"La fe mueve montañas"

Cuando Javier Aguirre llegó al banquillo del Atlético se encontró un vestuario "en plena terapia de limpieza, de higiene mental, de recuperación de la autoestima". Aun así, pese a las tormentas que lo sacudían, pese a no incluir ningún título desde el doblete de 1996 en una vitrina apolillada y sin ventilar, el club se seguía declarando "el tercer equipo de España". El preparador mexicano asumió que su tarea principal era "construir, a partir de las emociones, una base para el futuro". Dos años y medio después, sus dotes como psicólogo han eclosionado. "Sin duda, sabe cómo motivarnos. Utiliza la política del palo y de la zanahoria con la dureza o el cariño apropiados para la ocasión. Sabe lo que se dice y por eso le respetamos", observan desde el vestuario.

El viernes, nada más saber que el Oporto era el rival en los octavos de final de la Champions, Aguirre sacó a restallar el látigo. "El Espanyol es el rival más importante que hay. Por historial, siempre la cagamos en estas fechas... A ver si esta vez es la excepción". El mensaje caló en la plantilla: "Nos tocó el orgullo. Fue un toque de atención con el que evitar despistes". Funcionó. El equipo prosiguió en Montjuïc su racha y sumó su tercera victoria a domicilio. Desde la derrota (1-2) en el tiempo de descuento con el Madrid en el Calderón, el 18 de octubre, que le relegó a la octava plaza, la escuadra del Manzanares acumula 15 partidos consecutivos sin perder (ocho triunfos y siete empates) entre las tres competiciones con un balance de 30 goles a favor y 14 en contra.

"Apenas llevábamos nueve puntos, por los 16 del Madrid. Nueve jornadas después, ya le tenemos por debajo", se regocijan las altas esferas del club, que se ha aupado a la tercera posición del campeonato. Exactamente igual que el pasado a estas alturas, cuando sumaba los mismos puntos (31). "Ése es el puesto que debemos alcanzar por plantilla y presupuesto... Es casi una obligación quedar entre los tres primeros", considera el director deportivo, Jesús García Pitarch. De paso, el equipo maquilló su balance en los meses de diciembre: desde la temporada 2002-03 no ganaba el último partido antes del parón navideño. La racha lo decía todo: dos empates y cuatro derrotas. "Nuestra despedida del año era nefasta", reconoce Pernía; "pero la fe mueve montañas".

El punto de inflexión que explica en parte el estado de forma del Atlético se produjo hace mes y medio, en Vila-real (4-4), cuando el Atlético perseveró e igualó "un partido de locos", según Aguirre, en el que llegó a mandar por 0-2 y a ir a rebufo por 4-2. "Ese día nos dimos cuenta de lo que somos capaces de hacer. De las dos caras que tenemos", asiente Maniche. "También aprendimos que el exceso de confianza es un mal compañero de viaje", apunta Simão.

Por eso Pablo llama a la calma: "Debemos mantener los pies en el suelo. Otras temporadas hemos realizado buenas primeras vueltas y luego hemos fallado". "Al regreso, nos espera un calendario muy feo", le secunda Aguirre: el 3 de enero, el Atlético visita al Valencia. Tres días después, el de Reyes, le tocará medirse con el Barça en la Copa. "Enero viene cargadito de regalos", asume el cuerpo técnico.