrection- o, más al norte, deguste un martini en el club The 13th Floor, en el ático del elegante hotel Belvedere -el Owl Bar de su planta baja está plagado de fotos de presidentes y actores- mientras una banda toca jazz suave para acompañar la vista de la urbe nocturna.

En el pasado, Baltimore fue un lugar de paso sin atractivo: allí vivió y encontró una muerte súbita Edgar Allan Poe en 1849; hay incluso un museo dedicado al escritor, al oeste del centro, y una estatua erigida en su memoria bajo la cual yacen sus restos. En esta ciudad, el poeta Poe decidió escribir narrativa; en Fells Point, la zona portuaria, la niña Billie Holiday empezó a interesarse por la música, hasta que escapó de su miserable existencia para instalarse en Harlem.

Hoy, Baltimore presenta tres focos de interés: el downtown, con una zona de rascacielos, comercios y museos próximos a Inner Harbor, el muelle turístico por el día y con buena oferta de restaurantes y bares nocturnos en las calles que lo envuelven; el campus de la Universidad Johns Hopkins (la decimocuarta en el ranking nacional), donde ejerció de profesor Pedro Salinas alrededor del año 1940, y el curiosísimo barrio de Hampden.

Un paréntesis en el tiempo

Desde la Johns Hopkins, dando un paseo hacia el norte, es de donde una de sus doctorandas más brillantes del departamento de letras, la barcelonesa Raquel, me introduce a la Virgilio en una suerte de oasis urbano, paréntesis en el tiempo, isla social. Atravieso el espejo, dejo atrás el presente y me dejo llevar por la calle 36, la llamada The Avenue, núcleo del barrio de Hampden, donde se respiran los años sesenta. Hasta el folleto informativo del lugar, con el lema "Down the Avenue, hon!" -hon, diminutivo del apelativo honey (cariño)-, está concebido con el diseño de aquella década.

El sabor de estética retro llega a su clímax en junio, cuando se celebra el Honest Festival, que incluye el concurso de Miss Hon -siempre una mujer gorda de mediana edad y lazos en el pelo-, y se palpa intensamente cualquier día en el café Hon, que tiene ese encanto de lo que roza lo kitschy, como dicen por allí, con una estatua de Elvis justo al entrar, sus sonrientes camareras de labios con fuerte carmín rojo y vestuario de época.

» Toni Montesinos es autor de la novela Solos en los bares de noche (Mondadori).

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Guía

Cómo ir

» Para consultar horarios y precios, y comprar billetes por Internet: www.amtrak.com.

Información

» Turismo de Baltimore

(http://baltimore.org).

» En la web http://rollingroadshownews.blogspot.com se puede encontrar una ruta para amantes de John Waters que indica numerosas localizaciones de sus películas, bares y tiendas que frecuenta, o cómo encontrar la tumba de Divine en el cementerio de Prospect Hill.

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