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Reportaje:

"En 2007 nos salvamos por los pelos"

La policía retiene y registra durante tres horas los vehículos de los auxiliares del Saunier

Parecía que las nubes negras y las lluvias de los primeros días habían abandonado el pelotón. Parecía que por fin también en Francia había llegado el verano. Sólo parecía. Porque ayer volvió a caer una tormenta que embistió a Moisés Dueñas, su familia y su equipo, el Barloworld -"me quedé hasta las 8 de la tarde en comisaría sólo para decirle a Moisés que era un imbécil y porque me moría de ganas de darle dos bofetadas", espetó el team manager Claudio Corti quien finalmente no coincidió con el ciclista-. La misma tormenta también embistió el Saunier Duval y a sus auxiliares, que sólo deseaban coger sus maletas, irse a casa, rezar para no quedarse sin trabajo -el director, Matxin, dijo que suspendía temporalmente el funcionamiento del equipo a la espera de tener claro lo que había sucedido- y preguntarse preocupados por cómo podían seguir pagando la hipoteca. Eso, después de ser retenidos y requisados durante tres horas en un área de descanso en Perpiñán.

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Eran las ocho de la mañana cuando Héctor, Jorge y María (hermanos y novia de Dueñas) aparecían en la comisaría de Tarbes donde Moisés había pasado las últimas 23 horas. "Aquí ya no está, iros corriendo al tribunal de justicia", les dijeron los gendarmes. En el tribunal de justicia pasaron la mañana sentados en un banco de madera al lado de sala número 103. Hasta que a las dos de la tarde pudieron llevarse a Moisés. Salió con la misma camiseta roja que llevaba cuando le detuvieron y barba de tres días.

Ellos, que el lunes habían subido hasta Hautacam para verle, se enteraron de que había dado positivo por la tele. "A mí me avisó una vecina. No sabemos nada de él desde hace más de 24 horas. Lo hemos visto 30 segundos ahora, escoltado por unos diez gendarmes que se lo llevaban para declarar ante el juez", contaba María. Había cogido el coche junto a los hermanos de Moisés el miércoles a la medianoche y acababa de aterrizar en un oscuro tribunal de Francia tras ocho horas de viaje. La noche anterior habían sido alertados por la policía. "Una señora de Béjar que vive aquí se fue a la comisaría a ver qué pasaba y convenció a un gendarme para que al menos nos llamara. Nos dijeron que Moisés estaba bien".

"No debería quedar mucho, lo que pasa es que a Dueñas le ha tocado la juez más lenta y quisquillosa", decía en un buen castellano uno de los policías. "Nos dicen los mismo desde las 9 y ya es la una y media", se impacientaba Jorge. En esas llegó la noticia del positivo de Riccardo Riccò. El Saunier fuera del Tour y los mecánicos que se marchan al hotel mientras algunos coches les dedican cortes de mangas desde la ventanilla y les gritan de todo. "Mañana se cierra el chiringuito y nos vamos a la calle. Llevo 10 años trabajando en esto y me voy a quedar sin nada por culpa de estos idiotas. Siempre pensé que los ciclistas eran tontos, pero lo que no sospechaba era que fuesen tan tontos", se desahogaba uno de los mecánicos del Saunier, que prefirió el anonimato. "Sabemos cómo es el equipo y que el Tour ha sido nuestra última carrera. El año pasado nos salvamos por los pelos. Matxin y Giannetti han hecho todo para mantener una imagen limpia, pero lo que no pueden hacer es colocar a un policía en cada habitación", añadía. "Hay compañeros que acaban de comprar un piso y no saben cómo van a pagar la hipoteca".

Sobre las cinco de la tarde los auxiliares vieron interrumpidas sus conversaciones camino a España por quince policías que los pararon durante más de dos horas en un área de descanso cerca de Perpiñán. Orden judicial y registro del camión y los tres coches. "No han encontrado nada", comentó el conductor del camión. A las ocho de la noche a los mecánicos les quedaban 800 kilómetros para llegar a casa. María, Héctor y Jorge estaban a punto de cruzar la frontera. "Moisés no tiene ganas de hablar, lleva día y medio sin dormir. Sólo quiere llegar a casa", se despedía María.

Dueñas abandona el juzgado de Tarbes.
Dueñas abandona el juzgado de Tarbes.REUTERS

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